El albergue de Riazor cierra estos días sus puertas sin haber registrado positivos en coronavirus. Era un recurso temporal y algunos de sus usuarios irán a Padre Rubinos. El director del Centro Integrado de Atención Social de la institución cuenta cómo han vivido la pandemia y cómo se enfrentan a la desescalada y la "nueva normalidad".

Algunos de sus usuarios vuelven a Padre Rubinos tras la pandemia, ¿cómo afrontan esta situación?

Antes de la pandemia, nosotros ya atendíamos a la mayor parte de la población que estuvo en Riazor, aproximadamente, al 95%. Son usuarios de A Coruña, personas sin hogar que conocemos y que forman parte de los recursos sociales. En la primera fase estudiamos todos los protocolos que salían y tomamos la decisión de suspender las admisiones porque no podíamos garantizar que las personas que llegasen no estuviesen infectadas.

¿Tenían plazas?

Cuando se declaró la pandemia teníamos el albergue lleno. Paralelamente, supimos que se iba a abrir el pabellón de Riazor y ahí fueron albergando a personas que estaban en calle, personas que, en principio, rechazaban el acceso a recursos o que no estaban en disposición de ir a otro lugar pero que, como el estado de alarma obligaba, fueron trasladados. Después se fueron visibilizando otros casos, como las personas que estaban en casa okupas o en recursos precarios que acabaron también en Riazor. Los trabajadores hicimos turnos rotatorios para no coincidir y mantuvimos el servicio.

¿Hicieron test?

Sí, todos dieron negativos, tanto las pruebas a los trabajadores como a residentes. Durante el confinamiento, que empezamos con 108 usuarios de las 114 plazas que tenemos en total, fueron dándose salidas espontáneas. Algunas personas rechazaban estar confinadas y alteraban la convivencia, otras decidieron marcharse, bien porque tenían dinero para alquilar una habitación o porque un familiar les ofrecía acogerlos. Ahora nos encontramos en esta última fase en la que hemos recibido ya a unos 25 o 30 usuarios del pabellón. Es el colectivo con el que la entidad trabaja desde hace cien años. El pabellón fue un recurso muy oportuno y necesario, pero era temporal. Ahora están volviendo a Padre Rubinos porque es el recurso en A Coruña que tiene plazas para hacer frente a esta situación. Ahora tenemos diez plazas, pero supongo que se llenarán hoy [por ayer] con gente del pabellón.

¿Notaron un aumento de las peticiones en los otros recursos que ofrecen?

Sí, nosotros estábamos dando una media de 500 comidas al día y, nada más empezar el confinamiento, subimos a 800. Dejamos el comedor social para las personas que pernoctaban en el centro y preparábamos alimentos para llevar para los usuarios externos, que son personas que vienen al comedor, pero no duermen en la institución. El aumento fue de poco menos del 50%. Abrimos una línea de ayudas para las personas externas y recibimos unas 400 solicitudes en una semana. En las tres primeras semanas del confinamiento destinamos 48.000 euros a ayudas en tarjetas de Gadis y de Vegalsa y también al pago de suministros, de alquiler, medicinas y renovación de electrodomésticos, como el calentador. Intentamos mitigar con esas ayudas la necesidad de muchos usuarios porque el Ayuntamiento no tenía capacidad para tramitarlas por la cantidad de solicitudes que se presentaron.

¿Qué les espera a los usuarios que vuelven al centro?

El funcionamiento normal, con las personas que pernoctan en el centro, se hace un estudio del caso, los técnicos entrevistan al usuario, identifican las necesidades y hacen un itinerario personalizado intentando darles el tiempo de estancia suficiente para que aparezca una alternativa, ya sea un domicilio, el cobro de una prestación, un trabajo... Tenemos dudas todavía respecto al comedor social y cuándo lo podremos abrir a los usuarios externos. Seguimos con el personal reforzado de cocina, con cuatro o cinco personas más para hacer el preparado de los alimentos para llevar, porque no es solo cocinar sino también poner la comida en el envase y en las bolsas.

¿Han recibido nuevos usuarios, personas que nunca habían requerido de sus servicios y que ahora sí que precisan una ayuda?

Por ahora no lo hemos detectado, hemos hecho admisiones toda esta semana, previamente se hacen el PCR en el pabellón y, por el momento, no hay un incremento en número, sí que hay personas nuevas, pero en la misma proporción que antes. Es pronto todavía para sacar una conclusión porque no hemos acabado las admisiones en el albergue. Por ahora aún no sabemos cuántas personas van a quedar en la calle.

¿Está siendo una etapa económicamente difícil para la institución o cuenta con donaciones y pulmón para enfrentarla?

Las empresas que suelen colaborar con nosotros, como Mercadona, Gadis o Vegalsa han incrementado sus donaciones en especie. Nos suelen dar el excedente de los supermercados y, además, hacen donaciones de alimentos y las han incrementado. También hemos recibido multitud de donaciones de particulares y de empresas que nos han hecho donativos. La institución siempre ha sido un cauce para la respuesta solidaria en A Coruña, tanto en la donación económica como de alimentos y ahora también de ropa.

¿Habrá personas que puedan abandonar la calle después de esta pandemia?

El sinhogarismo es un problema muy complejo que la sociedad en un estado de bonanza económica no es capaz de resolver. Es un fenómeno que persiste y lo hay hasta en las sociedades más avanzadas del mundo. Cuanto más avanzada es la sociedad, más personas sin hogar tiene. Es una problemática de contexto socioeconómico. Tras la pandemia es todo una incertidumbre pero parece difícil que, si la crisis económica se agudiza, las personas sin hogar vayan a tener más oportunidades. No sé si tendrán menos. Nosotros seguiremos con las puertas abiertas para recepcionar toda la demanda que tengamos, pero o se produce una reflexión de conjunto y una dotación de recursos no solo de albergues como puede ser el nuestro, sino de política de vivienda, de apoyo económico, educativo, de salud... Si no se hace una visión de conjunto, desde luego, solo con los recursos de la Administración va a ser muy difícil paliar esta crisis.

¿Vienen tiempos difíciles?

Puede ser una época de muchísima demanda.