El revisor del tren a Madrid que partía ayer de la estación coruñesa asignaba los asientos a los viajeros de palabra antes de subir a los vagones, lo que ocasionó algún lío. Uno de ellos fue protagonizado por un hombre que afirmaba que no entendía al revisor, según él, porque tenía un acento gallego muy marcado (suponemos que, al menos, el viajero no había pasado mucho tiempo en nuestra tierra). La respuesta del trabajador no se hizo esperar: "¡Qué acento, si soy de Valladolid!". Quizás se haya galleguizado muy rápido.