Ana Díaz no tiene muy claro en qué puesto de trabajo se ve en un futuro. De lo que no cabe la menor duda es de que lo suyo son los trabajos manuales y creativos, en los que ya ha empezado a iniciarse con los estudios de Deseño e Amoblamento que cursa en Someso desde el pasado año. Aunque entró al ciclo, en cierto modo, por azar y por probar, ahora se queda.

"Estoy muy contenta. Tiene la parte de diseño, que es lo que me gustaba desde el principio, y el tema manual, engloba muchas cosas", explica ella. Aunque el confinamiento le impidió aprovechar al máximo las prácticas en el taller del centro, donde pudo elaborar sus propios muebles durante el primer trimestre del curso, ese contacto inicial con herramientas y materiales le sirvió para cerciorarse de que, finalmente, ese camino podría ser el suyo.

En su clase, las mujeres están en minoría. Muchas acceden al ciclo superior al quedarse sin plaza en otras titulaciones, y optan por cambiar tras el primer año. Del curso que termina, solo una procede de ciclo medio. Pese a la presencia masculina y los prejuicios que aún pesan sobre el gremio de la madera, Ana Díaz no se siente, en absoluto, fuera de lugar.

"En mi familia soy la única chica, crecí rodeada de primos. Mi familia siempre me animó a que hiciera lo que quisiera, no ven las profesiones como de hombres o de mujeres", relata. Asegura que le encanta aprender y que todo cabe con tal de formarse. No descarta, a largo plazo, probar suerte también en el mundo de la conducción. "No me disgustaría estudiar, por ejemplo, para ser profesora de autoescuela. De pequeña siempre quise tener el carné de moto y de coche. ¿Por qué no el de camión? Nunca está de más", reflexiona.