El programa La ventana, que emite la Cadena SER de lunes a viernes, hizo ayer en el museo Mundo Estrella Galicia (Mega) de A Coruña la primera escala de la gira que realizará por todo el país tras el inicio de la pandemia. Su director, Carles Francino, explica en esta entrevista que decidieron llevarla a cabo porque el país mantiene su actividad y destaca las emociones vividas en la radio a lo largo de la pandemia.

¿Por qué decidieron poner en marcha esta gira cuando aún estamos en plena pandemia?

Hemos debatido mucho en la SER sobre esta gira y ha habido opiniones a favor y en contra, y al final se ha impuesto la tesis de que el país no está parado y que solo tenemos dos opciones: que vivamos todo el tiempo acogotados o que intentemos no fingir que esto es normal, porque no lo es, pero sí superar un poco el miedo. Teníamos muchas ganas de hacerla porque hacemos programas de cara al público con mucha frecuencia y empezó el viernes pasado Ángels Barceló en Torremolinos, yo estoy hoy [por ayer] en A Coruña y Pepa Bueno lo hará en Granada esta noche [por anoche].

¿Qué actitud están viendo en quienes acuden en persona a sus programas?

Es un público reducidísimo, porque cuando viajamos vamos a un teatro o a un auditorio el objetivo es llenarlo, por lo que ha habido programas con mil o dos mil personas. Y en Mega hemos estado con treinta que además estaban con su mascarilla y su distancia de seguridad, por lo que he dicho en antena que eran como una representación, ya que se trata de mantener el contacto pero con el protocolo que hay que guardar. Podíamos optar por hacerlo así, en pequeñito, o no hacer nada, y hemos optado por hacerlo porque está muy bien ver en cada sitio cómo se vive esto. En A Coruña no se vive igual que en Madrid por lo que hemos hablado con la gente de aquí. Y está muy bien contar realidades locales que son de interés general, como la historia de la recaudación que hizo el bar Chaflán antes de la pandemia para costear el viaje de un inmigrante a Senegal para despedir a su madre, que es cojonuda y lo que más gusta contar en la radio.

¿Trabajó confinado en su casa durante el estado de alarma?

No, yo fui todos los días a la radio. Fue una decisión personal mía, porque Pepa trabajó desde casa. Ahora seguimos siendo cuatro, pero yo prefiero trabajar en el estudio, sobre todo por ver a las compañeras técnicas. Desde casa no me sale.

¿Hacer el programa ahora fuera supone una sensación diferente?

Llevamos la mascarilla y no podemos tocarnos, pero el vínculo de la radio no se ha roto, sino al revés, se ha reforzado. Durante el confinamiento en la radio encontramos un tono y una manera de hacer que conseguía acompañar a la gente. Nosotros informamos y entretenemos, pero el verbo acompañar yo creo que es el fundamental en la radio.

¿Ha vivido durante estos meses algunos de los momentos más emotivos de su carrera profesional?

Sin duda, porque he tenido la desgracia que durante el confinamiento se murieron dos buenos amigos míos, aunque no de Covid, sino por el cáncer, que fueron Pau Donés y Michael Robinson. También hemos contado historias muy emocionantes y no lo quiero comparar con nada, pero por lo que ha durado el confinamiento y el estado en el que estábamos en la radio, sin duda es lo más emocionante que he vivido en mi carrera, y mira que he estado en atentados en el País Vasco, el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el 11-M, pero a mí me conmueven más las historias pequeñas de gente que es igual que tú que los grandes acontecimientos. Y al volver de vacaciones he comentado con colegas que me gusta mucho mi trabajo, pero ahora además me siento especialmente útil, lo que me anima mucho y me llena.

¿Le sorprendieron la multitud de iniciativas solidarias que surgieron durante la pandemia?

No, en absoluto, porque esa vena que tenemos como país cuando hay una desgracia no nos falla nunca. Pero tenemos otra vena absolutamente indeseable que consiste en que cuando pasa lo más difícil volvemos a discutir y estar en el barro en el que hace años que nos movemos. Y la situación de muchísima gente tampoco invita al optimismo y la empatía, porque a la gente que las está pasando canutas tampoco le puedes pedir milagros. En esta última semana en Madrid he visto una sensación de tristeza que no había visto antes. Y es una mierda porque el miedo mal que bien se puede gestionar, pero la tristeza te devora.

¿Se ha perdido una oportunidad para que los políticos se pusieran de acuerdo?

Absolutamente, es una oportunidad histórica perdida. No habrá, afortunadamente, un momento tan complicado en el que tanto tengamos que exigir a nuestros representantes que no metan la pata como la han metido, unos más que otros. Entiendo que es un asunto muy complejo y yo no querría estar en la piel de quien toma decisiones porque al final es mandar a la gente al paro o al cementerio. Pero no están dando la talla y forma parte de esa vena perversa del país.