Nací y me crié en A Silva de Abaixo, cuando este lugar era una aldea, ya que estaba rodeado de campos y ni siquiera había traída de agua, por lo que los vecinos teníamos que ir a cogerla a las fuentes de la zona, una de las cuales aún existe hoy en día y a la que acuden personas del Agra do Orzán para recoger agua debido a que tiene un sabor excelente.

Me crié con mis tíos debido a que mis padres había emigrado a Venezuela y mi primer colegio fue el de la profesora Andrea, situado en mi barrio y en el que estuve tres años, tras los que pasé al de San José y luego a la Escuela del Trabajo, en la que aprendí el oficio de mecánico ajustador hasta los dieciséis años. A esa edad empecé a trabajar de fontanero con mi tío Guillermo en las obras, aunque al cabo de un año entré en la empresa Cabarcos, en Mariscal Pardo de Cela, como ayudante en el arreglo de camiones. De allí nos mudamos primero a Ángel Senra y después a O Ventorrillo, donde fue el concesionario de Barreiros, Simca, Talbot y Chrysler.

Diez años más tarde entré en Tageasa, en Agrela, y luego aprobé unas oposiciones a funcionario, empleo que mantuve hasta mi jubilación. Durante mi trabajo como mecánico hice la mili en Intendencia y me casé con Marta, a la que conocía desde jovencito, y tuve con ella tres hijos - Marta, Fernando e Iván-, quienes nos dieron tres nietos: Fernando, Jorge y Laura.

Mi pandilla del barrio estuvo formada por Manuel, Lete, Tito, Parada, Pedro, Juan el gaitas, Lolo y José María, con quienes jugaba sobre todo a la pelota. Lo que más nos gustaba era ir al cine los domingos, sobre todo al Finisterre, Santa Margarita, España, Gaiteira, Doré y Monelos.

También hacíamos carritos de madera con rodamientos de bolas que conseguíamos en talleres para hacer competiciones por las cuestas asfaltadas del barrio, aunque la carretera de A Silva también nos servía porque apenas había coches. Uno de mis recuerdos de esos años son las fiestas que se hacían todos los años tanto en A Silva de Abaixo como de Arriba, además de en Santa Margarita, Vioño y A Moura.

Fui con mi pandilla muchas veces a ver los combates de boxeo que se organizaban en la antigua plaza de toros, en la que había un gran ambiente y donde vi pelear a Folledo contra Grandío y en lucha libre americana a Moyán contra Sotelo. Para ver partidos del Deportivo en el viejo estadio de Riazor, solíamos escalar la muralla donde estaba el marcador, desde la que veíamos el encuentro.

También íbamos a menudo al local de los futbolines de Paco, situado en la calle San Sebastián, mientras que en el centro acudíamos a la Bolera Americana. A los trece años empecé a jugar al fútbol en el Silva, en el que tuve como compañeros a Zas, Juan, los hermanos Piña, Anselmo, Ferreiro, Dopazo y Piño, con quienes el último año que jugué conseguimos ascender a primera división de modestos. Al dejar el fútbol me dediqué a la pesca con Cadaveira en O Portiño y cuando ese puerto se modernizó participé en campeonatos con mi amigo Mantiñán. Hoy soy uno de los pescadores más antiguos de O Portiño, a donde sigo yendo casi todos los días para pescar si el mar lo permite.

Testimonio recogido por Luis Longueira