Cerca de cuatro décadas de trabajo le han valido a Mariella Devia (Chiusavecchia, 1948) el título de reina. Reina de Verdi y de Rossini con el bel canto, y reina también de las tablas cuando sube a ellas, hoy ya a sus 72 años, con su pelo nacarado y la presencia de quien ha sido Gilda, Violetta o Lucrezia decenas de veces. El tiempo le obligó a dejar los pesados trajes de la lírica, y adelgazó su agenda para centrarse solamente en los conciertos. Y aunque, admite, la retirada sucederá "más tarde o más temprano", siempre acaba por tentarle más A Coruña que la calma, y visita con frecuencia su costa para recalar en algún teatro.

El año pasado, la soprano participó en la Temporada Lírica para impartir el Curso de Interpretación Vocal para jóvenes cantantes, del que esta vez volverá a hacerse cargo en el Conservatorio Superior de Música. A su concierto final, que tendrá lugar el 26 de septiembre, le precederá esta noche en el teatro Colón (20.00 horas) el de Mariella Devia, el regreso de la Regina, una combinación de piezas de Listz, Chopin, Schumann, Donizetti y Verdi que interpretará junto al pianista Gilulio Zappa.

¿Son estos sus mejores conciertos, ahora que puede concentrarse por completo en la voz?

No sé si son mejores, pero un concierto compromete tanto a un artista como una ópera. Incluso diré que más, porque falta la escena, que a veces representa una ayuda.

Al retirarse de lo escénico, dejó atrás una parte importante de su carrera. ¿Se plantea abandonarla por completo?

Más tarde o más temprano sucederá.

A Coruña se está convirtiendo en parada anual obligada, pese a todo. ¿Qué le une tanto a España?

Me gusta España desde todos los puntos de vista y regreso siempre encantada porque amo el ambiente que se respira, la gente, el público? Creo que entre españoles e italianos existe una gran afinidad.

Ofreció su última ópera en España precisamente para Amigos de la Ópera, Lucrezia Borgia.

No sentí tristeza, solamente la alegría de haber cantado aquí una ópera a la que me siento muy ligada.

Dicen algunas sopranos que la ayuda emocional es a veces más importante que la técnica para una cantante.

Ambas cosas deberían andar a la par. Yo sostengo que la técnica distingue a un artista de aquel que canta bajo la ducha.

¿Quién se la dio a usted?

Inicialmente mi maestra, Jolanda Magnoni, y después he trabajado sobre mí misma y sobre la potencialidad.

¿Vale siempre la ópera el precio del desarraigo?

Sí, absolutamente.

Estuvo casada con el trompetista Sandro Verzari durante años. ¿Hay partes de una soprano que solo alguien del propio gremio puede comprender?

Ciertamente, haber estado casada con un músico para mí ha significado ser completamente comprendida desde un punto de vista emotivo, pero también profesional.

A ese nivel, ha sido una fuerte defensora del bel canto

He elegido el repertorio belcantista porque es el género musical que me gusta más y que se aproxima mejor a mis condiciones vocales. Personalmente, creo haber mejorado respecto a mis inicios a través de la experiencia y el estudio continuo. He continuado cantándolo durante toda mi carrera, y jamás me he arrepentido.

Se dice de usted que es la última gran reina italiana del bel canto

Espero que haya tantas como siempre ha habido en la historia de la música.

Los posibles aspirantes despegan hoy su carrera en un mundo deformado por el Covid. ¿Mermará el virus la cantera de la lírica, o está la ópera capeando bien el temporal?

No creo que este virus detenga la música como tampoco podrá detener ninguna forma de arte. Aunque nunca había vivido una experiencia de este tipo, y creo que nunca se había dado algo similar en tiempos de paz.

El año pasado impartió, como hará esta semana en el teatro Colón, el Curso de Interpretación Vocal a parte de esa nueva remesa de la que hablamos. ¿También se aprende como docente?

Ninguna cosa en específico. Seguramente se aprende a tener una mejor comunicación con los alumnos, y a enseñar de manera diversa a cada uno lo suyo, respetando las características vocales singulares. Yo me concentro siempre en los defectos que escucho en los estudiantes.

Cantantes jóvenes como la soprano Leonor Bonilla aún recuerdan sus clases magistrales, y la mencionan siempre como referente. ¿Uno llega a acostumbrarse a tales reverencias?

Le doy las gracias, ¡y al mismo tiempo no puedo negar que se trata de una bella responsabilidad!

¿Va esa admiración a la baja? Un barítono de la ciudad, Borja Quiza, denunciaba que el cantante ha quedado relegado al último escalón de la pirámide de la lírica.

Es cierto que los directores de escena y de orquesta son siempre más importantes, pero sin cantantes sería difícil realizar un espectáculo.

Lucia di Lammermoor y Lucia di Lammermoor Giulietta de I Capuleti e i Montecchi,

Cada ópera, cada partitura, pide sumergirse en el personaje y el estudio conlleva la sensibilidad del intérprete siempre. Por ejemplo, La Traviata, Norma, y todas las demás óperas que he cantado en los últimos decenios reclaman una gran intensidad emocional.

Han pasado más de 30 años desde entonces.

¡Ciertamente son 40!

¿Y qué ambiciona a estas alturas?

Estoy muy contenta de lo que he hecho. La ambición consiste en llegar a hacer lo que hago tanto como maestra como cantante de la misma manera.