Cuando uno es padre y rebasa los últimos días del mes de agosto, sabe que la vuelta al cole, con todo lo que implica, es una realidad inminente. Es el signo definitivo de la llegada de la normalidad tras la vorágine veraniega, en la que los campamentos son la salvación de muchos y la conciliación se convierte, en ocasiones, en un reto que ocasiona auténticos quebraderos de cabeza.

Este año, la cosa se complica. La tranquilidad que aporta al núcleo familiar la organización de la jornada con la llegada de las clases y las actividades extraescolares se tambalea ante la perspectiva de un rebrote que mande a los pequeños a casa de un día para otro, dejando a los padres sin margen de maniobra.

Un horizonte incierto que preocupa a madres y padres, que ya comienzan a dirimir posibles estrategias por si la situación se complica. "No es fácil. En mi caso podría dejar a las niñas con la tía, pero ella también tiene un niño que puede sufrir un rebrote en su centro", reflexiona María Arias, madre de dos niñas de 2 y 5 años.

Muchos son los que prefieren, no obstante, no pensar demasiado en contingentes futuros, ya que saben que, ante la imposibilidad de prever lo que ocurrirá, tendrán que arreglárselas sobre la marcha sin más opciones. "En septiembre, podemos seguir teletrabajando, por lo que si hay un rebrote, siempre habrá alguien en casa. Luego, en octubre, ya se verá como hacemos", afirma Daniel Barrera, padre de un niño de tres años.

Al margen del cómo se las arreglarán en caso de rebrote, la otra gran preocupación de los padres y madres coruñesas estriba en la forma en la que se organizarán en los propios centros para minimizar los inevitables riesgos de juntar a una multitud considerable de niños en espacios reducidos. La información, lamentan, ha sido escasa en todo momento. A menos de una semana del inicio del curso, la mayoría no sabe todavía cómo se desarrollará la vida en las aulas.

Qué ocurrirá con el comedor, si habrá servicio de guardería a horas tempranas, el devenir de las actividades extraescolares en las que el contacto es inevitable o si finalmente se habilitarán nuevas instalaciones en los centros sigue siendo un misterio para la mayoría de familias.

Aunque muchos colegios se han adelantado, y han publicado en sus páginas web sus propias guías y planes, los más son los que aguardan a que se les envíe, desde la Xunta, un protocolo definitivo y común a todo el sistema educativo gallego, que probablemente verá la luz mañana. Lo que sí sabe la mayoría son los que ya se han convertido en los mínimos exigibles en cualquier local o establecimiento, cuya aplicación se hará extensible también a las aulas.

El distanciamiento entre puestos y pupitres parece haber llegado para quedarse en un momento en el que, desde escuelas y centros, se había comenzado a apostar con fuerza por el trabajo en equipo y los modelos cooperativos. Aunque no se fija una ratio recomendada por clase, en centros en los que se rebasen los 30 alumnos por clase se podrá retirar parte del mobiliario para asegurar el distanciamiento.

En cada centro se introducirá la figura del equipo Covid, que recibirá formación por parte de personal sanitario para poder gestionar las posibles situaciones derivadas de la crisis sanitaria. El último protocolo anunciado por la Xunta plantea que el alumnado tenga asiento fijo en transporte y comedor. El modo de actuación ante posibles rebrotes quedará a criterio de cada centro, en función de los condicionantes que rodeen cada uno de los casos, y los niños deberán portar una segunda mascarilla de repuesto, además de la que lleven puesta durante el día.