Cuando Julio César llegó a A Coruña se encontró una aldea campesina fortificada en cuyas inmediaciones el ejército romano construyó un campamento militar y la famosa Torre de Hércules, Patrimonio de la Humanidad, que pese a su altura no logró alumbrar el despegue de la ciudad hasta más de mil años después con el Apóstol Santiago y las peregrinaciones por mar. Sobre aquel castro de la edad de hierro se levantó una ciudad medieval cuyas murallas construidas en los siglos XII y XIII están hechas sobre las del antiguo castro, en la actual Ciudad Vieja, explica a Efe el arquitecto Xosé Manuel Casabella.

Académico numerario de la Sección de Arquitectura de la Real Academia Gallega de Bellas Artes, Casabella desvela a partir de diversa documentación esta teoría sobre el asentamiento de la Ciudad Vieja coruñesa desde que, recuerda, los romanos denominaran Brigantium -después Brigantia- a aquel castro, habitado por entre 100 y 300 personas y que no llegó a convertirse en una ciudad romana, que este ejército tomó sin apenas batalla.

Los coruñeses de entonces vieron atracar en su puerto aquellas embarcaciones con velas y varios pisos de remeros. "No habían visto nunca embarcaciones semejantes", dice al afirmar que no hubo lucha. "Esta zona de Galicia fue menos belicosa y se adaptó enseguida a la romanización; no así el norte de Portugal o Cantabria y Asturias, que opusieron más resistencia. Las guerras se hacían en verano, no en invierno, por las condiciones climatológicas, y tampoco se hacía la guerra de noche, solo de día", relata Casabella.

Los soldados romanos cobraban un salario pero había que alimentarlos, por lo que el puerto de A Coruña se empezó a utilizar para avituallamiento de sus embarcaciones, coincidiendo con el trasiego de sus barcos a Inglaterra. Aquellos coruñeses, que se dedicaban al cultivo de tierras y a la pesca se supeditan a los designios del imperio romano, del que se han encontrado bastantes restos de cerámicas, sobre todo en el puerto, lo que sugiere a Casabella que "en lugar de una ciudad lo que había aquí era un campamento" romano en lo que después se llamará Pescadería, con sus técnicos, ingenieros y arquitectos.

Con la caída del Imperio Romano y la invasión de los pueblos germánicos deja de existir el comercio orientado al mantenimiento del ejército y el castro decae y empieza a desbordarse por el crecimiento vegetativo de la población en pequeñas aldeas. La invasión de los árabes, que no llegan a instalarse en A Coruña, continúa Casabella, supondrá también la decadencia de la zona atlántica, al ocupar el Mediterráneo, eliminar su comercio y cortar la salida al océano por Gibraltar, que no se recuperará hasta después de los siglos XI y XII.

Uno de los importantes y más "inteligentes" fenómenos que aúpan la zona es el " inventio" del Apóstol Santiago, relata el arquitecto, cuando se lleva a cabo la Reconquista por las peregrinaciones de los pueblos que atraviesan Europa para visitar Compostela. Un camino que "sin protección era problemático por los robos", por lo que surgen las peregrinaciones por mar desde Irlanda o Inglaterra, que al principio desembarcaban en Noia y posteriormente en A Coruña, desde donde partían a pie hacia Santiago.

"Eso empezó a dar alas al castro coruñés, que hasta entonces había caído en un letargo", continúa Casabella, pues empieza a comerciar con países atlánticos, una expansión que se ve también en otros enclaves de la ría coruñesa por ser un cruce de caminos hacia Santiago, lo que motiva además la llegada de los templarios.

Con el rey Fernando II y después con Alfonso IX A Coruña es ya una población amurallada en la que se asientan los artesanos y se instalan plazas, espacios urbanos y la iglesia de Santiago. Las murallas de esa nueva ciudad parapetaron a sus habitantes en el siglo XVI del asedio inglés, que destruyó parte de la estructura con una bomba para intentar entrar en la ciudad pero al que sus habitantes hicieron frente liderados por María Pita.

Tras este ataque, apunta el arquitecto, se propone una nueva fortificación porque la medieval era obsoleta y con los Reyes Católicos vuelve el empuje a la ciudad, que poco a poco se convierte en una ciudad militar y ya en el siglo XIX se expande fuera de las murallas y refleja el contraste social, con una parte alta y otra baja cuya división llegará a su fin en el último tercio del siglo. En dos mil años, la ciudad pasó de unos 100 habitantes a 200.000 y es capital de provincia, con "un fantástico equipamiento urbano, cultural, financiero, es una ciudad con vida propia" que cuenta con diferentes planos urbanísticos pero que atravesó a mediados del siglo pasado por algunos momentos en los que se "descuidó la protección de elementos patrimoniales".

"En los años 60 hubo un crecimiento desbordante sin mucho criterio a la hora de planificar la ciudad", lamenta Casabella, que cree que ahora A Coruña vive "un momento dulce desde el punto de vista urbanístico", aunque aconseja "esponjar" el centro, con menos edificación y más espacios verdes y aire libre, lo que "ayudará a no propagar el virus" del Covid-19, que ha supuesto en muchos casos el replanteamiento en la construcción de viviendas.