En dos meses de confinamiento, uno le da vueltas a prácticamente todo. La gente ha tenido, durante el encierro, tiempo de sobra para observar y observarse; como también para preguntarse, ante la imagen del espejo, qué cambios podrían marcar el punto de inflexión de la nueva etapa que está por comenzar tras el revulsivo de estos meses.

Una circunstancia que ha retribuido positivamente en los estudios de tatuaje, piercing y modificación corporal de A Coruña, que, en contra de lo que a priori se podría suponer en tiempos de distanciamiento social, están viviendo un periodo de bonanza. "La gente salió de la cuarentena con ganas de tatuarse", resume Kortiñas, propietario del estudio Katattoomba.

También de todo lo contrario: hubo para quien el encierro reflexivo sirvió para tomar la decisión de eliminar de su piel restos de alguna locura de juventud o estropicio indeseado. "A mi hermana, que hace láser en Nada es para siempre, le explotó el teléfono cuando dijo que abría", asegura. En Katattoomba tampoco se quedaron atrás las peticiones.

Toda una paradoja en tiempos en los que la forma de relacionarse ha cambiado radicalmente y la distancia social se ha convertido en una realidad obligatoria. En lugares donde trabajar a metro y medio es imposible, como los estudios de tatuaje, afrontan la nueva realidad con pies de plomo y redoblando precauciones. En Katattoomba, lo hacen espaciando citas y evitando hacer coincidir a clientes y profesionales, mirando la temperatura a la entrada y "plastificando" la ropa y los zapatos de sus clientes.

En sus vecinos de Balinese Tattoo han optado, además, por hincar los codos. "En este tiempo hemos hecho tres cursos de la OMS a mayores de los que ya teníamos de agentes patógenos: uno de lavado de manos, otro de conocimiento específico sobre el Covid- 19 y otro sobre infecciones respiratorias", enumera el propietario, Alfonso Sánchez. Unas medidas que se unieron al ya estricto protocolo que seguían hasta antes del confinamiento, que ya incluía tatuar con mascarilla e impedir la presencia de acompañantes durante las sesiones de tatuado.

En Zink Tattoos dedican el tiempo que no tatúan a desinfectar el estudio. También han tenido que espaciar la clientela para reducir el tráfico del local, con lo que la lista de espera se ha alargado. "A la gente le apetece tatuarse porque en tiempos de crisis, quiere verse guapa", teoriza el dueño, Óscar Lojo. Le resulta inevitable hallar paralelismos con la crisis del 2008, tras la que, en contra de lo que cabría esperar, pudo hacer buenos números. "Nunca tuve más trabajo que en aquella época", recuerda.

La crisis del coronavirus ha dejado y dejará su impronta en la sociedad. También en la piel de los más atrevidos, que ya empiezan a solicitar diseños que simbolizan distintos aspectos por los que se ha caracterizado la pandemia. "Yo tatué un par de covids estos días, y hasta el meme de los africanos con el ataúd, es una forma de relajar la tensión de estos días con humor", relata Óscar Lojo.

Alfonso Sánchez ya ha recibido varias peticiones al respecto por parte de miembros del personal sanitario, para quienes esta experiencia ha supuesto, en muchas ocasiones, un impasse en sus vidas. "Tengo algunas enfermeras que quieren tatuarse las mascarillas del Covid-19 o el símbolo del virus", relata. "La gente que vivió la pandemia en primera línea tiene esto arraigado de otra manera".

La desescalada ha traído, además, otras tendencias curiosas. En Kattatoomba, una de las peticiones mayoritarias es la del anillado nasal y bucal. Kortiñas se encoge de hombros: "¡Pero si vamos a ir todos con mascarilla! No me lo explico", ríe.

Pese a la inesperada buena acogida de la reapertura, los propietarios de los estudios no ocultan cierta preocupación ante la posibilidad de un rebrote que vuelva a obligarles a bajar la verja en un futuro próximo. "Abrimos con más miedo que ilusión. Al mínimo síntoma de cualquiera de nosotros, tendremos que cerrar, toda precaución es poca", asegura Kortiñas.

Alfonso Sánchez comparte su inquietud, sobre todo tras haber vivido las consecuencias de unos meses difíciles de muchos gastos y sin ningún ingreso. "Tuve que seguir pagando alquiler, impuestos, seguridades sociales? tenía unos ahorros y me los gasté todos, la prioridad era la comida de mi familia", explica. "Esperemos, de verdad, que la gente sea responsable".