La autora gallega Xulia Vicente lleva toda la vida ligada al festival Viñetas desde o Atlántico. Antes, como aficionada, ahora, como autora invitada, la ilustradora muestra en la cita sus dos vertientes: por un lado, el gusto por lo fantástico que plasma en la saga juvenil Sello de dragón, y, por otro, su destreza para adaptar relatos biográficos, visible en Elisa y Marcela .

Estuvo en el primer Viñetas como aficionada, hace 23 años. Ahora vuelve como autora invitada.

El Viñetas ha sido siempre mi festival favorito, tiene un sabor especial, siempre lo he sentido como un festival súpercálido. Tienes la parte al aire libre, hay exposiciones en varios puntos, se traen autores increíbles, exposiciones muy cuidadas? al principio venía a disfrutar y a descubrir, aprendí lo que era este medio a través del festival. Cuando me llamaron para decirme que venía de invitada, fue una ilusión tremenda. Mis padres, viendo la exposición, estaban al borde de la lágrima. Ellos tomaron la iniciativa de traerme de pequeña.

¿Es complicado crecer en el mundillo en tan poco tiempo?

Ese es un temón, tiene muchas aristas. Ahora es más accesible, ir a una imprenta e imprimirte tu trabajo es mucho más fácil, como encontrar recursos accesibles en internet para aprender a dibujar. El mercado, por otro lado, está fastidiado. Con todo este tema del virus se viene una crisis que va a afectar al mundo de la edición. Si antes de la crisis no nos habíamos recuperado de los precios por página, ahora bajarán todavía más. En definitiva, vivir de las viñetas no es fácil.

Viene de dibujar aventura y fantasía, y, de repente, tuvo que enfrentarse a adaptar la vida de Marcela y Elisa, el trabajo del que está más orgullosa. ¿En qué género se enmarca?

Es difícil. Llevo unos cuantos trabajos, no soy novata, pero me cuesta poner mi carrera en perspectiva. Cada proyecto ha sido un poco distinto, me han llamado para hacer libros infantiles o trabajos orientados a la juventud, y tampoco era eso donde yo me enmarcaba inicialmente. Voy un poco a lo que va cayendo. Me costaría bastante definirlo. Me encanta dibujar fantástico, me gustaría dibujar ciencia ficción, pero no he estado ahí. Una cosa que tal vez no he hecho tanto ha sido romance, no he tenido la oportunidad, y me gustaría.

¿Fue Elisa y Marcela

Sí, pero Elisa y Marcela, aunque trata la historia de dos mujeres que se aman, era un cómic más biográfico que de romance. Eran pocas páginas, y es algo que me da rabia, porque la historia da para tanto y he podido contar tan poco?

¿Cómo se enfrentó al reto de pasar de la ficción a adaptar una biografía real?

Con mucho miedo, muchos nervios, mucho estrés (ríe). El cómic es una profesión muy solitaria, me empecé a tranquilizar cuando lo comenté con un amigo y me dijo que conocía a Guillermina Domínguez, una mujer que había investigado mucho sobre la historia de Elisa y Marcela. Estuve una tarde entera hablando por Skype con ella, hablamos de mis miedos y de todo. Me tranquilizó mucho, me dio confianza para tratar el tema. Esto me hizo respirar.

¿Es ingrato el mundo del cómic con los autores juveniles?

Creo que nos estamos dando cuenta de que hace falta que hagamos cosas para el público infantil y juvenil, venimos de una época en la que primó que el cómic ganara prestigio, llevarlo a los museos. Sí que se nos trató siempre como un medio menor, porque buscaba las audiencias del entretenimiento, pero cada vez se habla más de eso, y cala más el tema de que el medio es diverso y es un lenguaje en el que se puede contar cualquier cosa. Es importante que exista esa diversidad.

El oficio peca, en ocasiones, de exceso de testosterona. ¿Lo ha percibido?

En España, al final, lo sientes más de una forma micro, notas ciertos paternalismos. La formación del Colectivo de Autoras de Cómic en 2015 fue un punto importante porque nos dimos cuenta de que existíamos. Hasta ahí, las autoras que llevaban un tiempo publicando decían que se sentían como en una isla, nadando solas entre un montón de tíos. No había un sentimiento de acoso, pero la percepción era que estaban solas. Al juntarse, y comentar los problemas en común, se dieron cuenta de que existían. Al poner los puntos en común, hubo un avance en percepción. No creo que haya habido un problema de falta de acceso. Ahora hay tanto trabajo indiscutible de compañeras que no sería viable no publicarlo.