Partir del pasado para dar un nuevo aire a una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Con ese ánimo afrontaron los arquitectos Xosé Manuel Vázquez Mosquera y Carmen Calatayud el estudio sobre la remodelación de los Cantones y su entorno a partir del cual el Concello pretende poner en marcha unas obras que intentará terminar en el actual mandato. El documento que expone la propuesta de estos técnicos efectúa un detallado análisis histórico de la evolución de los Cantones a lo largo de los siglos y recuerda que su origen se remonta a cuando esta vía era el borde litoral de la ciudad, en la que los planos de la época reflejan ya una diferenciación que tuvo consecuencias.

Mientras que el Cantón Grande disponía de unas rampas simétricas para acceder al mar "que sugiere un espacio más acotado de salón", en el Cantón Pequeño solo había una y orientada a la puerta de la muralla. "Este pequeño matiz inicial se hará sustancial en la evolución futura de ambos segmentos", destacan los arquitectos.

Una hilera de árboles que marcaban la separación entre el muelle y el paseo urbano fueron el primer ajardinamiento de esta zona y su vestigio son los que ahora se encuentran al borde de la acera de Méndez Núñez, en los que el estudio propone individualizar sus alcorques para facilitar el paso hacia la acera contraria.

Para los autores del estudio, el relleno efectuado entre 1861 y 1867 para ampliar la superficie portuaria "constituye uno de los episodios más transformadores en la historia de A Coruña". Su objetivo era aumentar el calado para los barcos y evitar los problemas higiénicos causados por los vertidos durante la bajamar. A pesar de que la idea inicial era destinar a edificaciones el espacio que no precisaba el puerto, finalmente se declaró como público e hizo posible la creación de los jardines de Méndez Núñez, entonces la mayor zona verde de la ciudad.

La vinculación con el puerto queda reflejada, según el estudio, en la coincidencia de las divisiones de estos jardines con los pasos transversales entre los muelles y las calles coruñesas. En la década de 1880 cada una de las zonas de Méndez Núñez se especializa en sus funciones, al igual que sucede con cada uno de los Cantones. A ello contribuye la instalación de quioscos en la parte más próxima al muelle que con el paso de los años dejaron paso a locales de hostelería como el Kiosko Alfonso y La Terraza, así como el hotel Atlantic, aunque el primero de ellos incluso ofrecía funciones de cine.

Tras la Guerra Civil, los cambios efectuados en la jardinería de Méndez Núñez influyen en que se disocien de los Cantones, que se consolidaron como uno de los lugares de mayor relevancia de la ciudad. Eso hizo que los mejores establecimientos de hostelería se situasen allí, como los cafés Oriental, Galicia y Cantón Bar, además de destacados hoteles como el Palace, el Ferrocarrilana y el Gran Hotel de Francia. Esos inmuebles revelan que los Cantones habían adquirido ya una nueva función en la ciudad, la representativa, que se consolidaría con la instalación de las sedes de los principales bancos. El del Pastor, diseñado en 1922, fue el primero destinado a acoger una entidad financiera y para este estudio su mayor interés es la posición central que ocupa entre los dos Cantones.

Una de las propuestas que incluye el estudio es la recuperación de la plaza de la Aduana, espacio que se hallaba frente al edificio que hoy ocupa la Subdelegación del Gobierno y que por la actividad que allí se desarrollaba en relación con el puerto tuvo un papel decisivo en la vida coruñesa. El alejamiento del muelle y los nuevos edificios que allí se levantaron, Correos y el teatro Colón, hicieron que este lugar perdiera el sentido con el que había nacido, por lo que Vázquez Mosquera y Calatayud defienden que recupere el protagonismo que tuvo en su día.

Un planteamiento similar se efectúa para el Obelisco. "El arraigo que tiene la imagen de este monumento en la memoria afectiva de la ciudad dificulta imaginar el cambio que su aparición produjo en la lectura de la forma urbana", indican los autores, ya que hasta su construcción a finales del siglo XIX el paso de la Marina al Cantón Grande se hacía a través de una línea quebrada de edificios motivada por una línea de costa irregular en el origen de esta zona de la ciudad. El inmueble que se instaló a sus espaldas, la llamada Casa Caruncho, fue un avance de lo que iba a suceder, ya que ubicó su entrada hacia ese lugar y se convirtió en el punto de cierre del Cantón Grande, en el que generó un "espacio-salón", según los arquitectos.

También resaltan que el cambio más importante en el Obelisco fue su elevación en 1952 para adaptarse a la mayor altura de los edificios del entorno, lo que revela la importancia que le daba la ciudad, que además colocó en su cima un reloj, el primero en A Coruña no vinculado a un edificio religioso.

A lo largo de su historia, el Obelisco experimentó varias transformaciones en su entorno, primero rodeado con una verja, luego adornado con un parterre y más tarde por una lágrima sin vegetación. La construcción del aparcamiento subterráneo en 1999 recuperó la lágrima y el parterre, que unió además con la acera del Cantón, aunque la decoración vegetal "eclipsa las sutilezas en las molduras, relieves y mensajes del Obelisco", según estos técnicos, quienes consideran que el punto de encuentro existente en ese lugar le deja "relegado", por lo que proponen que ocupe una posición central en torno a la que se organice el espacio existente en torno a él.