A grandes problemas, grandes soluciones. O eso pensó Sandra Blanco cuando supo que su puesto de trabajo como vendedora de inmuebles tenía los días contados. "Sabía que mi contrato iba a ser rescindido, y desde mi empresa me ofrecieron un trabajo de oficina, algo que agradezco mucho, pero yo soy vendedora, necesito el trato con la gente", explica ella.

La necesidad de tener una certeza en la que apoyarse en el cambio de etapa fue el germen del que brotó Miolo de Pan, la panadería que regenta desde el pasado 13 de mayo y que tuvo el inicio del desconfinamiento como contexto de apertura. Una espinita que Sandra Blanco tenía clavada desde los 17 años, cuando trabajó durante tres meses en una panadería, y que pudo sacarse, décadas después, con la apertura del nuevo local de la calle Fernando Rey y tras un proceso que no fue fácil. "Invertí todos mis ahorros en reformarlo y ponerlo a andar. El primer día, no sabía ni hacer el café ni usar la registradora, estaba nerviosísima", recuerda ella.

Dos semanas después de la apertura, está satisfecha con el arranque de su negocio, y orgullosa de haberse atrevido a emprender con un panorama tan poco favorable. Un camino que ha recorrido prácticamente sola. "Me ayudó a formarme un obrador de Carral, pero todo lo demás lo he sacado totalmente sola, el diseño, la decoración, la idea€ estoy contenta e ilusionada", reconoce.

Fija como valor diferencial de su negocio la calidad del producto: pan artesano de Carral y de Carballo, desayunos para todos los gustos y una oferta que irá aumentando progresivamente conforme se vaya aproximando la normalidad. "Me gustaría dar meriendas también, tenemos aquí al lado un colegio y sería buena idea hacer algún tipo de pack, se irá viendo", avanza.

El negocio crece con la desescalada, y, aunque prudente, no puede sino mostrarse optimista. "Se va notando que van abriendo oficinas, la gente que teletrabajaba se acerca a conocernos, la acogida está siendo buena", confirma.