La Fundación Seoane inauguraba, en el año 2018, la exposición Maruxa Seoane. Achegamento a María Elvira Fernández López, una muestra que rendía homenaje y ahondaba en la personalidad de la mujer tras Luis Seoane que hizo grande su legado. Ahora, su comisario, Juan Martínez de la Colina, amplía el proyecto en forma de un libro homónimo que ayer presentó en la misma Fundación.

En 2018 se presentaba la primera entrega de la muestra, que ahora cobra forma de libro. ¿Qué ha cambiado?

La exposición surge como una obligación moral de hacer algo por alguien tan importante en la consolidación de la figura de Luis Seoane, no solamente como su mujer, sino como el personaje que colabora como una auténtica agitadora cultural en su época. Tras fallecer Luis hay una segunda Maruxa, que se dedica a traer toda la obra, todo el legado, de Buenos Aires. Hizo donaciones a todos los museos de Argentina, y con su esfuerzo personal se trajo todo lo que pudo. Participó en la creación de un centro para agrupar toda esta obra, la Fundación Luis Seoane. En 2003 muere sin llegar a ver inaugurado el proyecto, pero es una labor íntegra suya. Lo que defendemos es que Maruxa Seoane, en sí misma, es un valor para la cultura del siglo XX.

Normalmente estas mujeres y su labor desaparecen detrás de la sombra de los maridos, pero en el caso de Maruxa Seoane, sí existe ese reconocimiento.

Sí y no. Se habló de ella porque estamos en A Coruña y porque él murió joven. A partir del año 93, cuando le dedican a él las Letras y ella las preside, se convierte un poco en una reliquia, una ancianita entrañable, pero ya sin mucho sentido, no deja de considerarse como una misión de la viuda encantadora. El libro consigue ir más allá sin romper eso.

¿Quién fue Maruxa más allá de Luis?

Fue una mujer comprometida políticamente. Maruxa se preocupó muchísimo por los primeros refugiados que llegaron a Galicia y a España en los años 90. Decía que ella era una refugiada también, y que los entendía. Era contertulia de mujeres feministas, no solo hablaban de pintura y nacionalismo, ella se mantenía joven en lo que estaba ocurriendo en los años 80 y 90. En el libro recojo, de la revista Galicia Emigrante, las recetas de cocina que ella publicaba. Además de ser coeditora en la sombra durante años, hacía artículos sobre la cocina gallega.

"Tras un gran hombre, hay siempre una gran mujer". Un dicho un poco anacrónico, pero que puede definir su labor.

Una de las cosas interesantes del libro es, por un lado, profundizar en esa idea. Seoane sería alguien fascinante hoy en día, pero no sería Seoane sin Maruxa. Quiero hacer un homenaje y una reflexión sobre esos personajes, casi siempre mujeres, que están detrás del artista y pasan desapercibidos, haciendo ver que Maruxa tiene vida propia. Una vez fallecido Seoane, se dedica a la gesta de unir su obra intelectual y artística. Se ve clara su actividad política e intelectual, rodeada de mujeres, galeguistas y feministas. En el libro, refuerzo todo esto haciendo una carpeta final con las micro biografías de 41 mujeres que, de alguna forma, tuvieron relación con ella.

¿Era una esposa abnegada, una mujer totalmente consciente del legado que estaba ayudando a crear, o ambas?

Ella había decidido estar en un segundo plano. Se quiso enterrar en el mar, entre el cementerio, donde estaba Luis; la Torre de Hércules y la Fundación Seoane. Quiso diluirse, desaparecer, quería que todo fuese Seoane, la obra y su legado. Eso encaja con una mirada de sumisión. Pero, por otra parte, está la mujer guerrera, que consigue objetivos, que pasa momentos incluso dolorosos, una mujer fuerte y muy militante galeguista. Esa contradicción está ahí, esa dicotomía.

¿De qué forma habría pasado Luis Seoane a la historia sin la mano de Maruxa?

Es difícil de saber. Desde luego, no habría sido lo mismo, aunque él era un poco mayor que ella, y esa diferencia se notó en los primeros años de Universidad de él, cuando se formó, enseguida se equilibra. Cuando ella cumple 18 compartían amistades, tertulias, cafés, todo debate, todo pasaba por ellos. Ella llevó luego la economía, le limpiaba los pinceles, le preparaba los lienzos, las entrevistas con las galerías, cultivaba las amistades, todo. Él hubiera sido alguien, pero desde luego, no tan fuerte. La contundencia poliédrica de Luis Seoane, sin un apoyo fuerte, sensible, inteligente detrás, como Maruxa no se habría desarrollado tanto.