Calles vacías de peatones y vehículos durante semanas, millones de personas encerradas casi todo el día en sus hogares hasta que a unas horas determinadas se permite que salgan y entonces atestan los espacios públicos. Y tras el paso de los momentos más duros, todos los expertos advierten de que esta situación puede volver a repetirse. ¿Es el momento de replantearse el diseño de las ciudades y de las viviendas como sugieren algunos para soportar mejor un futuro con estas amenazas?

"Las ciudades ya estaban en un proceso de cambio y llevamos años advirtiendo de la necesidad de cambiar la forma en la que vivimos", señala el arquitecto y profesor universitario Luciano Alfaya, para quien la actual situación "hace ahora posibles esos cambios que ya estaban en la mente de los planificadores urbanos". Según explica, en los últimos tiempos se habían iniciado "procesos de mejora de los espacios urbanos, de una mayor presencia del peatón y una menor dependencia del vehículo privado, en los que se están produciendo avances importantes".

Alfaya advierte sin embargo de que el temor a los contagios en el transporte público "puede generar un repunte del vehículo privado, por lo que tendrá que haber una previsión para reducir la necesidad de los desplazamientos" ante la posibilidad de que el uso de los medios colectivos disminuyan su demanda, al menos en un primer momento. La solución podría pasar por el uso de medios alternativos de transporte o por "reforzar otros sistemas de trabajo o actividad económica en los que no sea necesario el desplazamiento o por el uso de espacios que no son el puesto de trabajo o la oficina, llamados el tercer lugar", conocidos como coworking y que suelen estar ubicados en la proximidad del domicilio de sus usuarios.

"Ahora se ocupa un carril para coches con peatones y vemos que tampoco ha sido para tanto, lo que nos ha llevado a a pensar que no es tan grave modificar el espacio para el coche", destaca el también arquitecto y docente Juan Creus sobre recientes cambios aplicados en A Coruña a causa de la pandemia. En su opinión, "hay que generar espacio para el peatón y reducir el del vehículo", siguiendo acciones que ya se han desarrollado en la ciudad y de las que asegura que "seguro que nos han hecho mejorar".

Para justificarlo recuerda que cuando en la avenida de la Marina se suprimió el tráfico algunas personas protestaron pero en la actual situación se valora el amplio espacio que ha quedado libre, por lo que afirma que "el espacio público tiene que mejorar mucho, pero siempre ganando espacio para el peatón". Creus, que lleva diez años yendo a trabajar a diario en bicicleta, observa cómo durante esta crisis ese vehículo ha sido recuperado por los coruñeses, ya que considera que la ciudad "estaba planificada únicamente para las transacciones comerciales y la movilidad rodada". Para este arquitecto, "el espacio público lo entendemos como un bien de consumo, cuando sobre todo lo es de relación entre las personas", pero estima que se ha ido reduciendo y se tiene que volver a expandir mediante transformaciones urbanísticas en las que se incluyan las peatonalizaciones.

Tras lo que califica de "parón de la vida urbana", la arquitecta Alba González Vilar estima que "hay que aprovechar este punto de inflexión para continuar con propuestas que se estaban haciendo porque todo el mundo está interiorizando que necesitamos más espacios públicos y de calidad". Recuerda que "el 70% del espacio público lo ocupa el coche" y que con actuaciones tomadas en estos días "estamos descubriendo espacios como el paseo marítimo tras su ampliación con carriles de circulación", ya que facilita el movimiento de las personas y "una relación diferente con el entorno", en el que destaca la ausencia de ruido que percibían los paseantes cuando circulaban por la calle ante la ausencia de tráfico, aunque admite la polémica que generan las peatonalizaciones o la instalación de carriles bici, cuyo trazado es complejo de diseñar en las ciudades.

Enrique Seoane también combina la arquitectura con la enseñanza universitaria y tiene una concepción territorial de esta cuestión, ya que piensa que esta situación "debería servir para ver que somos más resilientes si no abandonamos una manera de habitar y usar el territorio dispersa, a veces diseminada y atomizada, pero propicia también gracias los medios de transporte y el teletrabajo". Admite que no es posible un cambio radical, "por lo que hay que aprovechar las cosas buenas que tienen determinadas estructuras territoriales de Galicia, donde hay muchas villas, aldeas y ciudades pequeñas que son polos de actividad económica". También señala que todas las ciudades de Galicia tienen suficiente relación con su entorno inmediato, por lo que sus habitantes disponen de "sitios donde ir para disfrutar de un ocio no masivo", lo que considera "una ventaja estructural" de la comunidad que podría utilizarse tanto para el ocio como para la producción económica. "Estamos cansados de ser un péndulo e ir cuatro veces al día de casa al trabajo y el fin de semana al espacio de ocio o de refugio", comenta Seoane, para quien el teletrabajo es una forma de evitar estos desplazamientos.

¿Deben llegar los cambios también a las viviendas? Para Luciano Alfaya es difícil adecuarlas para el trabajo cotidiano, como ha sucedido durante el confinamiento, por lo que sería necesario que fuesen más grandes. "Pero lo que más valoramos de nuestras viviendas es la ubicación que tienen y por lo tanto no estamos dispuestos a renunciar al lugar en el que vivimos a cambio de unas mayores dimensiones", pone de relieve. A su entender, "la gente pensará mucho el sitio en el que quiera vivir y cada vez habrá menos dependencia entre el sitio en el que se trabaja y el que se quiera vivir, ya que ese último será prioritario". Su opinión es que la mayoría de las personas no se trasladarán al área metropolitana por una necesidad funcional "porque no desean cambiar su lugar de residencia".

"Nos hemos dado cuenta de que la vivienda ha perdido muchas de sus partes, ya que estábamos concibiendo la arquitectura como una caja sin ellas y son importantes, como un ambigú, un porche, un balcón?", explica Juan Creus, para quien esta mentalidad "va a cambiar porque la gente se está dando cuenta de que una casa con lo mínimo y un espacio reducido y único no funciona". Por esta razón cree que "puede ser un momento para mejorar las condiciones de la vivienda, que estaban derivando hacia mínimos" y que hay que crear "muchos espacios de relación que ahora no hay en un bloque de viviendas porque los promotores los han racaneado" a causa de que les generan mayores gastos. Su experiencia personal durante el confinamiento ha sido de la utilización intensiva de la terraza colectiva de su edificio, así como de los balcones, a lo que añade que los espacios de transición entre la vivienda y la calle son fundamentales.

"Tenemos que replantear la vivienda como un derecho fundamental y reformular ciertos parámetros de diseño que nos estaban llevando a que los espacios domésticos fuesen cada vez más limitados porque la vivienda se estaba convirtiendo en una mercancía", alerta Alba González, ya que la legislación establece un mínimo de metros cuadrados "pero ciertos agentes lo tomaron como el máximo y las viviendas se han reducido muchísimo". También propone "generar espacios que se puedan transformar para cambiar sus usos y ampliarse" y aprecia que en estos meses "ha habido un cambio social porque de repente tenemos contacto con los vecinos" y casi no existen espacios de encuentro en los edificios. Enrique Seoane coincide en que los pisos son más pequeños pero señala que también las familias lo son, mientras que los pisos grandes del centro de las ciudades son transformados en oficinas.

De cara al futuro, Luciano Alfaya cree que "seguir haciendo planes y previsiones estratégicas a medio plazo es imprescindible porque no se pueden tomar decisiones a corto plazo, incluso en este tiempo de incertidumbre". Por ello considera que Joan Busquets, el autor del plan general, "acertó en su momento al hablar de los equipamientos de contingencia, ya que no se sabe lo que va a pasar, pero hay reservas de suelo imprescindibles para que la ciudad sea cada vez menos dependiente de factores externos".