El pabellón de Educación Física del colegio Compañía de María se convirtió ayer en un aula de exámenes para un grupo de aproximadamente medio centenar de estudiantes de Segundo de Bachillerato que se enfrentaba a una prueba de Lingua Galega para subir nota o para recuperar la materia que se le había quedado mal fijada antes de que se declarase la pandemia. María Buruaga y sus amigas Sofía Martínez y Marta Vilas aseguran que, durante el confinamiento, no les fue fácil estudiar. No por el colegio, que reconocen que les puso "todas las facilidades", sino porque les resultaba muy complicado adaptarse a la situación y poder concentrarse. Ahora, les toca olvidarse ya de que les tomaron la temperatura al entrar y al salir del examen y de que tuvieron que enfrentarse a la prueba con la mascarilla puesta, sino que deben centrarse en descansar un par de días y volver a meter la nariz en los libros y los dedos en el teclado para prepararse para su prueba de acceso a la Universidad.

Están a la espera de que les den instrucciones de cómo serán los exámenes y de que les expliquen el protocolo. Eso no está ya en sus manos, pero sí intentar llegar lo mejor preparadas posible a ese momento.

En el instituto Rafael Dieste, el de ayer fue un día de cambios y de bastante trabajo. Cuenta el director del centro, Mateo Torres, que ya sabían, más o menos, a lo que se iban a enfrentar. "Hicimos una encuesta entre los alumnos de Segundo de Bachillerato para saber cuántos iban a asistir a clase", comenta. Al final, los resultados casi coincidieron con las respuestas recibidas.

Una veintena de alumnos decidió retomar las clases presenciales y para ello, el instituto tuvo que cambiar la disposición de las mesas y también hacer grupos con el fin de que los estudiantes pudiesen mantener la distancia de seguridad de dos metros, una de las medidas que ayuda a prevenir el contagio del coronavirus.

"Es trabajo doble para el profesorado", concluye Torres, ya que los docentes mantienen, por una parte, las clases para aquellos alumnos que siguen el curso desde casa, telemáticamente, y tienen también que impartir las sesiones presenciales. En el instituto Rafael Dieste, según explica su director, ninguno de los alumnos se quedó sin medios para poder seguir las clases durante el confinamiento, ya que el centro, a través de la Xunta y de otras entidades, consiguió portátiles, tablets y conexiones a internet para los estudiantes que no disponían de ellos en sus hogares.

Los alumnos van con mascarilla y se les pide a las familias que no los manden al centro si tienen síntomas.