La Asociación de Ayuda a Familias de Drogodependientes (Adafad) ha experimentado un incremento de primeras consultas tras el confinamiento. Desde que se flexibilizaron las restricciones en la movilidad, han sido aproximadamente quince las familias que han acudido por primera vez a su oficina, en la calle Rosalía de Castro, para pedir consejo, una cifra que dobla a la que solía tener la entidad en el mismo periodo de años anteriores, cuando eran menos de una decena los usuarios que solicitaban una primera reunión con los profesionales de la entidad.

La directora de Adafad, María José Lamas, explica que el confinamiento ha sido "duro" para todo el mundo, aunque en algunos casos más que en otros, como en aquellos en los que los problemas de convivencia ya se habían hecho patentes antes de la cuarentena, o en los que había familiares con adicciones. Fue por ello por lo que la entidad siguió prestando sus servicios, para intentar que estos conflictos se contuviesen y que todos los miembros de la familia pudiesen convivir con los menores problemas posibles. En esta tarea les ayudó, según explica Lamas, el hecho de tener "un enemigo común" al que vencer. Es por ello por lo que, casi el 100% de las familias que continuaron con su terapia durante el confinamiento consiguieron, según indica Lamas, el objetivo marcado.

El aumento en las primeras citas se debe a que, durante la cuarentena, "salieron a la luz" determinados problemas que antes no eran tan protagonistas en el hogar porque se diluían entre los horarios y las rutinas de la vida diaria de cada uno de los miembros de la familia.

Para que la situación no empeore con la recuperación de viejos hábitos y costumbres, la entidad, que ofrece sus servicios de manera gratuita, ha diseñado varios cursos en los que quiere que participen los jóvenes, para que tomen conciencia de su "protagonismo" no solo en el presente en la lucha contra el coronavirus sino también en la construcción del futuro. "Está en sus manos", resume Lamas, que apunta a que muchos de los jóvenes que acudían con sus familias a Adafad y que eran consumidores de cannabis, siempre en grupo y con sus amigos, han tenido que abandonar este hábito, de modo que tienen una oportunidad con la nueva normalidad de hacer un cambio en su vida y de seguir creciendo.

"El consumo se redujo enormemente, no había grupo ni se podía salir, así que, no había consumo", relata. Y es que, durante el confinamiento, se complicó el acceso a estas sustancias y se erradicó la posibilidad de reunirse en el parque para fumar en pandilla. "Esos primeros días fueron muy complicados, por eso era necesario compartir el tiempo, proponer cosas que hacer y no estar encerrado en la habitación. La cocina siempre resulta un buen lugar para estas cosas", concluye Lamas. Estos talleres -que han ofrecido a entidades como la Fundación María José Jove- profundizarán también en la resonancia colectiva que tienen actos individuales como ponerse la mascarilla o respetar la distancia de seguridad. "Tenemos que colaborar, la solidaridad es necesaria para todo, pero en estas circunstancias, más y los jóvenes tienen que saber que son importantes y eso forma parte de su desarrollo moral y ético. Ellos van evolucionando y nosotros tenemos que echarles una mano", relata.