Con el lema de renovarse o morir, los hosteleros afrontan una nueva etapa marcada por el cierre decretado por la Xunta, que será efectivo desde esta medianoche. A partir de ahí, propietarios de bares y restaurantes tienen dos opciones: cerrar durante, al menos, un mes o apuntarse al reparto a domicilio o recogidas en el local. "No nos vamos a rendir y tenemos que adaptarnos porque vienen tiempos difíciles, aunque nuestro negocio no está pensado para hacer delivery", expone el responsable de Uro Rest&Club, José María Pérez, que también gestiona la Vermutería y Taberna Chitín.

Los hosteleros apuran las últimas horas de servicio en sus establecimientos mientras se preparan para el cambio. Además, ya han organizado una nueva movilización: mañana a las 12.00 horas en la plaza de María Pita, misma ubicación en la que se citaron el pasado lunes 1.300 personas para reclamar ayudas económicas para el sector. Ni una semana después, el cierre ya es una realidad. "Vamos a hacer pedidos para llevar. Es eso o morir. Nuestra única manera para tener ingresos", revela el dueño de El Rincón de Alba, Iago Cagiao, cuyo objetivo es "seguir trabajando" sin endeudarse.

En la cervecería Victoria apuestan por seguir activos para "dar servicio a los colegios y oficinas de la zona". Estefanía Teijeiro, la dueña, recuerda que en el anterior confinamiento permanecieron "cerrados", pero esta vez quiere responder "a toda la gente" que va al local "a diario". También para El Sauce esta es su "primera vez" con estos pedidos de comida para llevar. "Llevo 40 años en hostelería y toca reinventarse", anuncia Manolo Pastur, que este verano estuvo "a apunto" de jubilarse. "Pero llegó la pandemia", resume. El propietario de El Sauce ha hecho una pequeña carta para encargos. "El jueves ya empezamos a tener pedidos", dice con cierta ilusión.

Aunque tratan de levantarse tras este golpe, los hosteleros reconocen que es un momento de "miedo, incertidumbre y preocupación". "Estamos asustados por las restricciones y nos sentimos desamparados. Nos da la sensación de que se nos está culpando", opina José María Pérez, que está "cansado de la falta de previsión" de las Administraciones. Para el responsable del Uro, el servicio a domicilio que empieza ahora es "una forma de subsistir", aunque él insiste en que comer en su local "es una experiencia" y que apuntarse ahora al delivery supone "una inversión más".

Pilar Pérez-Abadín, dueña del Áncora, está preocupada "no solo por el tema sanitario sino también por el económico". Cuando acabó el confinamiento de marzo, fue consciente de que tenía que hacer un cambio para no cerrar. "Tenía que reinventarme, así que inicié una línea vegana y busqué plataformas de reparto a domicilio", cuenta.

Sin embargo, la hostelera no tiene muy claro cómo van a ser las próximas semanas. "Probaré unos días. Si veo que resulta rentable, seguiré, sino tendré que cerrar. Confiemos en que solo sea un mes", comenta.

Quien sí ha descartado el "cierre completo" es Manolo Pastur. El propietario de El Sauce, ubicado en la calle Sinagoga, cree que "al no estar todo cerrado, la gente se va a animar y coger comida para llevar". "También es una forma de no estar en casa. Además, en la zona de la Ciudad Vieja no hay mucho servicio a domicilio", analiza.

Asumen, no obstante, que este servicio es "el triple de laborioso". "Y no es ni la mitad de rentable", añade Iago Cagiao, sorprendido por la respuesta de los clientes. "Desde que la Xunta decretó el cierre, hemos tenido el local lleno y en el Instagram no paramos de recibir mensajes de apoyo. Estamos muy agradecidos", se sincera.

La idea de todos ellos es "seguir en contacto con el cliente", con la esperanza de que este mes de cierre "no se alargue". Sobre las ayudas de la Xunta, que de momento son solo un borrador, José María Pérez indica que "son insuficientes". "Es limosna. Nos han limitado horas y aforo muchos meses. Tenemos que pagar gas, luz, electricidad, sistemas de alarmas, seguridad social y también hay que llenar las neveras", concluye el hostelero.