No es como antes de la pandemia, pero tampoco es estar encerrado en casa. La fase dos trajo ayer a la ciudad más tráfico, más ruido, más movimiento y, por fin, los primeros chapuzones del año. Con la mascarilla como un complemento más al que hay que ir acostumbrándose porque ha venido para quedarse, sin poder jugar con otros niños ni compartir juguetes ni cartas, como estaban acostumbrados José Lata y Francisco Grandío, guardando las distancias pero, por fin, sin más restricción horaria que la que marcan el viento o el hambre.

"Nosotros antes no podíamos coincidir, porque José tiene más de setenta años y yo menos, así que, solo hablábamos por teléfono", comentan estos dos clásicos de las Esclavas, que no esperan al verano para bañarse. "Venimos todo el año", explican, con las toallas separadas, pero compartiendo experiencias.

La recién estrenada fase dos dio ayer la oportunidad a los bares, independientemente de su dimensión, de abrir con limitación de aforo, su parte interior, la de la barra y el comedor, además de las terrazas. Abre la mano con los horarios de paseo y deporte, que se pueden practicar en cualquier momento, salvo en las franjas reservadas a los mayores de 70 años, de las 10.00 horas a 12.00 y de 19.00 a 20.00 horas. Y se abren también las aulas para los estudiantes de segundo de Bachillerato.

La de ayer fue una mañana más parecida a las del año pasado que a las de hace una semana, pero, aún así, seguía sin ser una jornada de primavera, de esas de aprovechar los primeros rayos de sol en grandes grupos de amigos y de compartir bocadillo, patatas fritas y pachangas en la playa.

Algunos bares, como el Zun, en Comandante Fontanes, que ayer abrió por primera vez, al tener muy poca terraza, no dejaron de echar en falta a los clientes habituales de las oficinas que, por ahora, siguen teletrabajando, de modo que el café se lo toman en casa, en vez de en su barra, con su pincho de tortilla o sus churros. "Por ahora, la gente aún se queda en la puerta y nos pregunta si puede entrar", dice Ana, desde la cocina en la que prepara el menú del día, ayer, con caldo y ensaladilla de primeros.

Como el lunes sigue siendo día de descanso para muchos negocios de hostelería, algunos, como el Rompeolas, en Riazor, decidieron respetar su rutina y dedicar este primer día de la semana para organizar su vuelta al trabajo. Y es que, son necesarios muchos cálculos para poder sacarle el mayor partido a los locales cumpliendo las normas de higiene y de distanciamiento entre clientes.

En el Rompeolas han optado por las mesas grandes, por poner en el interior mesas con capacidad para diez personas, con la esperanza de que se llenen de grupos de amigos y de familias. "Si, al final vienen dos personas, tendrán que sentarse en la mesa grande", explica Javier Fraga, que se muestra muy agradecido a sus clientes, que llenaron la terraza desde que la fase uno les permitió hacerlo.

El restaurante Ecléctic, en la calle Oliva, volverá el día 29 a abrir sus puertas al público, aunque, ayer, ya olía a comida en el local, ya que algunos de sus platos precisan varios días para estar acabados. Durante la cuarentena, Sergio Musso y Paco Chicón no han dejado de trabajar. "Primero, publicamos recetas en Instagram, después, hicimos preelaborados, para que los clientes hiciesen sus reservas de lunes a jueves y pudiesen acabar de cocinar durante el fin de semana, ya en su casa y, en esta última fase, trabajamos en la carta y en las medidas de higiene y seguridad", relatan.

La de ayer fue también una mañana de recuperar tradiciones, como la de bañarse en Riazor, por muy fría que estuviese el agua -tal y como acreditaron incluso los más valientes- y por mucho que soplase el viento, también la de caminar con los cascos de una punta a la otra y, para los más afortunados, una mañana de poder disfrutar de los nietos en los arenales mientras los padres retomaban su rutina, algunos, trabajando desde el comedor de su casa, otros, de nuevo de cara al público.

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A Coruña ofrecerá información en "tiempo real" sobre el acceso a las playas

El salto de fase, los que pisaron la calle casi todos los días desde que se decretó el estado de alarma, por considerarse su trabajo esencial, lo notaron, sobre todo, en el ruido y en el tráfico, mucho más presente que en las primeras semanas de abril, cuando solo los buses, los taxis y los repartidores se cruzaban por la carretera y con ellos, viéndolos desde la acera.

Siguieron, eso sí, las colas en las panaderías y en alguna que otra farmacia, aunque mucho menos ya que en semanas anteriores. Y pudieron volverse a ver, aunque muy tímidamente, estudiantes de Segundo de Bachillerato con el uniforme puesto, una señal más de que la normalidad se acerca, aunque su llegada esté plagada de incertezas.

El Concello anunció ayer que, hasta el 15 de junio, no empezará oficialmente la temporada de playas, así que, no habrá socorristas ni estarán habilitadas las duchas hasta ese día. Sin embargo, sí que está permitido el baño -sin restricciones horarias-.

Los agentes de la Policía Local serán los encargados de hacer que se cumplan las normas sanitarias e higiénicas, como que se respeten los dos metros de distancia entre bañistas. Esto implica también que serán ellos quienes controlen el aforo de los arenales. En la coraza de Riazor se instalará un puesto de mando para coordinar a la Policía Local y a Protección Civil durante este periodo de transición. La concejala de Medio Ambiente, Esther Fontán, pidió ayer colaboración a los vecinos para que cumplan las normas y, de este modo, ayuden a contener la expansión del coronavirus. Los agentes se servirán también de cámaras de tráfico para evitar aglomeraciones en los arenales. "El Concello trabaja para establecer mecanismos que sirvan para el control de la capacidad en tiempo real, aviso de pleamares y desalojo de playas en caso de mareas vivas, medidas de higiene y salubridad en todos los arenales. Será a través de una web específica de playas, que pondrá en marcha a Concejalía de Medio Ambiente, y de una aplicación móvil", según ha informado el Concello.

Bares y comercios esperan ahora ir recuperando la normalidad, aunque sea con restricciones, muchos de ellos aseguran que su clientela está respondiendo bien, que no ha cambiado de gustos durante la cuarentena, así que, siguen sirviéndoles el café igual que antes, con leche, solo largo, en vaso de cristal y, desde ayer, también en la barra.