Belén González perteneció a la primera promoción de la Escuela de Caminos, Puertos y Canales, y esta semana se ha convertido en la primera exalumna en lograr una cátedra en la universidad española. La docente, parte de un grupo de investigación de la Universidade da Coruña (UDC), insiste en la divulgación para dar a conocer la labor del profesorado, y para compartir los conocimientos que equipos como el suyo generan sobre materiales de construcción sostenibles, sustancias inteligentes que aumenten la vida útil de las viviendas o incluso la impresión 3D de hormigón.

Han tenido que pasar casi 30 años para que una exalumna de la Escuela de Caminos lograra una cátedra.

(Ríe) Sí, la carrera del profesor universitario es larga y complicada. Yo estudié en la Escuela, y durante la carrera tuve un contacto con la investigación en una asignatura que fue la semilla que hoy me ha llevado hasta aquí. Llegar a ser catedrática en la Universidade da Coruña para mí es un orgullo y un reconocimiento al trabajo duro que supone para el profesor universitario alcanzar este hito, porque la trayectoria tiene muchos obstáculos.

¿Por ejemplo?

Los cambios legislativos que ha ido sufriendo el programa de contratación de profesorado, conseguir financiación para investigar... Otra gran dificultad es la exigencia de tareas al profesor universitario, al que se le presupone la docencia, la investigación, la petición de proyectos, la gestión del presupuesto si lo consigues? Todo ese trabajo no se ve.

¿Está infravalorado?

Yo creo que sí. Es el gran desconocido, incluso desde el ámbito más cercano no saben a qué nos dedicamos cuando no damos clase. El trabajo de profesor universitario está poco visibilizado, no se sabe muy bien qué hacemos. Todo el mundo termina preguntando cuando llega julio si ya estás de vacaciones, pero no, estás en esa investigación que has dejado pendiente porque has tenido que dedicarte a otras cosas que te han impedido avanzar. Esa labor de investigación tan necesaria para que las universidades españolas sean punteras es la que no se le reconoce al profesor universitario.

Quizá no se han sabido manejar los resultados de forma adecuada.

Efectivamente. Yo digo que el trabajo del profesor universitario es cada vez más la divulgación, para poder transferir a la sociedad los conocimientos que se generan en la universidad.

Comentan los investigadores que en España cuesta lograr cierta autonomía en la investigación. ¿Es un área secundaria?

Es verdad que hace unos años el sistema piramidal de la universidad era bastante rígido. Pero eso ha ido cambiando. En mi grupo de investigación, las personas que han estado por encima me han permitido ser investigadora principal en muchos proyectos y liderar acciones. Pero ir progresando y conseguir financiación para captar a los nuevos talentos que puedan venir es complicado en España. Yo estuve unos años en la empresa privada. Cuando vuelves a la universidad, lo haces con un contrato con cargo a un proyecto, y resulta difícil tener presupuesto para mantenerte.

¿En qué situación ve hoy la Escuela respecto a cuando comenzó como alumna?

Los tiempos han cambiado, los estudiantes y los planes de estudio también? Han pasado muchos años, y hay cuestiones positivas y otras negativas. Las negativas son que la profesión de ingeniero de caminos cada vez resulta menos atractiva, y hemos tenido un descenso de estudiantes que la Escuela está intentando remediar. La ventaja es que, cuando yo empecé, la dotación que tenía en cuanto a equipamiento científico era pequeña. Los grupos que trabajan en esta Escuela, por suerte, se han preocupado por dotar al centro de un equipamiento puntero en el panorama nacional e incluso internacional. Los alumnos que llegan ahora, en ese sentido, lo tienen más fácil y se pueden involucrar.

Puertos, edificación sostenible? Muchas de las materias que les imparten son hoy pura actualidad.

El tema de la construcción sostenible es de actualidad, efectivamente... La ingeniería de caminos va siempre de la mano de la sociedad.

¿La construcción está adquiriendo un fondo de conciencia que antes no se contemplaba?

Sin duda. Yo digo que los ingenieros de caminos han salvado más vidas que los médicos, porque todos los sistemas de saneamiento que se implantaron en la antigüedad supusieron un hito en las condiciones de salubridad y, por lo tanto, en la salud de las personas. En este caso, todas las áreas de esta Escuela están concienciadas con el tema de la sostenibilidad, y todas las materias que se imparten se hacen con esa visión.

Se ha hablado mucho del radón, del hormigón del Hospital Materno Infantil? ¿Urge caminar hacia nuevos materiales de construcción?

Sí. En la construcción estamos viviendo una etapa en la que tenemos que concienciarnos de que lo que hacemos debe mejorar o por lo menos mantener las posibilidades de las generaciones que vengan. Hay muchos materiales que han sido efectivos, pero ahora debemos plantearnos una alternativa para disminuir el consumo de los recursos naturales.

¿Cómo ve la de la ciudad a ese nivel?

Creo que, como la sociedad, también está cambiando. Nosotros lo que detectamos es que cada vez más nuestros políticos se conciencian de esta necesidad de caminar hacia la sostenibilidad. Siempre nos parecerá poco, pero hemos notado ayudas de empresas privadas, Xunta, Ayuntamiento? Nosotros, en nuestro grupo, somos muy activos en materiales de construcción sostenibles.

Otra de las líneas en las que trabajan es la aplicación de técnicas de inteligencia artificial a la construcción. ¿Se ha colado ahí también el 2.0.?

Por supuesto. Nosotros hemos aplicado técnicas de inteligencia artificial para desarrollar nuevos modelos de comportamiento del hormigón, pero se habla también cada vez más de hormigones inteligentes que incluyan sensores que nos den información sobre cómo están en cada momento para conseguir aumentar la vida útil de las estructuras. Las líneas que hemos planteado van hacia el desarrollo de hormigones sostenibles con residuos procedentes de otros procesos industriales, como los que se generan en la industria de la madera y de la piedra natural, y con materiales que permitan aumentar su vida útil. Hablamos de bacterias o biohormigones que consiguen sellar pequeñas fisuras. La última línea que planteamos es la de impresión 3D de hormigón.

Suena a ciencia-ficción.

Es algo que hoy en día se está empezando en muchos países, y nuestro grupo ha trabajado en el ámbito de la reología, que es fundamental para diseñar estos hormigones de impresión 3D. Pero este proyecto es muy ambicioso, y la financiación es imprescindible.