"Si la sala llegase a desaparecer, y ojalá que no lleguemos a ese día, al menos que su nombre siga vivo", dice Tomi Legido para ilusionarse con la creación de la República Musical Mardi Gras. El futuro del local es de momento incierto. Cerrada desde mayo salvo un mes en verano para unos pocos conciertos, su continuidad depende de las restricciones a la actividad del sector impuestas por las autoridades sanitarias. La sala, como el resto de las que programan conciertos en la ciudad (Garufa Club, Jazz Filloa, Inn Club, Pelícano, Playa y Filomatic), está a la espera de conocer en qué condiciones podrá invertir las ayudas para su actividad hasta final de año que el Concello avanzó a comienzos de este mes.

Los fondos, 100.000 euros a través de un contrato de patrocinio del Consorcio de Turismo, se repartirán entre los establecimientos, que hoy tendrán reuniones individuales con responsables del área municipal de Cultura para conocer los detalles de la prestación.

El sector, muy dañado por la falta de actividad musical en particular y cultural en general, sufrió el mes pasado la despedida de la sala Bâbâ Bar, que bajó la verja para siempre con críticas a las administraciones por tramitar con retrasos unas ayudas anunciadas hace meses por las que no han podido esperar más tiempo los negocios con más urgencias.