El curso empieza también en academias y escuelas técnicas, en la enseñanza más allá de las aulas de colegios e institutos, y lo hacen con limitaciones y medidas de seguridad, pero también integrando a su oferta los métodos que les ayudaron a sobrevivir durante el confinamiento.

El profesor de inglés Anthony Woollett, de la academia EnglishLanguageCo, explica que, durante este curso, va a mantener, para los estudiantes que así lo soliciten, las clases virtuales, tal y como las impartió durante el estado de alarma, con la pantalla del móvil como aliada, porque "el sistema funcionó entonces" y cree que no tiene que dejar de hacerlo ahora, cuando la incertidumbre se cierne sobre profesores y estudiantes.

"Muchos alumnos todavía están teletrabajando y no quieren ir al centro [la academia está en Juan Flórez, 146] todos los días de clase, así que, algunos continúan su formación online y otros combinan la enseñanza presencial con la virtual", explica Woollett, que está pendiente también de los universitarios y de si su curso empezará con normalidad, ya que son potenciales alumnos de su escuela.

En un inicio de curso marcado por las mascarillas, el gel hidroalcohólico y la distancia social, las academias han tenido que reinventarse y darle una vuelta a su manera de enseñar, ahora, no tan basada en el contacto y más centrada en la observación. Antía, que es profesora de diseño de la Escuela Superior de Diseño de Moda Formarte, comenta que ya en junio, con el fin del estado de alarma y la vuelta a la formación presencial, redistribuyeron los espacios para reducir incluso más los grupos en los que trabajaban sus alumnos, permitiendo que solo dos estudiantes compartiesen aula en la asignatura de confección.

"Ocupamos todo un piso de la escuela para que solo estuviesen dos alumnos por aula. Ahora creemos que no va a ser necesario porque la normativa es más flexible, pero aún nos la tenemos que estudiar bien", relata la profesora. Antes de abrir sus puertas a los nuevos estudiantes están en un proceso de compra de material no solo para las clases sino también para cumplir las medidas de seguridad, como mascarillas y geles.

"Cada uno tendrá que tener su propio material y no se podrá compartir, ni entre los estudiantes ni entre los profesores. No vamos a utilizar el ascensor", relata, entre los preparativos de un desfile de los modelos confeccionados el año pasado y, también, con los nuevos protocolos de la Xunta en la mano.

"Todavía estamos viendo cómo aplicamos las medidas", comenta. Entre las ya conocidas, estudian también la entrada y salida escalonada de las aulas, como ya lo habían hecho tras el estado de alarma, y mantienen la plataforma que utilizaron durante el confinamiento para dar clases virtualmente, por si hay que recurrir a este modelo de enseñanza una vez iniciado el curso., ya sea porque hay un positivo en la escuela o porque hay que volver a quedarse en casa.

A pesar de que esta no es la situación ideal, la profesora defiende que se puede aprender moda sin necesidad de tocarle a los proyectos, trabajando cada alumno en el suyo y fijándose en los detalles de los cortes o de las caídas de las telas.

"Nosotros llegamos a dar todas las clases, salvo confección, online, incluso patronaje, así que, con esfuerzo, se puede enseñar sin tener que tocar", resume.

La distancia social y la mascarilla no son tampoco impedimento para aprender música, según defiende Miguel Thomas, el director de la academia Rock School. A Coruña. Durante el confinamiento los docentes del centro impartieron sesiones virtuales, algunas en directo, otras, a través de vídeo con respuesta, en las que explicaban una lección y ponían deberes a los alumnos que, después, corregían en casa, y las mantendrán durante este nuevo curso, aunque Thomas recomienda acudir a alguna clase presencial para corregir "los detalles que se puedan escapar en una grabación" y que son visibles en el aula.

Aunque estas modalidades dan "muchísimo más trabajo a los profesores", las mantendrán durante este curso, para que sus alumnos no dejen las clases solo por miedo al contagio o por la imposibilidad de conciliar los horarios de la actividad con su trabajo o con la familia.

Una vez levantado el estado de alarma, en Rock School retomaron las clases en la academia después de pedir un informe de cómo podían adaptar su espacio a las medidas de seguridad requeridas por la Xunta. Así, que, según explica Thomas, cuentan con un protocolo en el que están reflejados desde la desinfección de la fotocopiadora hasta que los alumnos han de llevar a la clase sus guitarras porque ya no pueden usar las de la escuela, también han de llevar sus baquetas y usar no solo mascarilla sino también pantalla cuando toquen la batería.

"En el caso del piano, no queda más remedio que desinfectar el instrumento", comenta Miguel Thomas, mientras mide distancias entre profesor y alumno y pone marcas en el suelo para poner todo de su parte para que este inicio de curso sea seguro.

Dice que, hasta que empiecen los institutos y la Universidad y las familias sepan ya si tienen comedor para los más pequeños y a qué horas son las otras actividades extraescolares a las que quieren ir, no sabrán decir si el coronavirus ha afectado a las matrículas, aunque piensa que tanto los niños como los mayores seguirán en la escuela, aunque sea asistiendo a clase a través de métodos virtuales. "Septiembre está empezando como un curso normal en cuanto a matrículas", relata Thomas, ya que hay familias que llevaban a varios niños a clase y, ahora, como siguen teletrabajando, les es "más cómodo hacer un skype" que desplazarse al centro.

Este sistema favorece también a alumnos que llegaban a la escuela muy apurados de tiempo por la dificultad de aparcar en la zona (está en la calle Pla y Cancela) o a los que, por alguna razón, no se encuentran bien, ya que, desde casa, pueden dar la clase completa y sin prisas. Para evitar que niños y mayores se agolpen en la puerta, ya que no los pueden dejar entrar en el centro, han cambiado los horarios para que la entrada sea escalonada.