El director de la Orquesta Sinfónica de Galicia, Dima Slobodeniouk, dice que los músicos no tocan para ellos, que lo hacen para el público, que es su razón de ser, por quien convierten partitura en emoción. Es un momento incierto en el que la pandemia de coronavirus ha venido para alterar todos los planes pero, tanto los músicos de la Sinfónica, como su director, tienen la esperanza de recuperar, al menos, un poco de la normalidad perdida. Slobodeniouk tiene un camerino austero en el Coliseum, en la que es ya, según explica, su nueva casa.

Veo que todavía tiene sobre la mesa el folio con el repertorio que tocaron el pasado fin de semana con Xoel, ¿qué tal la experiencia?

Fantástica. Era muy bueno para nosotros, para la ciudad y para un recinto público hacer algo diferente. Tuvimos una conexión muy buena con él. Xoel es muy buen músico y fue muy divertido, sus canciones también lo son.

¿Supuso un reto salir del repertorio de la música clásica y afrontar unas canciones muy conocidas y de un estilo muy diferente del que suelen tocar habitualmente en las temporadas de la Sinfónica?

La orquesta ha tocado un montón de cosas diferentes. Adaptar el repertorio no era problema, adaptarlo para esta acústica y para mezclar el audio con ellos, sí. Ellos tocan con instrumentos eléctricos y nosotros no. Era difícil empastar los instrumentos, pero teníamos a buenos profesionales en la acústica.

Abren la temporada esta semana y estrenan recinto también, ¿es el Coliseum su casa ya?

Sí, es nuestra casa. Nos sentimos muy bien. Este escenario suena bien, es realmente acústico, aunque el espacio no lo fuese de inicio, pero hicimos que lo fuese. La gente del Coliseum y del Concello nos ayudó mucho y todos teníamos muchas ganas de que funcionase. Nuestro único propósito era que funcionase porque, sin este espacio, no habría temporada, no habría orquesta. Sabemos que son tiempos difíciles y es ahora cuando la cultura nos motiva para continuar. A veces, pienso ¿qué voy a hacer en diez años si esta situación se prolonga? Muchos de mis amigos músicos se lo preguntan también.

¿Y qué se responden?

Ahora estamos como en un barco y hay mucho viento y estamos así (hace un gesto con la mano inclinada hacia un lado) y tenemos que recuperar el centro (pone la mano recta). Tenemos todas las medidas de seguridad, toda la prevención, pero no podemos parar de vivir, con o sin pandemia. Ahora hemos abierto las puertas para que entre un poco de público. Tenemos una dirección buena, muy buena.

Otras orquestas, en otras ciudades, lo tienen un poco más complicado que esta...

¿Un poco? (ríe). Lo tienen muy complicado, no solo otras ciudades de España, también otros países. La situación en el mundo de la música clásica es horrible, pero la nuestra no lo es. En Estados Unidos, de momento, está prácticamente todo cerrado y los músicos tienen un nivel altísimo. Allí es todo cuestión de dinero, en Europa, no tanto. Allí, una orquesta es, primero, una empresa y, después, una orquesta. En Europa es diferente. En A Coruña hay mucho apoyo del Ayuntamiento, de la ciudad, de la Xunta y también de la gente, por eso tenemos suerte.

Es un regreso muy esperado, del público con su orquesta, ¿también de los músicos con el escenario y con la audiencia?

Mucho. Ya la semana pasada fue una experiencia muy emocionante volver a ver a toda la gente aquí y, sobre todo, porque estaba muy activa, con muchas ganas de escuchar a la orquesta y a Xoel.

La temporada está lista, pero se han tenido que adaptar a a la pandemia, ¿cómo va a ser, finalmente?

Las restricciones que tenemos actualmente nos obligan a limitar los solistas, porque programar conciertos con pausas es complicado. Que la gente se pueda mover de sus asientos es difícil, así que, a veces, tendremos que hacer programas más cortos y sin solistas. Por otra parte, tenemos la temporada diseñada, pero tenemos que ir mirando cómo la adaptamos. No son tiempos normales y hemos aprendido mucho. Nos habíamos acostumbrado a trabajar sobre un plan, pero ahora el plan ya no existe. Llega un día en el que ya no hay plan y hay que improvisar y hay que construirlo todo de nuevo. Durante el confinamiento hemos hablado mucho con los músicos por videoconferencia y hemos utilizado este tiempo para conectar y hablar sobre cosas para las que antes nunca teníamos tiempo. Tocar juntos no es solo ensayar en casa y venir aquí y practicar y que ya esté todo listo. Este verano tuvimos que trabajar un montón para alcanzar este nivel que tenemos y volver al punto en el que estábamos en febrero.

¿Cómo se encuentra la orquesta después de este parón y de intentar recuperar el tiempo perdido?

Vamos bien, pero con la distancia y las mascarillas es muy difícil, técnicamente es muy complicado. No hablo sobre mi situación porque yo no toco. Sabemos que tenemos que seguir las instrucciones, pero es difícil, porque necesitamos oxígeno, dióxido de carbono y concentración. Dos instrumentos suenan mejor cerca por la resonancia en el espacio acústico. Ahora, cada uno de los músicos de cuerda tiene su atril. Normalmente, hay uno para dos. Si ahora tenemos que girar la página de la partitura, hay que hacerlo a la vez y, ¿qué pasa? Nadie toca en ese momento. Normalmente, uno toca y el otro cambia la página. Es una cosa pequeña, pero es muy importante, porque no hay ningún sonido.

¿Y eso cómo lo resuelven?

Tenemos que coordinarnos entre nosotros, un par de secciones, por ejemplo, tocan un poco más adelantadas... Hay fórmulas, pero yo tengo muchas ganas de volver a la normalidad, aunque ahora no tenemos otra opción. Espero que, en unos meses, podamos volver a como estábamos antes.

Si no llega esta solución tan rápido, ¿cuáles son los retos a los que se enfrenta la Sinfónica en el corto plazo?

Si no llega la vacuna, continuamos, seguimos tocando. Puede ser que descubran la vacuna y que no funcione para todos. No todo es blanco o negro, y se están haciendo estudios médicos, así que, puede que la mascarilla no sea la única opción para protegerse, al menos, en espacios abiertos. Yo no soy médico, así que, iremos viendo cómo cambian los tiempos, la cuestión es cuándo lo harán.