La Iglesia de Santiago, la de San Nicolás, San Jorge o el Convento de las Bárbaras no comparten solo su ubicación en la parte histórica de A Coruña. También el protagonismo de un libro, La princesa de los apóstoles, y el misterioso nexo de formar -si se las une con una raya-, una M mayúscula sobre el plano de la urbe. Manolo Rodríguez, periodista desde hace más de 20 años, encontró en la curiosidad el germen de su primera novela, que ha visto la luz este septiembre para sacar de la oscuridad, de paso, la figura de María Magdalena. A través de su testamento, oculto en siete templos coruñeses, el autor da cuenta de la verdadera relevancia de un personaje que no ha dejado de causar controversia.

¿A Coruña todavía guarda sorpresas ocultas?

Sí. Esta M mayúscula fue, como pasa con muchas cosas en la vida, pura suerte. Estaba jugando un día con Google Maps y en la Ciudad Vieja hay muchas iglesias. Justo estas siete forman una M casi perfecta. Tenía una exclusiva brutal, y pensé en crear una novela. En cada una de las siete están escondidos los manuscritos que escribió María Magdalena.

Este tipo de tramas siempre suelen ocurrir en Roma o Jerusalén, no en una ciudad gallega.

Sí, pero necesito conocer el sitio donde voy a contar la historia. Para escribir tengo que estar ahí, es mucho más fácil retratar algo que conoces. Yo siempre digo que es una novela muy koruña, muy descriptiva de la ciudad. Pero también juego con el lector. Incluyo hechos reales y otros que me he inventado.

Todo lo amalgama en los orígenes del cristianismo. ¿Le interesa la teología, o era la figura de María Magdalena lo que le tentaba?

Sobre todo, María Magdalena. Yo no soy ni anticlerical ni clerical, pero me interesaba mucho su figura porque es el personaje más vilipendiado y criticado de la Biblia. Está en los dos momentos en los que se basa la creación de la Iglesia católica: la muerte y la resurrección de Jesús. Y, después, solo aparece en los evangelios un par de veces más, es muy extraño. Me puse a investigar en documentos que no están reconocidos por la Iglesia, pero sí por expertos en el cristianismo, en los que se observa que tenía mucha más importancia, incluso un evangelio. Es decir, era un personaje importante.

Usted la llama "la princesa".

Juego con el príncipe de los apóstoles, que es San Pedro, sobre el que según los evangelios Jesús edifica la Iglesia. Se le da todo el poder y, a partir de ahí, todos los Papas son los enviados de Cristo. Yo intento desmontar esta idea, porque si lees la Biblia, Cristo nunca dijo que le daba el poder al primer Papa.Y a quien pongo en frente es a la princesa de los apóstoles, a María Magdalena, un personaje que está a la misma altura que Pedro, pero que desaparece de forma inexplicable de los evangelios.

¿Es un giro feminista a la historia que nos han contado?

No es un libro feminista, pero sí de reivindicación de la mujer en general. La dedicatoria de la novela es para todas las mujeres de mi vida, que son muchas: mi madre, mi hermana, mi pareja... Es un pequeño homenaje a todas ellas. La Historia la escriben los hombres y muchas veces las mujeres han sido borradas. Se ha intentado siempre olvidar y manchar el nombre de María Magdalena y yo quería rescatarla de ese ostracismo que dura más de dos mil años.

Todos recuerdan El Código Da Vinci

Al final sí que se la ha reconocido un poco, pero en la Iglesia católica siempre hay una lucha de si las mujeres deben tener más relevancia. La Iglesia asegura que Jesucristo nunca las instauró como sacerdotes y que la Iglesia no pueden decidirlo. Debería abrirse más a las mujeres, pero es una institución muy anquilosada en el pasado y los hombres quieren el poder.

El San Pedro que usted describe es fiel reflejo de esa idea. ¿Por qué esa misoginia?

Porque existen evangelios apócrifos en los que se demuestra que existía esa rivalidad entre María Magdalena y Pedro. Hay documentos que muestran que María Magdalena tenía mucha más relevancia de la que se le da y que a San Pedro no le gustaba. Otros textos hablan de que Jesús le contaba cosas sobre el reino de los cielos y ellos le decían: "¿Cómo hablas con una mujer y no nos lo cuentas a nosotros?". Esa rivalidad aparece en textos antiguos, y es la que incluyo en el libro.

Hablamos de fe. Usted ya había hecho otros intentos como escritor antes, ¿tenía fe en este libro?

Sí, porque cambié la forma de escribirlo. En los otros me ponía a redactar y terminaba a las 30 páginas. Este tardé unos dos años en terminarlo, los seis primeros meses fueron de investigación y el resto ponerme a escribir. Pero antes hice un guion, sabía lo que iba a poner en cada capítulo, cómo iba a empezar y terminar... Es como si tuviese las ramas del árbol y luego tuviese que ponerle las hojas. Esta forma de redactar también te lo da escribir en un periódico, en el que tienes que estructurar las noticias. Al final, esta novela es como si fuera un gran reportaje.

Eso parece apoyar la idea de que el periodismo es la sublimación del oficio de escritor...

Para mí es totalmente diferente. Yo llevo casi 25 años escribiendo de forma ininterrumpida en periódicos y ahora he escrito un libro y no tiene nada que ver. El tono en el que lo haces, cómo lo estructuras... Es totalmente distinto, aunque sí que aprendes mucho. He utilizado verbos de acción, pocos gerundios, frases cortas para llevar al lector por la pechera y que siempre quiera más... La gente me pregunta, ¿eres escritor? Y buf, todavía no. Para mí, escritor es una palabra muy fuerte.