Entre 1995 y el 2005 nacieron en España cuatro millones de chicos y chicas que hoy tienen entre 15 y 25 años. Por sus hábitos sociales y de consumo, muy particulares y diferentes a los de la generación anterior, los analistas sociales y los medios de comunicación los han agrupado bajo una colección de etiquetas que evocan un mismo retrato robot. A los centennials, postmillennials o miembros de la generación Z -formas distintas y admitidas de nombrar a los nacidos a partir de la segunda mitad de los años 90- se les reconoce por la corta edad, el apego que manifiestan a las redes sociales y a sus inseparables móviles, la preocupación por el medioambiente y otros rasgos identitarios de carácter generacional.

Las marcas conocen sus gustos, los sociólogos han estudiado sus costumbres y los psicólogos tienen identificadas sus fortalezas y debilidades. Lo que ningún estudio predijo es que una pandemia vírica, desatada justo en el momento en el que se disponían a definir sus personalidades o a elegir carrera, iba a reunirlos bajo un mismo denominador. La crisis del 2020 los ha convertido en la generación Covid.

Lucía, Laura, Cristina, Mar y Pablo -los cinco jóvenes coruñeses que han aceptado contar en este reportaje cómo encaran el futuro- no se conocen entre ellos y tienen perfiles y ambiciones muy diferentes, pero comparten una parecida actitud de incertidumbre con respecto a las posibilidades del futuro laboral que les espera.

A los que tenían en mente buscar trabajo, les espera una precariedad que se suma a la que dejó en herencia la crisis del 2008. A los que se adentraban en el momento de mayor experimentación de sus cuerpos, les tocará bregar bajo estrictas normas de distanciamiento social. Si pasar de la pubertad a la adultez nunca fue fácil, el Covid-19 se lo ha puesto aún más difícil. Sin embargo, conscientes de las sombras que se vislumbran en sus horizontes vitales, todos desprenden una confianza que contrasta con el pesimismo que transmiten otras generaciones. Una resiliencia que puede venir dada por la capacidad de adaptación desarrollada en los años de crisis en los que se han criado.

"Cuando ya vives varios períodos de crisis o de circunstancias de este tipo, aprendes a manejarte en este tipo de contextos. A esta generación le ha tocado vivir en un contexto recesivo, ahí ya hay un aprendizaje", explica la socióloga Antía Pérez Caramés, especializada en demografía en la Universidade da Coruña.

Los estudios sociológicos realizados sobre la población juvenil aportan un retrato que invita a confiar en la mejora de la especie humana. Los chicos y chicas que hoy navegan entre la adolescencia y las primeras fases de la edad adulta se muestran más austeros y menos consumistas que la generación anterior, tienen en mejor estima a la familia y manifiestan una mayor conciencia medioambiental. "Ellos ya habían interiorizado la revolución posmaterialista que venía pidiendo paso, y que ahora puede acelerarse debido a la pandemia", señala Almudena Moreno, profesora de Sociología de la Universidad de Valladolid.

Asunto diferente es que la salida de la crisis vaya a tener en cuenta, o no, los valores que los jóvenes de hoy defienden. De momento, cuando se lancen a buscar trabajo se van a estrellar contra un ecosistema laboral que lleva más de una década dándoles la espalda.

La reducción del desempleo que causó la gran recesión se nutrió, principalmente, de los sectores de población más veteranos, pero esa mejoría apenas alcanzó a los recién llegados al tajo. En diciembre del 2019, 12 años después del estallido de la burbuja inmobiliaria, el paro juvenil continuaba en el 32%, mientras en la Unión Europea es del 14%. Es decir: uno de cada tres españoles menores de 25 años que quería trabajar antes de que empezara la pandemia del coronavirus no podía.

El mito del nativo virtual

La generación post-Covid tocará sus primeras puertas en el mundo laboral en un contexto de recesión, casi de depresión, que pocos auguraban para un 2020 en el que la crisis económica de diez años atrás prometía ser solo un mal recuerdo. Los recursos que salvaron a la generación de entonces, como la emigración a países con panoramas mejores, no son alternativa ahora.

"Salir fuera no es ahora una válvula de escape. En su momento, se activaron muchos flujos de salida a países que estaban mejor, ahora la crisis es global", alega Pérez Caramés. La falta de un precedente certero al que agarrarse en lo que se refiere a crisis sanitarias mundiales impide prever hasta cuándo se extenderán las restricciones de movilidad, lo que limita en gran medida las posibilidades de muchos sectores económicos clave.

Tampoco parece que una de las concebidas como sus mayores fortalezas, la de constituir la generación más conectada, vaya a jugar mucho en su favor en los tiempos que se avecinan. Antía Pérez se inclina por desterrar el mito de los conocidos como nativos virtuales: "La experiencia concreta de estos meses nos ha demostrado lo contrario. De manera general, saben manejarse con herramientas básicas, tienen esa intuición más desarrollada, pero distan de ser nativos tecnológicos".

Los meses del confinamiento y el salto forzoso a la vía telemática a todos los niveles no ha hecho sino evidenciar la magnitud de la brecha digital que existe a día de hoy entre los jóvenes. La desigualdad con respecto a la distribución de los medios y recursos tecnológicos puede marcar la diferencia de oportunidades del futuro. "Muchos no disponen de ordenador propio o de conexión estable a internet, la brecha digital reafirma la social. Esto se mantendrá durante un tiempo prolongado y es preocupante", asegura la socióloga.

Con todo, es pronto para prever el elemento que caracterizará en los tiempos venideros a la generación Covid o postmillenial o para dirimir los movimientos del mercado laboral a largo plazo. Todo apunta a que el paso obligatorio a la ultraconectividad, que la sociedad ha tenido que dar estos meses para asegurar el distanciamiento, acelerará procesos que se preveían lejanos. Una coyuntura que obligará a repensar los sistemas de cotización, la productividad y las nociones de carrera laboral asimiladas hasta el momento. "Creo que la crisis acelerará la destrucción de los empleos manuales y la robotización del empleo, pero es un proceso que ya estaba ahí", añade Pérez Caramés.