Tan solo un día después de abrir tras el confinamiento por la pandemia del coronavirus, el bar Chaflán tuvo que volver a colgar el cartel de cerrado en su puerta debido a la gran cantidad de clientes que quisieron volver a disfrutar de una buena cerveza acompañada por sus típicos pinchos de tortilla o ensaladilla. Ocurrió el pasado jueves, cuando sus propietarios, Rafael Varela y Anuska Viña, decidieron volver al trabajo ante la inminente llegada de la nueva normalidad en A Coruña. "Por el día no tuvimos ningún problema, pero por la noche comenzó a llegar muchísima gente, y no nos vimos capaces de controlar la situación", relata Anuska, que asegura que la reapertura se les quedó "un poco grande".

La situación que atravesó el matrimonio es la misma que día tras día viven muchos bares de A Coruña aunque, en su caso, Rafa y Anuska decidieron cortar por lo sano y esperar a que la situación se normalizase. Desde sus redes sociales incluso pidieron perdón a sus clientes, a los que agradecieron el cariño recibido. "Nos fue imposible mantener las distancias y las medidas de seguridad, pero no nos pasa solo a nosotros. Yo también voy a otros bares, y veo que muy pocos respetan el protocolo. No me gusta ver que esto sucede por ahí, así que mucho menos en mi propio bar", cuenta la propietaria.

El Chaflán volvió a abrir sus puertas ayer pero, esta vez, los responsables esperan sobrellevar mejor la situación "aprendiendo a decir que no cuando no queda otro remedio". Y es que después de casi tres meses sin recibir ingresos, a la responsable le encantaría volver a su antigua rutina, pero en tiempos de coronavirus hay que establecer prioridades, y una de ellas es el asegurar que los empleados del establecimiento puedan trabajar "cómodos y seguros". "Además, no queremos actuar como la policía de nuestros clientes y amigos. Nos gustaría alcanzar un punto intermedio en el que podamos trabajar seguros y a la vez proteger a quienes vienen al bar", explica Anuska.

En estos momentos la mayor preocupación de la responsable del Chaflán es el día de San Juan, ya que según asegura, "es un día muy grande y con muchísima gente" en el que parece muy complicado evitar las aglomeraciones: "Para nosotros es una fecha muy importante, pero no sabemos qué va a ocurrir. La fiesta se ha suspendido en la playa, pero no en los barrios, y ahora las 100.000 personas que iban a Riazor se repartirán entre los bares".

La propietaria teme que la noche del 23 de junio Rafa y ella tengan que volver a cerrar el local a causa de las aglomeraciones, y espera que ese día los ciudadanos se muevan con más "sentidiño". La responsabilidad social es fundamental para mantener a raya la pandemia, y la llegada de la nueva normalidad parece haber borrado la memoria de muchas personas que han retomado su día a día como si el Covid-19 no fuese una realidad con la que hay que convivir. "El problema es que al finalizar el estado de alarma la gente va a creer que todo esto ya se ha terminado, y no es así. Por otra parte, también entiendo a mis clientes, porque al final uno va a un bar a pasárselo bien y a estar con los amigos, y es difícil acordarse siempre de las normas", concluye Anuska.