Silencio. Más flores en los escaparates que junto a las tumbas. Pasillos vacíos. Es la imagen inusual que ayer se convirtió en protagonista en los cementerios de la ciudad. El cierre perimetral impuesto por la Xunta el pasado viernes obligó a muchos vecinos a cambiar de planes y cancelar sus visitas a los camposantos. ¿Las consecuencias? Un ambiente frío y las floristerías cargadas de flores a las que ya no pueden dar salida. Un empujón más hacia el abismo.

San Amaro suele ser uno de los sitios más visitados cuando el calendario marca el 1 de noviembre. Coches en doble fila, flores que aportan colorido y conversaciones interminables entre vecinos y conocidos. Nada de eso sucedió ayer ni tampoco va a ocurrir hoy, día de Difuntos. El coronavirus también ha acabado con esto. "Es un día muy extraño", decía ayer una vecina cuando entraba al cementerio. Allí, personal municipal explicaba las nuevas normas. "A algunos les cuesta, pero nos acaban entendiendo. Hay gel hidroalcohólico y la entrada y la salida se hacen por puertas diferentes", cuenta una empleada. Unas reglas que pretenden evitar aglomeraciones, pero ayer las personas entraban "a cuentagotas". "Y nadie se queda más de media hora", añade.

Los primeros en notar que el día iba a ser "muy diferente al de otros años" fueron los limpiadores de lápidas, que a la puerta del cementerio se ofrecen a los usuarios a colocar flores. "Es la primera vez que vemos algo así. La gente de fuera no puede venir. Del año pasado a hoy, el cambio es increíble", comentó Emilio Jiménez, que opina que estas normas "quitan a las personas lo más íntimo que tienen", que es reunirse con sus familiares en el día de Todos los Santos.

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Más silencio que nunca por 'Difuntos' en A Coruña

Hay una tradición que no cambió, que es la de la ofrenda floral a la Cruz de los Olvidados. Hasta allí se desplazó la alcaldesa, Inés Rey, que, junto a los portavoces municipales, guardó un minuto de silencio. Todos notaron que nada es como antes. También Ana García, que visita San Amaro "cada día". "Todo ha cambiado mucho. Demasiado silencio. No hay coches, no hay gente... Es una tristeza lo que está pasando", confesó sin fallar a su cita en el camposanto. Hay, sin embargo, quien ha tenido que quedarse en casa sin acudir, como manda la tradición, a las tumbas de los seres queridos. "Suele venir mucha gente de fuera a este cementerio, pero por el cierre no pueden y se ve muy vacío", comentaba un hombre cuando salía ya de depositar las flores en una lápida.

Ante esta imagen tan inusual, alguno optó por dar un paseo más largo por San Amaro y curiosear entre las tumbas de personajes ilustres. "Esto suele ser como una romería, no esto", aseguraba Emilio Jiménez, que llegó a las nueve de la mañana al cementerio para ver cómo transcurría un día "muy flojo".

Los empleados del camposanto informaron de que "se empezó a notar más afluencia a media mañana", pero nada que ver con otros años: "Parece más el día 31, cuando se suele acercar gente para evitar venir el 1 de noviembre".

Tampoco estaba el castañero en la puerta, como suele ser habitual, lo que ya sorprendió a algunos de los viandantes. En las floristerías de la zona, algún encargo de última hora, mientras que las colas se formaban frente a las confiterías. "Hay que comprar buñuelos", apuntaba un joven a las puertas de San Amaro, donde el gel hidroalcohólico y los carteles que indican por dónde seguir el recorrido contrastan con las lágrimas, los recuerdos y las velas rojas. Los más pequeños pusieron el toque divertido a la jornada, con disfraces de diablo, vampiro o bruja, que se colocaron también los buses urbanos que llegan a los cementerios municipales.