Uno es de donde pace, no de donde nace. Un mantra por el que sin duda se siente representado Iván de la Fuente, vallisoletano de nacimiento pero coruñés de adopción. Un sentimiento que no ha dudado en plasmar en su piel para siempre, a través del tatuaje de un skyline realista en miniatura, obra del tatuador David Honrubia que reúne los monumentos y edificios más representativos de A Coruña. Porque el orgullo va por dentro, pero también puede llevarse a la vista. A sus 14 años, recién llegado a la ciudad por el traslado de su padre, lo tuvo claro. Era coruñés y del Dépor. "Llegué y me encontré con la gente celebrando la Copa del 95 en la fuente de Cuatro Caminos. Niños, padres, jóvenes, viejos... todos a una con el equipo. Me enamoré de la ciudad y del equipo", recuerda él.

Desde entonces han pasado 25 años, 20 de ellos con el carné blanquiazul en la mano. Tuvo claro siempre cuál sería su primer y único tatuaje. "Tiene que ser algo que te vaya a gustar para siempre. En mi caso, hay dos cosas que voy a querer pase lo que pase: a mi familia y a A Coruña", afirma.

Si se habla de diseños que plasman el perfil de la ciudad, los del artista Ismael Soliño tienen vida propia. Su técnica, trazos y colores, inspirados en las pinturas a acuarela, son perfectamente reconocibles para cualquiera que sepa de su trabajo. Y aunque son muchos los que van a tiro fijo, los más son los que dan un voto de confianza y dejan al autor libertad para crear. "El skyline en tonos azules y naranjas se lo tatué a una arquitecta que tenía muy claro lo que quería. Era importante para ella que estuviese la frase I build', yo construyo", explica Soliño.

Aunque el trazo fino y las notas de color acuarelado conforman un estilo que triunfa entre sus clientela, el tatuaje realista es otro de sus fuertes, como demuestra la Torre de Hércules que plasmó, hace algún tiempo, en la piel de un coruñés morriñento que extrañaba su hogar.

"La Torre se la hice a un chico que vivía en Canarias y llevaba muchos años fuera de A Coruña por trabajo. Utilicé un estilo más realista, con la Rosa de los Vientos resaltada en negativo y la tormenta alrededor de la Torre para que destacase en primer plano", explica.

Como es de esperar, es el símbolo por excelencia de la ciudad el emblema favorito de los coruñeses que quieren dar testimonio de su apego a sus raíces. Marko González, de Coruña Tattoo, ha perdido la cuenta de los faros romanos que ha dibujado a lo largo de los años que lleva trabajando en la ciudad. Calcula que serán alrededor de 20, aunque lo suyo, en realidad, es el tatuaje futbolero y ultra, un mundo del que el propio artista proviene y al que se siente orgulloso de pertenecer. "Hago mucho tatuaje relacionado con el mundo del fútbol. Relativo al Dépor he hecho de todo, desde un RCD pequeño hasta el escudo enorme", relata.

El tatuaje que la coruñesa Marta Pazos luce en el muslo, salido de la pluma de Marko, González, da buena cuenta de su talento para el estilo tradicional y old school, uno de los predilectos en el universo ultra. El de Marta Pazos la retrata a ella de niña con su padre, ambos de espaldas frente a la torre de Marathón. "Me lo hice como regalo del día del padre, porque él me llevaba a ver al Dépor de pequeña y nos inculcó a mí y a mis hermanos el sentimiento ultra. Quería representar que el fútbol no es solo para chicos", revela. El amor por sus raíces no se queda ahí, ya que a la de Marathón la acompaña la de Hércules sobre su pecho.

Un caso similar al de Miguel Carreira y su María Pita, que completa el mosaico patriota que cubre la piel de este coruñés, junto a la Torre y el escudo del Dépor. Tampoco tiene intención de quedarse ahí. "Tengo pensado hacerme también el estadio de Riazor", adelanta.

No obstante, en Os Castros saben bien que el Dépor no es el único equipo de la ciudad y que el sentimiento de pertenencia comienza en el barrio. "Os Castros es nuestro centro", zanja Vichu Cancelo. En su antebrazo, el 15006 que se tatuaron en su día varios amigos del barrio para sellar una amistad curtida en las calles del distrito; y en el gemelo, el escudo del Club Atlético dos Castros, más que un club para todas sus generaciones de jugadores.

Una idiosincrasia en peligro de extinción que el joven no dudó en llevar en su piel para siempre. "Esto no es un equipo, es una familia No hay líos con padres que se quejen de que los hijos no juegan, aquí nadie cobra un duro, todo se hace de forma gratuita y por pasarlo bien. Quien es de Os Castros está orgulloso de serlo, pero es un sentimiento que creo que se está perdiendo", lamenta.