Menores disfrazados de Halloween, mesas en terrazas con tan solo dos comensales, encuentros furtivos y algún despiste. Así se puede resumir un sábado de otoño atípico, en el que las calles se vacían a las once de la noche y las reuniones se limitan a los convivientes. En zonas como la Barrera y la calle de la Estrella, que suelen llenarse de grupos de amigos dispuestos a disfrutar del fin de semana, ayer se podrían ver mesas vacías y las que estaban llenas no tenían más de dos o tres personas. En un paseo por la plaza de Vigo, la visión cambia. Además de padres, madres y niños con accesorios de Samaín, se podían ver mesas, separadas por un metro, ocupadas por amigos y familiares. ¿Casualidad o trampa? Los encuentros espontáneos se vivieron en puntos como el mercado de la plaza de Lugo, adonde muchos acudieron a hacer la compra y se encontraron con vecinos y amigos con los que se pararon para conversar. "¿Y esto lo podemos hacer?", le decía un cliente a otro. Mientras que algunos optaron por coger el coche e irse fuera de la ciudad para escapar del cierre, otros salieron a pasear aprovechando la buena temperatura. Además de deportistas y algún caminante solitario, el paseo marítimo se llenó de parejas y de algún pequeño grupo de jóvenes dispuestos a pasar un rato juntos.