Pocas veces a los daños colaterales se les pone rostro. Pero en el siglo XIX, cuando España y A Coruña desperezaban sus empresas para acoger con brazos abiertos lo que la Historia acabaría por llamar Revolución Industrial, un grupo de mujeres logró hacerse un hueco a pie de página a golpe de denuncias. En 1857, hartas de las nuevas máquinas liadoras y de los cambios introducidos en la producción de pitillos, las cigarreras de la Fábrica de Tabacos se amotinaron. Aquel día, mientras quemaban y tiraban los modernos aparatos al mar, las insurrectas de la Palloza estaban escribiendo su propio capítulo, que pasaría a formar parte de las primeras huelgas femeninas de Galicia.

La protesta derivaba de la siega de sus derechos, sueldos y puestos de trabajo, consecuencia de la introducción de las novedades tecnológicas. Y acaso porque cuando uno lanza al océano su material laboral ya ha llegado demasiado lejos, no recularon ante los militares. Las mujeres los recibieron desde el tejado usando las tejas como proyectiles y demostrando que, a pesar de desarrollar un empleo monótono durante horas, la imaginación no se les había trastocado. Desde ese punto, en lo alto de la antigua Tabacalera, se imagina el comisario Ángel Calvo que se observarían las nubes esa mañana, las mismas que reproducen las xilografías de Diego Santomé en la muestra O Pronunciamento.

La exposición se inaugurará hoy en la Galería Vilaseco, que abrirá a las 17.00 horas sus puertas tras meses cerrada desde la pandemia. Su reencuentro con los visitantes gozará del familiar guiño al pasado de la urbe, con gestos tanto a la huelga de las cigarreras como a Emilia Pardo Bazán. La Tribuna, que la autora escribió inspirada por el suceso de la Palloza, encuentra su espacio entre las fotografías y esculturas de seis creadores gallegos enlazados por el arte contemporáneo. Sus piezas parten del que será siempre en cierto modo borrador de la Historia, un periódico, que se hizo eco de esa jornada del 57 en su tirada diaria.

A Calvo aquellas letras impresas le dieron "la excusa" para poner en marcha esta exhibición, para la que invitó a algunos artistas a compartir sus obras y, a otros, a crearlas desde cero en base a la noticia. Está en este segundo grupo Carme Nogueira, que tomó a Pardo Bazán para crear una tribuna con un tablero. Sobre ella, destaca la imagen de la mujer fumando característica de los cigarrillos Farias, un dibujo de la Tabacalera y un plano de la plaza que ocupa. También cierto deje de cartografía tiene La Tribuna Prueba II de Jorge Varela, que "coge la tribuna de la Revolución Rusa y la despieza en trozos de granito negro".

Según explica el comisario, la exposición posee la rara capacidad de unir el pasado con el camino más vanguardista del arte y, sobre todo, con esos gestos que perduran. "Este proyecto guarda relación con una serie que llevo un tiempo trabajando, sobre la idea del infraleve de Marcel Duchamp. Se refiere a cuando te sientas en un sillón acolchado y queda durante unos segundos tu marca, ese calor de tu presencia", indica. Ese mismo concepto de huella está presente en las obras de Rodríguez-Méndez -cien sobres que su madre le envió durante una década a Madrid con un traje confeccionado para su padre- y en las de Mar Ramón, que aún hoy delatan los surcos de sus dedos. En su taller de Niñodaguia, ubicado en Ourense, la artista coció y numeró los pedazos de cerámica que colocara en las esquinas de la casa de su familia, con el fin de "dejar constancia" de su hogar y honrar el ángulo, "ese punto de conflicto donde nada llega".

"Cada pieza", apunta Calvo, "tiene varios por qués, pero el objetivo es que quien entre no esté sujeto a un discurso, sino que pueda observarla libremente". El comisario destaca el trabajo con los volúmenes llevado a cabo por los artistas, entre los que Carla Souto, de pie junto a él, es una de las señaladas. La creación de la coruñesa juega con los espacios y la adaptación de los cuerpos al medio, mezclando fotografía, yeso y barro. Su presencia en O Pronunciamento es para la joven un modo de hallar la visibilidad que se le resiste al arte contemporáneo, y que ha hecho que su trayectoria, confiesa, no haya sido "nada fácil" en los cerca de seis años que lleva como escultora.

Su escollo se une esta vez al de las cigarreras para dar forma a la muestra. La galería iniciará con ella un ciclo anual, Convidados, en el que invitará a comisarios independientes para "dar a conocer a nuevos creadores y llegar a un público más amplio". Asegura Souto que aún queda camino para lo contemporáneo en la ciudad, ya que es complejo "que la gente se comprometa y se interese" en el género. "Hay un rechazo permanente al arte y el contemporáneo permite además la opinión exprés de espectadores sin mucha idea. Es un problema a nivel educacional", dice Calvo. En O Pronunciamento tienen la primera clase.