El estado de alarma derivado de la pandemia del coronavirus dejó al aire los pilares sobre los que se sustentan muchas familias de la ciudad, la economía sumergida, y los contratos precarios. Las entidades sociales abrieron sus puertas a usuarios que nunca antes habían necesitado su intervención porque, con un arreglo aquí, unos mayores o unos niños que cuidar allá, una casa en la que planchar, y unas copas para poner el fin de semana iban tirando.

Con la limitación de la movilidad, esos trabajos quedaron en suspenso y la economía de estas viviendas se derrumbó de repente. No es solo la realidad de colectivos vulnerables sino también la de familias normalizadas que, al tener que cerrar sus negocios o al no poder acceder a su puesto de trabajo, se vieron en una situación inédita. Con muchas facturas a las que hacer frente y la nevera vacía.

"Mucha gente que estaba trabajando y que vio suspendida su actividad, en ese tránsito de la tramitación de los ERTE y de los subsidios, se encontró sin liquidez para hacer la compra, para pagar el alquiler o para poner la calefacción", relata Jorge Sampedro, el director del Centro Integrado de Atención Social de Padre Rubinos.

En el Banco de Alimentos tuvieron que adaptarse también a esta situación. Por primera vez, la institución está surtiendo de productos de primera necesidad directamente a las familias, fruto de un acuerdo con el Concello. Actualmente hacen una media de 60 cajas diarias, en las que meten "un poco de todo", después las recoge y reparte Protección Civil casa por casa. Todos ellos son usuarios nuevos, algunos con muchos menores a su cargo.

Cuenta la presidenta del Banco de Alimentos, Conchi Rey, que surten a 85 entidades en A Coruña y alrededores y que están esperando la documentación que les habilite a prestar servicio a algunas nuevas. "Las estanterías se nos han ido vaciando a un ritmo frenético", relata Rey, que reconoce que tanto particulares como empresas con sus donaciones están ayudando a que esta situación, en la que las peticiones se han incrementado "un 50%" con respecto al mismo periodo del año anterior, no esté siendo todavía más dramática. "Si antes salían mil kilos de alimentos diarios de las naves, ahora salen 1.500", zanja. El incremento "más fuerte" de toda la provincia lo está registrando la ciudad de A Coruña y su comarca por su dependencia de la economía sumergida.

"Todas esas personas que estaban cuidando niños, personas mayores, los que hacían chapuzas sin estar de alta en ningún sitio, los que vivían de los mercadillos y de la chatarra si no pueden salir, no tienen ingresos", explica Rey. La desescalada, por ahora, en el Banco de Alimentos no la notan. "No nos ha bajado nada", concluye.

En el Comité Antisida A Coruña (Casco), tampoco. Sus usuarios son de muy baja exigencia, la mayoría de ellos ni siquiera se trasladaron al albergue de Riazor, así que, han seguido acudiendo a las instalaciones de Padre Sarmiento para poder tomar una comida caliente y para hacer uso de las duchas, las únicas de la ciudad que siguieron funcionando para los colectivos vulnerables. "La previsión es que, como en la crisis de 2008, se nos dupliquen los usuarios", comenta la directora del centro, Sonia Valbuena.

"Hemos detectado que uno de los colectivos más afectados ha sido el de los transexuales, hemos recibido muchas solicitudes de estas personas porque muchas ejercían la prostitución en la calle y se quedaron sin ingresos y, entonces, sin poder pagar la habitación en la que vivían. Otros estaban de prestado y por el confinamiento los echaron", relata. Actualmente, han abierto ya las admisiones en los pisos de acogida, en los que tienen lista de espera.

En Casco creen que lo más duro vendrá en unos meses, vivida la experiencia de 2008, cuando muchas personas con vidas normalizadas, al verse sin ingresos, caían en adicciones. "Por ahora aguantan porque tienen familia o ahorros, pero en unos meses, vendrán usuarios de perfiles a los que no estamos acostumbrados, pero a los que atenderemos igual", comenta.

El comedor de La Cocina Económica se ha convertido en un centro logístico. Donde antes había sillas y mesas, ahora hay cajas con alimentos que se meten en bolsas para poder repartirlas. El incremento de usuarios fue "muy evidente". "Nosotros atendíamos en el comedor a 200-220 personas, ahora estamos en 270 usuarios al día. En el reparto de comida para las familias en los domicilios llegamos a tener picos de 250 familias, que son unas 1.100 personas, a partir del 15 de marzo la escalada fue continua. Las familias nuevas llegaban derivadas del Concello, que nos ha enviado a 300. Hemos pasado de las 500", relata el administrador de La Cocina Económica, Óscar Castro.

Actualmente, hacen cajas con leche, galletas, pasta y lo que tengan para que estas familias puedan alimentarse. En total, más de 50 toneladas de comida. "El mayor aporte de esas 300 familias son personas que dependían de la economía sumergida y que no habían venido nunca o que acudían puntualmente", relata Castro, con la comida, prestan también otros servicios, como la retirada de medicamentos de la farmacia, que se ha incrementado en el estado de alarma. En el mes de abril, la entidad casi duplicó sus gastos. Su ilusión ahora es volver a abrir el comedor, para que sus usuarios puedan volver a sentarse a la mesa "como en un restaurante", para que puedan comer caliente, que es la filosofía con la que nació hace 134 años esta institución.

Las entidades agradecen la colaboración de los vecinos, que no ha fallado, y recuerdan que está en marcha la campaña Maio Solidario de Gadis y que tienen abiertas sus puertas para las donaciones que les puedan realizar.