Pocos pueden presumir de tener en casa una biblioteca compuesta por 11.000 volúmenes. La condesa de Pardo Bazán, doña Emilia, podía, desde luego, con creces. Una colección valiosa no solo por lo numeroso del conjunto, sino por la calidad de los fondos que la integran: nombres propios de la literatura española, gallega y extranjera, que ya es, desde hoy, Bien de Interés Cultural de forma provisional.

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La biblioteca de Emilia Pardo Bazán, blindada

Consta así en la resolución del Diario Oficial de Galicia que anuncia el inicio del procedimiento para declarar BIC la colección, que ya ha sido anotada de forma preventiva en el registro y comunicada a la administración de bienes del Estado.

Una resolución que llega tras la petición emitida por la Real Academia Galega a principios de este mes. Tanto la institución académica como otros organismos culturales y partidos políticos demandaron, ya entonces, urgencia en la tramitación de la protección de los fondos, pues parte de ellos continúan en el pazo de Meirás a disposición de la familia propietaria del inmueble, los Franco, que podrían sacar la colección del edificio de no contar con esta protección.

Firmas de Zola, Clarín, Baroja o Rubén Darío

Los volúmenes que la Real Academia Galega custodia en la Casa Museo de Emilia Pardo Bazán, sede de la institución en la calle Tabernas, ofrecen una aproximación a lo que puede albergar todavía Meirás: 7.883 obras de la más diversa clase y concepción llenan vitrinas y estanterías; un conjunto que acredita no solo el vastísimo nivel cultural de su propietaria, sino que constituye, además, testimonio de una época. El signo de los tiempos está impreso en los libros que Carmen Polo legó a la institución tras el incendio que asoló parte del pazo en 1978: tomos con los bordes quemados rescatados in extremis de las llamas o surcados de manchas que la humedad de la hierba sobre la que los trabajadores del pazo depositaron los libros aquella noche de confusión y fuego dejó impresas en sus encuadernaciones.

A estas habría que sumar las 2.972 piezas que aguardan en Meirás, que la conservadora de la Casa Museo de la autora, Xulia Santiso, pudo inventariar acompañada de varios investigadores en una serie de incursiones al pazo a partir de 2016.

Firmas de Zola, Clarín, Baroja o Rubén Darío

Un conjunto que, según la disposición del DOG, “reúne las características del patrimonio bibliográfico por la figura a la que está ligada, y el valor de sus componentes en términos de volumen, temática, antigüedad, autora, singularidad y excepcionalidad”, lo que lo haría merecedor de tal denominación, que el organismo recomienda debido a que los fondos continúan dispersos a día de hoy.

La colección, integrada por obras firmadas por Unamuno, Clarín, Baroja, Rubén Darío o Menéndez Pidal, acrecenta su valor al llevar estampadas las dedicatorias de sus ilustres autores. En las dedicatorias de las más destacadas figuras de nuestras letras, se repite, como un mantra, una palabra: “admiración”. Desde el “A la más insigne de las mujeres de España, señora y dueña de estilo”, de su declarado admirador, Juan Ramón Jiménez; el parco, pero significativo “son devone confrère”; su colega devoto, del francés Zola, maestro de estilo para la condesa; hasta el “A mais grande honra qu’eu puidera têr sería que nestas probes follas se pousasen pra leelas os ollos da muller que mais groria arrecadou para Galiza” que le dedica un entregado Manuel Lugrís Freire.

Firmas de Zola, Clarín, Baroja o Rubén Darío

No son, ni mucho menos, los únicos que se deshacen en elogios hacia la escritora en forma de notas manuscritas en las páginas iniciales de las innumerables primeras ediciones que componen el conjunto. No falta Benito Pérez Galdós, amante de la condesa, aunque, en este caso, la dedicatoria va dirigido al hijo de doña Emilia; tampoco figuras políticas como Cánovas del Castillo, estudiosos intelectuales como Menéndez Pelayo, coetáneos como Blasco Ibáñez y hasta un joven Unamuno que pronto se haría un hueco en las tertulias literarias que la condesa convocaba en las Torres de Meirás.

Una biblioteca singular cuya concepción está ligada, según la disposición, “al sitio de las Torres de Meirás”, emplazamiento en el que estuvo reunida al completo en su origen, salvo los 420 volúmenes que se encontraban en la casa familiar de Tabernas en el momento en el que la hija de la condesa, Blanca Quiroga Pardo Bazán, dona el inmueble a la RAG con el objetivo de que la institución se hiciese cargo de la dinamización y cuidado del legado de la escritora.

El escrito del DOG destaca algunos de los elementos que contribuyen a incrementar el valor de la colección, tales como las anotaciones y subrayados que la escritora plasmaba en los márgenes de sus libros con los datos que le iban interesando de cada obra; y salienta, de entre todas, algunas obras de valor incalculable que todavía siguen en Meirás: desde Empresas Políticas, de Saavedra Fajardo, fechado en 1648, hasta primeras ediciones de obras Voltaire obtenidas por el abuelo de doña Emilia, y que la propia escritora menciona en sus novelas.

Existe otro detalle único que revaloriza la biblioteca y que Patrimonio tiene en cuenta a la hora de decretar su protección: se trata del primer inventario de los fondos, plasmado en un cuño de color rojo sobre las portadas “completado a mano con la situación topográfica de los libros”, un registro encargado por el primogénito de la escritora, Jaime Quiroga.

El cuño se corresponde con un archivo alfabético organizado por autores y almacenado en 12 cajones de la biblioteca de la planta baja de Meirás, “la huella más definida de la biblioteca completa” de la condesa. Una biblioteca, sin duda, de una gran lectora, como acreditan los años de uso tangible que presentan los libros.

La Academia, impulsora de la petición de BIC para los fondos, ha celebrado su protección provisional y el inicio del expediente, que tendrá que resolverse en un plazo máximo de dos años y que si, como se espera, resulta aprobado, obligará a la familia Franco a garantizar el acceso y visita públicos a la colección. La institución académica espera, tras este paso, “reunir en breve el conjunto en su sede de la calle Tabernas 11, para ponerlo a disposición de la comunidad investigadora”, manifestó su presidente, Víctor Freixanes.

La Xunta efectuó una inspección y abrió un expediente a la concesionaria