Después de semanas en las que apenas se pudo salir de casa, es normal que los saludos sean efusivos, y que la tentación de saltarse la distancia social sea grande. Puede que imitemos a los japoneses en cuanto a las mascarillas, pero es más difícil renunciar a los dos besos, el apretón de manos y abrazo con las personas más íntimas. Algunos coruñeses han optado por una solución a medio camino: intercambiando palabras afectuosas a cierta distancia, se inclinan el uno hacia el otro como en un duelo de esgrima y entrechocan los antebrazos y los codos. La necesidad aguza el ingenio.