"Esto se acaba", lamentan Montse Mesa, Jorge Zúñiga y Noelia Blanco, de Casa Vallo. Lo dicen con tristeza, pero también con rabia. "Las últimas restricciones fueron la gota que colma el vaso. No hubo tiempo de hacer nada. Ya habíamos comprado toda la mercancía", explican, con cacerola en mano. Son conscientes de que la situación se repite "en todos los locales de la ciudad" y defienden que las ayudas "son necesarias para sobrevivir". "Lo poco que teníamos se nos agota. Ya no hay de donde tirar", reconocen. Los tres están de acuerdo en que la única salida es "que todos los hosteleros estén unidos".

Los dispositivos instalados por la Guardia Civil en el puente de A Pasaxe, la avenida de Alfonso Molina y la N-VI para el control del cierre perimetral de A Coruña causaron ayer importantes retenciones en los accesos a la ciudad, ya que el celo de los agentes por evitar entradas y salidas no autorizadas le llevó incluso a interceptar a peatones y ciclistas.

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Hosteleros de A Coruña claman para evitar cierres

Durante la noche del domingo la Policía Local no formuló propuestas de sanción por el incumplimiento de las restricciones impuestas por la Xunta para evitar la propagación de la pandemia, ya que la actividad hostelera es muy reducida en la noche de ese día de la semana.

Pero en la del sábado los agentes municipales denunciaron a los responsables de ocho locales por mantenerlos abiertos superando el horario máximo establecido por la Xunta. También se presentaron denuncias contra cuatro personas que circulaban por la calle sin mascarillas, así como a dos conductores que trataban de entrar a la ciudad sin autorización. Los controles se realizaron en la tercera ronda en horario de mañana y tarde.

Más de mil hosteleros se manifestaron ayer entre la plaza de María Pita y la Delegación del Gobierno para exigir medidas económicas que les permitan hacer frente a las restricciones por el coronavirus. "La hostelería dice basta", clamó uno de los portavoces de los afectados. Con cacerolas, sartenes y silbatos, propietarios y empleados de bares y restaurantes se unieron para pedir que "si se restringen la actividad, tienen que dar ayudas económicas".

Las últimas restricciones impuestas por la Xunta el pasado viernes, que supusieron el cierre perimetral de A Coruña y la limitación de reuniones a convivientes, llevaron a los hosteleros a convocar esta manifestación, cuya convocatoria empezó en redes sociales y reunió a 1.300 personas, según fuentes policiales. "Hemos tenido que tirar toda la comida que habíamos comprado para el fin de semana", denunció un hostelero. Una situación que vivieron muchos de los que ayer acudieron a María Pita con sus carteles de Salvemos la hostelería

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Hosteleros de A Coruña claman para evitar cierres

Mientras sonaba la canción de Al calor del amor en un bar de Gabinete Caligari, la plaza se llenaba también de vecinos que apoyan a este sector. "Por favor, mantenemos la distancia de seguridad", decía a los asistentes uno de los organizadores.

Antes de las seis y media, hora de la convocatoria, el ruido ya se escuchaba por las calles de alrededor del Ayuntamiento y llamaba la atención la imagen de todos los establecimientos con la verja bajada. "Se me ponen los pelos de punta", le decía un trabajador a otro cuando la multitud empezó a gritar "queremos trabajar".

También la alcaldesa, Inés Rey, acudió a conversar con el presidente de la Asociación de Hostelería de A Coruña, Héctor Cañete, y otros representantes del sector, que le respondieron con un aplauso. En la Marina, un enorme altavoz reproducía a todo volumen desde la ventana de uno de los establecimientos de las Casas de Paredes frases de Salvador Illa, Pedro Sánchez y Fernando Simón. "Nos está matando", se quejaba uno de los afectados. La petición es clara: "Que lleguen ayudas antes de que sea tarde". Los gritos y las quejas se siguieron escuchando hasta la Delegación del Gobierno, donde finalizó la marcha. "Y que sirva de algo", comentaban.

En A Cunquiña, lo único que quieren es "poder trabajar". Las restricciones impuestas por la Xunta el pasado viernes han supuesto "un último golpe para acabar en cierre", según cuenta Rosa Ferreiro. "Sin mandarnos cerrar, nos están obligando a hacerlo. Y si es así, lo que pedimos son ayudas económicas", expone mientras sostiene el cartel con el lema Salvemos la hostelería. Este batacazo llega, además, después de un "verano atípico", con poco movimiento. "Y eso que a nosotras se nos ha permitido tener terraza, pero fue muy duro. Los que no tienen terraza están muertos", concluye.

Rosa Ferreilro | A Cunquiña"Sin mandarnos cerrar, nos están obligando a hacerlo"

En A Cunquiña, lo único que quieren es "poder trabajar". Las restricciones impuestas por la Xunta el pasado viernes han supuesto "un último golpe para acabar en cierre", según cuenta Rosa Ferreiro. "Sin mandarnos cerrar, nos están obligando a hacerlo. Y si es así, lo que pedimos son ayudas económicas", expone mientras sostiene el cartel con el lema Salvemos la hostelería. Este batacazo llega, además, después de un "verano atípico", con poco movimiento. "Y eso que a nosotras se nos ha permitido tener terraza, pero fue muy duro. Los que no tienen terraza están muertos", concluye.

Marisa Mosteiro y Agustín Carro | Mesón Agustín"Estamos peor que mal. Necesitamos ayudas urgentemente"

Para los dueños del Mesón Agustín, Marisa Mosteiro y Agustín Carro, están siendo "meses muy malos" en los que cuesta levantar cabeza. "Llevamos una temporada mala, sin apenas turistas en verano y con el caso Fuenlabrada, que nos afectó muchísimo", aseguran. La limitación de que solo se puedan reunir convivientes se ha traducido en un aluvión de cancelaciones. "Teníamos ocho mesas reservadas para el fin de semana y seis cancelaron. Pero los pedidos ya se habían hecho y la nevera estaba llena", lamentan. "Estamos peor que mal. Necesitamos ayudas urgentemente", señalan.

Noelia Blanco, Montse Mesa y Jorge Zúñiga | Casa Vallo"Lo poco que teníamos se nos agota. Ya no hay de donde tirar"

"Esto se acaba", lamentan Montse Mesa, Jorge Zúñiga y Noelia Blanco, de Casa Vallo. Lo dicen con tristeza, pero también con rabia. "Las últimas restricciones fueron la gota que colma el vaso. No hubo tiempo de hacer nada. Ya habíamos comprado toda la mercancía", explican, con cacerola en mano. Son conscientes de que la situación se repite "en todos los locales de la ciudad" y defienden que las ayudas "son necesarias para sobrevivir". "Lo poco que teníamos se nos agota. Ya no hay de donde tirar", reconocen. Los tres están de acuerdo en que la única salida es "que todos los hosteleros estén unidos".