Un maestro luthier de poco más de 30 años constituye, en tiempos en los que los oficios manuales parecen estar condenados a la desaparición, toda una anomalía. Pablo Sánchez Otero supo que la artesanía musical era lo suyo casi desde siempre: criado en un entorno donde trabajar con las manos era la norma, y tras dos años de Arquitectura en los que comprobó que su sitio estaba en los talleres, el joven luthier emprendió el camino que culminó el pasado mes de marzo cuando, con una pandemia en ciernes, abrió su propio local en la calle Margaritas del Barrio de las Flores.

"Decidí volver en septiembre tras cinco años en Bélgica. Pasé unos meses preparando el local que tenía mi abuelo en el barrio, abrí en marzo y tuve que cerrar enseguida por la pandemia", explica. Si emprender es complicado, en la era postcovid es un acto de valientes.

Atrás quedan diez años de formación entre la escuela de Artes y Oficios de Vigo, donde aprendió sobre fabricación de instrumentos antiguos, cursos en Sigüenza con el célebre artesano José Luís Romanillos y más de seis años entre Inglaterra y Bélgica, donde trabajó, hasta 2019, de profesor de construcción de guitarras en una escuela.

La ligereza de sus instrumentos es su sello personal. "Si son ligeros responden mejor, vibran bien, se reparte el movimiento del sonido a través de todo el instrumento", explica. De sus manos salen guitarras españolas, eléctricas, mandolinas y hasta ukeleles, con diseños personalizados en función de las exigencias o gustos del cliente, o bien con una estética sencilla y respetuosa con el veteado y el color de la madera.

Además de con el instrumento, su compromiso es con el material y su sostenibilidad, "la de las personas que viven de proveerlo y la del propio material", un objetivo para el que se sirve, en muchas ocasiones, de la madera reciclada de muebles o vigas.

Los meses de parálisis tras la apertura fallida de su taller los centró en elaborar un stock de instrumentos propios que le permitiese ponerse en marcha cuanto antes su negocio y dedicación. La prioridad, ahora, es empezar a moverse. "Cuando se relaje la situación, iré a escuelas de música y conservatorios para ponerme en contacto con alumnos y profesores, para ventas o posibles reparaciones y mantenimiento de los instrumentos", adelanta.

En sus planes está dar al taller la inauguración que no pudo ser casi cinco meses, y, aunque admite que la incertidumbre por los tiempos de crisis que se avecinan provoca cierta intranquilidad, la ilusión de empezar un nuevo proyecto con sello propio pesa más que la inquietud. Él mismo lo apostilla: "Sé que no todo el mundo quiere invertir o se puede permitir algo así, pero yo estoy ilusionado. Siempre va a haber música, conciertos o quien toque en su casa. Si haces las cosas bien y pones cariño, debería funcionar".