Las cámaras vuelven a rodar en la ciudad, los actores a interpretar y los técnicos a iluminar, decorar y maquillar. En el camino hacia la normalidad que interrumpió de forma brusca la pandemia del coronavirus hace más de tres meses, el sector audiovisual asoma la cabeza para recuperar el ritmo habitual de su actividad y se adapta a nuevos escenarios de trabajo. Como ayer hizo un equipo de casi una treintena de personas en la plaza de San Nicolás para la grabación, en una sola jornada, de un spot publicitario para la empresa Vegalsa, de los primeros que se ruedan en la ciudad en los últimos meses.

El retorno a un decorado, en este caso dos viviendas de la céntrica plaza coruñesa, prácticamente una frente a la otra, activa, como en todos los ámbitos que de forma progresiva han vuelto a sus rutinas, las debidas medidas de higiene y seguridad acordes con los protocolos establecidos por Sanidad para el sector audiovisual. Así, si el personal del departamento artístico necesita instalar equipamiento en un set nadie más pueda estar en el mismo lugar; cuando termina entran los técnicos de fotografía e iluminación; y al acabar estos, le llega el turno al equipo de rodaje y los actores, explica Patricia Consterlan directora de producción de la pieza publicitaria. "Hay geles hidroalcohólicos en cada entrada a una estancia y alfombras especiales, y cada persona lleva su mascarilla; el uso de guantes no es obligatorio y al cargar materiales pesados no es recomendable", añade.

Maquillaje, por ejemplo, trabaja con material desechable para cada actor o figurante y la obligatoriedad de guardar la distancia de seguridad de dos metros entre personas fomenta la creación de combos de trabajo que antes estaban a dos metros unos de otros y ahora están a ocho o en otra habitación y "con el personal mínimo imprescindible", apunta Xan Domínguez, director creativo de Molotov Cóctel Creativo.

Pero ¿y si los actores se tienen que abrazar o besar? No se da el caso en este anuncio , a excepción de un acercamiento final que viene a reflejar cómo las personas se han comportado en su relación con los demás durante el estado de alarma. Porque la producción mostrará precisamente el cambio de hábitos, tanto personales como de consumo, "desde una perspectiva cariñosa" en estos meses marcados por el Covid-19.

"Es una historia que nace de los cambios de hábitos de las personas por el confinamiento. Es una parodia feliz para reírnos de nosotros mismos, de cosas que antes no hacíamos o de conocer al fin a los vecinos. Eso, y los nuevos hábitos en el modelo de compra y de consumo en los supermercados, se va a reflejar en un tono divertido pero sin quitar hierro a la situación", explica Domínguez.

"En la idea trabajamos durante el confinamiento y ahora que podemos ya trabajar con garantías y ocupando la vía pública, empezamos a rodar tras recibir el ok al proyecto", cuenta el profesional.