"Se echaba de menos, mucho. Y es raro ver aquí un concierto sentada y con tan poca gente, pero vale la pena. La música, el arte en directo, siempre vale la pena", aseguraba Esther Aja, una asistente al concierto de Igor Paskual en Mardi Gras el pasado viernes, a través de la mascarilla y desde su silla, próxima a la entrada del local. La imagen de una treintena de personas sentadas frente al al rockero -guitarrista de Loquillo-, por momentos bailando en sus sillas, ofrecía un ilustrativo contraste con aquella normalidad prepandemia en la que los fieles del rock y géneros afines, de pie salvo excepción, llenaban la sala y se aproximaban entre ellos y al escenario, mecidos por la música.

El público recibe tímido pero agradecido la vuelta de los directos y los gerentes de las salas se debaten entre el alivio por poder retomar la actividad y la preocupación por cumplir con rigor las medidas sanitarias y por hacer frente a una importante rebaja en los ingresos. Garufa Club o Jazz Filloa han vuelto a ofrecer también espectáculos en vivo, mientras que otros como Bâbâ Bar -el otro local de la ciudad miembro de la Asociación Galega de Salas de Música ao Vivo Clubtura- ha optado por esperar hasta septiembre para reabrir. En los recintos que han reactivado su oferta de directos, las mascarillas, los hidrogeles y, en los de mayor superfice, las marcas en el suelo para aclarar las direcciones y fijar separaciones se han colado entre el mobiliario y la decoración en esta nueva normalidad que se asienta.

El de Paskual en Mardi Gras fue el primer concierto tras el confinamiento que acogió la sala de Monte Alto. El músico agradeció la labor de todos los agentes que contribuyen a dar vida a la música en vivo y ayudan a "hacer sala" y propuso un brindis "por el reencuentro después de tantos meses". "¡Salud!", brindó Paskual, y el público le respondió con el mismo gesto y deseo.

"Es raro. Hemos empezado con un concierto en acústico porque se presta más para escuchar sentados. Poco a poco...", comentaba al término de la actuación el programador de la sala, Tomi Legido. Paskual destacó al finalizar la actuación que el Mardi Gras era el tercer recinto en el que actuaba el día que se retomaba la actividad, tras un concierto con Loquillo en el Wizink de Madrid y otro en la Semana Negra de Gijón. "Estoy emocionado por estar aquí. A mí la música me salvó la vida con once años y nos la salvó a todos en el confinamiento. Estar aquí me parece hermoso, es hacer comunidad", aseguró el rockero.

Esa noche, en Garufa Club sonaban standards de jazz en la voz de Paula Parker, acompañada por Roberto Somoza, Manuel Gutiérrez, Alber Grela y Alfonso Morán. "La gente está contenta, tiene ganas de escuchar cosas en vivo", celebraba Somoza en el descanso entre pases, que la sala aprovecha para desinfectar mobiliario. El músico -director y arreglista de la Garufa Blue Devils Big Band- aseguró que la respuesta del público era mejor de la que esperaban. "Las expectativas eran bajas. Como cuando empezamos con la big band", comentó divertido Somoza, en alusión a los inicios de la formación que, antes de la pandemia, ya cosechaba éxitos de público en la sala de Riazor dos veces al mes.

Los asistentes fueron alrededor de una treintena en cada pase en el concierto de Garufa Club ese viernes, una décima parte del aforo máximo que solía tener el recinto, ahora rebajado a 90 personas para poder garantizar las distancias. El público comentaba la mella que ha hecho el virus en la asistencia, caída que amenaza la supervivencia de las salas.

La reducción del aforo ha llevado al Jazz Filloa a tener que dejar fuera a "tres o cuatro" personas en alguna actuación para cumplir con su máximo actual, de 25 asistentes, explica uno de los gerentes, Alberto Mella. "Es muy raro. Pero la gente que hay se porta bien", comentó durante el concierto, este miércoles, de Lois Rivera Trío. "Está bien poder volver a tocar. Estamos un poco como si estuviéramos fríos, cuesta más que antes, pero estamos contentos. Es un poco raro porque el ambiente no es el que era, está la mitad del público, pero la energía de la gente es igual o mejor; se ve que tenían ganas", aseguró el contrabajista, Miguel Piñeiro, que flanqueó a Rivera junto a la baterista Ana Sanabria.

Para tratar de compensar la caída en la recaudación de la venta de entradas -para los músicos- y de consumiciones -para el club-, el Jazz Filloa comenzará a ofertar cada uno de los dos pases que suele hacer en los conciertos como actuaciones separadas, con entradas diferenciadas para cada pase. "Si no, no da ni para los músicos ni para la sala", afirma Mella.

En el descanso entre pases, público del local de Rúa Cega conversaba fuera, junto a las mesas del exterior del local. Reencuentros y saludos con el codo y charlas sobre la vuelta de los directos y los cambios vitales tras el confinamiento marcaban las conversaciones a la puerta del santuario del jazz.

El virus, en clave de humor

" Meu pai bótalle gotas de gel hidroalcohólico ao café", bromeó este jueves en Garufa Club Oswaldo Digón, líder junto a Gari Garrido de Almas de Cántaro, proyecto que combina humor y rock, con la música en directo de Luis y Juan Tinaquero en la guitarra y el bajo, respectivamente, y de Miguel Queixas en la batería. En su vuelta a los escenarios tras el confinamiento, los humoristas dedicaron buena parte del espectáculo a transformar en risas lo vivido a causa de la pandemia.

Una disparatada teoría conspiranoica que señalaba como responsable del coronavirus a Abel Caballero, tras repasar los vínculos con el Dalai Lama, Richard Gere y Julia Roberts; bromas sobre las parcelaciones en las playas o chistes sobre los aplausos desde los balcones comparados con los de algún músico en sus conciertos consiguieron brindar a los presentes una desternillante revisión del confinamiento y el virus. "Después de tantos meses, que vengáis a ver el espectáculo es para nosotros un regalo", agradeció Digón al público asistente.

Camisetas de apoyo

Las cuatro salas pertenecientes a Clubtura, federadas en la Asociación Estatal de Salas de Música en Directo (Access), mantienen a la venta las camisetas solidarias que comenzaron a comercializar el mes pasado para recabar apoyos ante la difícil situación económica que atraviesan. Con el lema Apoya tu sala, mismo hashtag impulsado a nivel estatal en redes sociales para reivindicar la importancia de mantener vivos los espacios de música en directo y llamar a público y clientes asiduos a apoyarlas, las prendas pueden adquirirse en Garufa Club, Mardi Gras, Jazz Filloa, Bristol Bar o Rock Box a 20 euros y por 22 euros se envían a domicilio. Los interesados en recibir las camisetas, disponibles en varias tallas de hombre y de mujer, en sus casas, pueden pedirlas a través del correo electrónico entradas@salamardigras.com.entradas@salamardigras.com