Los archivos suelen guardar tesoros valiosos, muchas veces, desconocidos por desgracia para la ciudadanía, que tiene, pocas veces, la oportunidad de contemplar lo que esconden sus fondos. En este caso, los tesoros del Archivo Municipal, testigos tangibles de la historia, estarán disponibles para todo el que quiera acercarse a contemplarlos en la sala de exposiciones del palacio de María Pita, a través de la muestra Miradas Inalterables. Una exposición con la que sus comisarios, Mariola Suárez y Jaime Oíza elaboran un recorrido por el trabajo de los gabinetes fotográficos de la ciudad a lo largo del siglo XIX.

La muestra da la bienvenida al visitante con un punto de partida que aclara el contexto en el que se acotan los fondos expuestos: una enorme panorámica de la ciudad en 1860 abre la exposición, y otra, tomada en los noventa del mismo siglo, la cierra. A partir de ahí, el espectador asiste a una retrospectiva, a través de la cuidada selección de sus vitrinas, sobre los pasos primitivos de la disciplina fotográfica en la ciudad, comenzando por los primeros daguerrotipos que empezaban a retratar a la burguesía del momento, privilegio reservado anteriormente a la alta nobleza, y un mercado copado por los pintores miniaturistas, que se ven obligados a reconvertirse.

Manifestaciones del trabajo del daguerrotipista Enrique Luard, "El Julio Verne local", a ojos de la prensa del momento, la imagen múltiple de la cámara de cuatro objetivos de André Adolphe Disderí, capaz de democratizar tímidamente el acceso al retrato, conviven en la muestra bajo los cristales con elementos com los primeros álbumes familiares, las "estampas" de bolsillo de reyes y santos que empezaban a comercializarse.

La muestra pone el foco sobre dos lugares concretos de la ciudad, las calles Real y San Andrés, antes Acevedo y Espoz y Mina, donde se concentraban las sedes de estos gabinetes fotográficos, donde se asentaron grandes nombres de la disciplina como Sellier, Avrillón, Lanelonge o Ferrant. Otros nombres, en este caso los del otro lado del objetivo, destacan entre los retratados, como el de Pascual Veiga, las hermanas da Guarda, Barrié, Tapia o de Llano.

De la opulencia de los vestidos y tocados de aquella burguesía coruñesa que empezaba a ser retratada, pasando por la inocencia de los niños ataviados con sus mejores galas, se pasa a una fotografía más popular en la que ya entran otros estratos sociales como consecuencia del abaratamiento del servicio, así como los primeros retratos del rural tomados por fotógrafos ambulantes que expanden su actividad al tiempo que los primeros nombres gallegos y coruñeses empiezan a colarse entre los fotógrafos reconocidos del momento. Mucho que ver en María Pita, y, sobre todo, mucho que agradecer. "Esta muestra se compone, en gran medida, por fondos donados por ciudadanos al Archivo Municipal. Queremos que la gente conozca la riqueza del archivo", juzgan sus comisarios.