Entrar en el Museo de Belas Artes de A Coruña es, desde ahora y hasta marzo, viajar al pasado, a una época en la que los hombres vestían de chaqué y las mujeres encargaban sus trajes a modistos para ocasiones especiales. Lo curioso de estas piezas, que datan de entre 1860 y 1960, es que pertenecen a una sola persona: Ana González-Moro. Desde su casa de Tenerife se empeña en avisar de que "no" es "coleccionista", sino que estos vestidos, accesorios y demás indumentaria llegaron a ella "como de casualidad". Ahora los enseña al mundo en un mismo espacio bajo el título Vestir Épocas. 1860-1960. "He hecho varias exposiciones pero como esta, ninguna. Me emocioné al verla", confiesa.

Viajó hace unos días a la que fue su ciudad durante muchos años con dos de sus hijas y una hermana. "Lo pasamos estupendamente", resume. González-Moro, que nació en Burgos, se siente "medio gallega y medio canaria". El trabajo de su padre, que era militar, la llevó a instalarse en una casa en Os Castros con sus seis hermanos. "Luego me casé con un canario y ya me fui", detalla, aunque se apura a decir que suele regresar siempre que puede. Esta vez, la muestra fue la excusa. "Ya había hecho exposiciones de estos trajes en Santiago, con 22 piezas, y en Madrid, con 17, pero ahora en A Coruña hay más de 300. Hay cosas que ni me acordaba que tenía", desvela.

Todo ello está guardado en baúles y arcones, pues así empezó la historia. "Yo solía ir a casa de mi abuela, abría su arcón y me disfrazaba. Como me gustaba tanto, me fue regalando cosas. También mis tías. Así fui haciendo la colección", relata.

No fue hasta los años 2000 cuando se dio cuenta de lo que había logrado. "Visité el Museo del Traje en Madrid y dije 'pero si yo tengo esto', así que a la siguiente vez que fui, le enseñé un álbum de mis piezas a la directora del museo y me dijo que tenía cosas preciosas", dice.

Así empezó una nueva etapa. Ya no dejaba que ninguno de sus hijos cogiese los vestidos o los sombreros para disfrazarse en el carnaval de Tenerife y empezó a mirar su colección con otros ojos. "Mucha gente me dice que el valor está en el conjunto", indica, ya que cuenta con vestidos de novia, zapatos, ropa interior, uniformes, trajes de luto y de etiqueta, capas de viaje y ropa de paseo. Del baúl, las piezas pasaron a salas y museos. "Empecé a hacer exposiciones benéficas y así también recibí muchas donaciones de desconocidos", explica. No solo amplió su colección sino también su círculo de amistades. "Muchas de esas personas que me dieron ropa de sus antepasados son ahora mis amigas. Cuando estuve en A Coruña en la exposición, les mandé fotografías a todas e invité a las que podían venir. Estaban muy felices de ver los vestidos de sus tías y sus abuelas en un museo", reflexiona.

Eso es lo que entusiasma a Ana González-Moro. Compartir, conocer y descubrir. ¿Y si tiene que escoger una de sus piezas? Le cuesta, pero siente predilección por "los vestidos de novia". "Me entusiasma el de mi abuela. Es de 1907 y parece moderno. Una de mis sobrinas se casó el año pasado en A Coruña y lo llevaba", confiesa, aunque rápidamente se acuerda de otras prendas que la tienen enamorada: "Un traje de goyesca y un delantal".

En la muestra del Museo de Belas Artes hay un espacio dedicado en exclusiva a la ropa interior. "Y me da pena lo poco que ha ido porque se puede hacer una exposición solo con eso", asegura, a la vez que indica que "hay pololos de 1860 y sujetadores de los años 20". Con estas piezas ha aprendido "muchísimo". "Tenía muchos camisones y ningún pijama de hombre. Entonces me di cuenta que no llevaban, que usaban camisas cerradas, sin botones. Yo las veía y decía 'que camisas tan raras', pero la cosa es que dormían con ellas", analiza.

Reconoce que guarda "tantas cosas" que le cuesta recordarlo todo, aunque las herencias más especiales tienen un hueco importante en su memoria. Con los trajes de los hombres es más sencillo. "Muchos tienen la etiqueta en el bolsillo. Así fue como supe que un chaqué es de Pedro Barrié de la Maza, de 1916, cuando se casó con su primera mujer", expone Ana González-Moro, que habla de su colección con una naturalidad que asombra.

Tiene auténticos tesoros que ha compartido durante todos estos años con sus hermanas. "Una decoraba, la otra plancha, otra cosía... Nos divertíamos mucho", recuerda con nostalgia. La situación ha cambiado por diferentes motivos, pero para la exposición de A Coruña ha contado con la ayuda de una de sus hijas, Mariola.

"Es la pequeña, como trabaja en un hotel y está en ERTE ha tenido tiempo de ayudarme", comenta orgullosa. Así ha conseguido meterle el gusanillo. "Hasta ahora, ninguna de mis hijas tenía interés. Yo no sé qué será de esta colección, pero quizá a la pequeña le empiece a gustar y se haga cargo", señala Ana González-Moro, que asegura que no es "ninguna experta en moda". "Yo no tengo interés por un Dior o un Balenciaga, a mí me gusta estas prendas de otras épocas", expresa.

El futuro de su colección es algo que, en ocasiones, le quita el sueño. "Me gustaría que estuviese en Galicia", se atreve a decir. Esa idea le hizo plantearse montar exposiciones temporales en la Casa del Cabildo, en Santiago de Compostela, que llegó por herencia a los hermanos González-Moro, hasta que el Concello la expropió.

El sueño quedó guardado en un cajón, pero ahora trata de recuperarlo. "Me da pena que esto se pierda. Yo creo que podría tener un sitio en Galicia, aunque los canarios me dicen que mejor se quede aquí", comenta entre risas, consciente de que un particular no va a querer tantas piezas.

"Ahora los pisos son pequeños y hay que tener mucho espacio para guardar todo esto", explica. Para Ana González-Moro, la colección es su tesoro. Y ahora se puede contemplar en el Museo de Belas Artes, como si el tiempo no hubiese pasado: "Será la última exposición, pero es el broche final perfecto".