Cuando hace sol, las terrazas de A Gaiteira llenan la calle de vida. Si uno la recorre en su longitud estos días, no parece que por el corazón del 15006 haya pasado el tifón Covid-19. Aunque hace menos de una semana que esta y el resto de las zonas de A Coruña estrenaran la "nueva normalidad", el despertar del barrio se produjo, casi por completo, con el comienzo de la fase 3.

La hostelera Vanessa Docampo da buena cuenta de ello. Con la destreza y agilidad de quien ya acumula años tras la barra, es hora punta y la propietaria del bar Galicia Gaiteira C.F no tiene un respiro. Entra, sale, sirve una mesa, desinfecta otra, cobra, reparte el pincho del día y, entre medias, comenta con su clientela, más que habitual, el devenir de los acontecimientos. Un ritmo frenético, pero que evidencia que la salud de la que este y otros negocios gozaban antaño empieza a recuperarse. Y que la gente empieza a perder, también, el miedo.

"Abrí en la fase 2 con mucho miedo, al principio fue más tenso, pero la gente va respondiendo, está ociosa y le apetece venir, tomarse la caña?", admite. El suyo no es el único local que va recuperando el pulso. Un simple vistazo a la calle basta para comprobar que los vecinos no han perdido afición por las terrazas. No obstante, aunque el temor se va disipando, la prudencia persiste. "No he tenido problema con el comportamiento de ningún cliente en cuanto a las normas, las primeras semanas puse un cartel con las recomendaciones de higiene, pero la gente se comporta", señala.

Raro es, en tiempos del Covid, el que no lleva mascarilla. Es el único elemento que rompe la normalidad en este y otros barrios de la ciudad, aunque la mayoría ha normalizado el nuevo "accesorio" pandémico a fuerza de costumbre desde que, bien entrados en la fase 2, su uso se volvió obligatorio. Lo ha hecho la farmacéutica Ariana Fernández, cuya tienda de cosmética personalizada para cada tipo de piel comienza a recuperar el flujo de clientes al que estaba acostumbrada. Extremando, eso sí, las medidas de protección e higiene, ya que para servicios como los que ella ofrece, tales como los diagnósticos faciales, el mantenimiento de la distancia social se queda fuera de las posibilidades.

La clientela no ha cambiado, pero sí la demanda. El hidrogel natural es ahora el producto estrella que sale de su dispensario. "Es lo que más hemos vendido, porque lo hacemos aquí, y además de desinfectar, humecta la zona y cuida las manos", explica. Tiene su propia teoría sobre el porqué de que el interés en negocios como el suyo no haya caído en picado, en favor de otras cosas consideradas prioritarias. "Creo que la gente, al estar recluida, ha empezado a tomar conciencia de su cuerpo, y se ha dado cuenta de que lo importante es cuidarse, a uno mismo y a su familia. Nos hemos observado más", apunta.

Pese a todo, y aunque la impresión de normalidad impere al primer vistazo, ni el suyo ni el resto de negocios del vecindario han escapado a ciertos cambios que definen los trazos de la llamada nueva normalidad. No resulta ya extraño para nadie que un tope en la puerta separe los flujos de entrada y salida en ciertos comercios, ni el hecho de tener que esperar de pie unos minutos para que el camarero limpie la mesa a conciencia tras la marcha de los clientes anteriores. Tampoco en A Gaiteira, donde la vieja normalidad, ataviada con mascarilla, parece haber regresado para quedarse.

Vanessa Docampo - Hostelera"Todo es volver a empezar y acostumbrarse"

Aunque abrió sus puertas el 25 de mayo, a Vanessa Docampo, propietaria de Galicia Gaiteira C.F, el aire se lo dio la fase 3 con el levantamiento de la prohibición del uso de la barra y el aumento del aforo permitido. "La barra siempre tira más. Tengo muchos clientes que son de venir, tomarse la caña, el tapeo€", explica. Aunque al principio,la separación de las mesas y la obligatoriedad de las desinfecciones proporcionaban "más trabajo y menos rentabilidad", ella y los clientes se han acostumbrado, y ya funcionan al mismo son. "Todo es volver a aprender, pero vamos acostumbrándonos", afirma.

Jacinto Ruiz - Vecino"La gente ha cogido miedo por la pandemia"

No es de la zona, pero la frecuenta diariamente debido al trabajo de su mujer, por lo que es casi un vecino más. La cuarentena la ha pasado en su casa de las afueras, donde el encierro no se le ha hecho tan cuesta arriba, al disponer de cierta libertad de movimientos. Él, por su parte, no se cambia por nadie. "Imagino que, para la gente más urbanita, que vive en un piso de la ciudad, habrá sido más opresivo", aventura. Ahora, de vuelta en el barrio, observa una dosis extra de prudencia en sus vecinos: "La gente ha cogido miedo. Esta pandemia es, probablemente, lo más grave que han conocido".

Lucía García - Vecina"Hago vida normal, pero con mascarilla y lavados"

Para Lucía García, la cuarentena supuso el momento perfecto para dar salida a esos asuntos que, por falta de tiempo o ganas, se van posponiendo. De vuelta a la vida normal, la joven reconoce que la mayoría de locales que frecuenta ha hecho los deberes. "No ves a nadie sin mascarilla, casi todos tienen las mesas separadas y hay bastante sitio. Yo hago vida normal, pero con mascarilla y mucho lavado de manos", relata. Como ella, ha habido quien ha optimizado los meses de encierro para las cuentas pendientes: "Ha habido locales que han aprovechado el cierre para hacer reformas".

Antonio Vilas - Vecino"Ya no noto diferencia, lo veo todo como antes"

Todo estudiante está acostumbrado, en época de exámenes, a cierta dosis de encierro. Nada ha cambiado en este caso pese a estar viviendo una pandemia, ya que a Antonio Vilas el confinamiento lo pilló entre libros y apuntes. "Fue bastante llevadero, la verdad, pero se agradece el poder salir", reconoce. Relata que el barrio empezó a volver a la vida a partir de la fase 2, cuando empezaron a llenarse las calles, los comercios y los bares, y, desde entonces, la normalidad se ha asentado. "No noto diferencia desde hace semanas, las terrazas están llenas, lo veo todo como antes", dice.

Ariana Fernández - Comerciante"La gente se está cuidando más que antes"

Ariana Fernández invirtió los meses de cuarentena, en los que tuvo que echar el cierre a su negocio de dermocosmética personalizada, a mejorar la página web y atender a su clientela, ya fidelizada, por este canal. "Clientes nuevos no capturé, pero atendí pedidos de los que nos conocían", explica. Cuando pudo abrir en la fase 1, lo hizo con variaciones en las instalaciones, como las sillas de metacrilato en lugar de las de tela o los cambios en la zona de la cabina. Admite que al principio no las tenía todas consigo: "Pensé que no iba a venir nadie, pero la gente se está cuidando más que antes".