De primeras, puede parecer un show un poco esquizofrénico. ¿Qué hacen Shostakóvich e Iron Maiden compartiendo programa ante un auditorio plagado de mascarillas, con niños, adultos y amantes tanto del jazz como de Paco de Lucía? From Bach to Radiohead suena a cajón de sastre, pero es muchas veces a ellos a los que uno acude cuando precisa algo, y dónde encuentra, sea por despiste o desmemoria, alguna grata sorpresa. El recital que ofrecerán mañana José Manuel Zapata y la Sinfónica de Galicia (OSG) se reserva en sus mangas más de uno de esos asombros, empezando por hacer sonar a Björk -la popular cantante islandesa de música experimental- como lo haría Mahler.

En el concierto, que tendrá lugar en el Coliseum a las 20.00 horas, la clásica abre su vestidor y reparte trajes de orquesta para los grandes de los principales estilos. Sin añadir un instrumento que no poseyera ya, la OSG acometerá piezas tanto de Rossini como de Arvo Pärt, Radiohead o Cacho Castaña, con fusiones a veces impensables como una cita de Shostakóvich en un tema de Iron Maiden. Dirigir semejante puzle correrá a cargo de Michael Thomas, que incluye una de sus composiciones inspirada en un amigo "que vendía bocadillos en su bicicleta por el norte de Londres". "Es una pieza muy descriptiva, con un ritmo que recrea el pedaleo. Si conoces la historia, puedes notar cómo reparte y se para a tomar un té inglés o se hunde en sus ensoñaciones", dice Juan Francisco Padilla.

El músico es el rostro tras una de las guitarras, y también tras los arreglos de una empresa que reconoce como "difícil, pero hermosa". Un par de años le llevó rematar todos sus hilos, desde que se le ocurriera pensar -quizá en un cierto arranque de rebeldía- que "no hay diferencia entre la música general y las obras clásicas". Dispuesto a mantener la estética sinfónica, se sumergió en pentagramas para "tocar con nuestros instrumentos canciones hechas para otros, pero que tienen la misma calidad". Y nada de comodines de la electrónica. "Cuando se va a hacer rock, existe la idea de poner una guitarra eléctrica, un bajo y una batería junto a la orquesta. Pero lo fundamental de este proyecto es que hay temas que pueden funcionar solo con una sinfónica y ser únicos", puntualiza el arreglista.

De la misma opinión es Michael Thomas, que ha compartido tardes de trabajo con creativos como Björk y Paul McCartney. El británico confirma que muchos autores populares "proceden de conservatorios y se exigen lo mismo que un concierto orquestal", por lo que estos y Bach están más cerca de lo que parece. En sus propias carnes lo sufrió Zapata, que recordaba ayer -con el humor de quien sabe verse en perspectiva- sus penurias como vocalista de Iron Maiden. "Me costó un huevo la primera vez que lo hicimos. Me lo puse en casa, traté de cantar sobre la grabación y no pude. Me lo tuvieron que bajar un tono porque me moría", bromea el tenor, que asegura que, a pesar del remedio, se hace "un esguince cada vez" que lo interpreta.

Después de espectáculos como Barrockeros -cuyo nombre lo indica todo- y el humorístico Concierto para Zapata y orquesta, pudiera parecer que el granadino está embarcado en la difícil aventura de modernizar la clásica. Desde el espectáculo, sin embargo, niegan estar en la misma ola que Ara Malikian o la Film Symphony Orchestra que, según Padilla, "no le hacen un favor al género porque no lo están tocando". Rubén Rubio, guitarrista del show, recalca que "no hay un intento" de innovar el estilo, aunque reconoce que "algo estamos haciendo mal" porque "cada vez hay más esfuerzos" pero lo sinfónico sigue resistiéndose para ciertos espectros de público. Embebido en su teléfono, pero sin perder detalle de lo que se habla, le da la razón Zapata, que afirma que "estamos involucionando" en la música.

"El número uno en Spotify este verano fue La Jeepeta. Y, en los primeros 50 puestos, había reguetones a cada cual más malo", lamenta el cantante. Intérpretes ahora mismo en boga, como Bad Bunny, quedarían fuera de la "música de ley", esa que según Padilla cuenta con unos cimientos sólidos sobre los que se puede "construir algo". "¿Cómo hacemos un tema de Bad Bunny con la orquesta y que no parezca una banda de pueblo intentando hacer Europe?", inquiere el músico entre risas. Con el tiempo, es seguro, alguien responderá a la pregunta.

Seis meses de ayuno

From Bach to Radiohead llega a A Coruña tras seis meses sin sonar en ningún auditorio. Sus intérpretes notan, de cara a mañana, la limitación de no haber podido coger músculo con los habituales directos, que siempre ayudan a redondear un espectáculo. La pesadilla para este, como para muchos otros, comenzó el 14 de marzo, cuando la troupe de Zapata tenía programada una función que no llegó a celebrarse. Se notaban ayer nervios entre el equipo, que confiesa estar "rezando" porque nada se tuerza en su representación del Coliseum.

La relajación esta semana de las restricciones sobre el área coruñesa permitirán un aforo de 300 personas, que deberán mantener las medidas de seguridad. La mención del aforo arranca un mohín a Zapata, que no comprende que "vayamos en aviones llenos y toquemos en auditorios vacíos". El tenor cuenta que este verano decidió hacer un monólogo "solo para poder salir al escenario y sentirme artista". Y es que regresar al ruedo ha sido complicado. "Llegó un momento en el que dejé de sentirme cantante. Pero el camino que he elegido es hacer que la vida de la gente sea más emocionante a través de la música", cuenta.