"La calle va a estar desolada". Esta es la previsión que comerciantes de la avenida de Rubine hacen sobre cómo afectará la ejecución de unas obras en la red de recogida de aguas pluviales que durarán un mes y medio y tendrán cortado el acceso a la calle todo ese tiempo, salvo para los usuarios de los garajes. Los trabajos, que empezaron ayer con el cierre del paso de vehículos desde la avenida de Buenos Aires, se prolongarán en principio hasta el próximo 23 de diciembre. "Si ya vemos menos gente paseando por las restricciones y por el cierre de la hostelería, ahora con obras en toda la calle va a haber menos. Su repercusión va a ser fuerte", pronostica Carlos Campo, propietario de El Chiringuito, que funciona como estanco y vende artículos gastronómicos gourmet.

"Si la calle va a estar levantada, la gente irá hacia la plaza de Pontevedra por el paseo o por Alfredo Vicenti. En el peor mes, con restricciones, creo que las aceras estarán más vacías y los negocios que pueden seguir abiertos van a estar muertos", comparte pesimismo Helen Cristanch, dueña de la tienda de artículos de regalo Mola.

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Empresarios de Rubine, preocupados por un mes y medio de obras

Las obras, creen quienes trabajan en Rubine, van a castigar todavía más la calle. "Ya es un lugar con mucho viento en invierno que no anima a pasear, y los coches no suelen pararse para hacer recados rápidos, pero ahora se van a quedar sin plazas para aparcar", añade Campo, quien tras trece años en la zona, advierte además que la hostelería de la calle también va a "sufrir las consecuencias" de los trabajos en la red de pluviales.

Hay cinco negocios hosteleros en Rubine, de los que uno permanece cerrado desde el cierre impuesto a la actividad del sector al menos durante un mes; el resto están de momento abiertos para servir sus productos para recoger o llevar a domicilio.