El cierre de la sala Bâbâ Bar tras once años de armonioso romance entre la hostelería y la cultura deja un doloroso vacío en el sector musical coruñés. Un temor permanente recorre las salas de conciertos de la ciudad desde que el Covid encerró a la población en sus casas, incluso cuando el país fue quemando etapas en su camino de desescalada y después lo más parecido a la vuelta a la normalidad duró poco más de un mes. Sin actividad desde agosto o con el horario muy reducido, sin ingresos, con facturas encima y gastos corrientes y sin la garantía de poder contar con artistas para compartir la pasión de la música con el público, Bâbâ Bar ha cerrado y sus salas hermanas, que mantienen un duelo diario entre el desánimo y la esperanza, ven muy oscuro el futuro más cercano. "Las salas de conciertos nos vamos al carajo".

Así de elocuente es Pepe Doré, responsable de Garufa Club. "Este cierre me da mucha tristeza, es casi una depresión", confiesa el también vicepresidente de la Asociación Galega de Salas de Música Ao Vivo (Clubtura). Su local abre si hay música en directo y en el mes de julio solo hubo ocho conciertos, con aforo reducido, separación de espacios y asientos, y toma de temperatura. "Al sector se nos ha sacrificado y responsabilizado de los brotes y ya vemos que sigue habiéndolos". Humoristas, músicos, técnicos, programadores, dice Doré, son las víctimas de un parón muy incierto de la actividad.

Tomi Legido, programador de la sala Mardi Gras, trata de ser optimista todos los días, pero reconoce que "sin ayudas, el sector se hunde". El "mazazo" de Bâbâ Bar supuso para él algo parecido a "la pérdida de una hermana". Solo para seis conciertos abrió al público la Mardi, el local de la travesía de la Torre; otros cuatro a puerta cerrada se grabaron para el ciclo Xacobeo'21 en Salas de la Xunta con la idea de ser ofrecidos on line y tratar de reactivar las salas y a sus trabajadores. "Perder esta iniciativa privada de promoción y difusión de la música sería algo muy duro. Pero no se tiene la sensación de que las salas de conciertos sean un sector importante y nunca se encuentra una fórmula para ayudarlas", lamenta Legido. Difícilmente los bolos contratados hasta el final del año vayan a celebrarse.

Jazz Filloa, también con Mardi Gras, Garufa y otros locales especializados de Galicia asociada a Clubtura, augura que no habrá más conciertos en 2020 sobre su pequeño escenario de Rúa Ciega. Cuatro hubo en julio y uno en agosto, en el año en que la sala cumple cuarenta años. "Es que tras el cierre de Bâbâ Bar, podemos ir en cadena los demás. Dependemos de las prestaciones que las administraciones van a ofrecer, que aunque sean para cubrir parches, menos es nada", comenta Alberto Mella, uno de los copropietarios del Filloa.

A las ayudas apela el sector, con el optimismo limitado. "Nuestros tiempos van a un ritmo distinto a los tiempos de la administración. El rescate no se puede postergar en el tiempo", advierte Doré.