A Coruña es la ciudad en la que nadie es forastero. Lo demuestra Iván de la Fuente, vallisoletano de cuna, pero coruñés a todos los efectos. Lo luce en su brazo, en el que lleva tatuado un skyline de la ciudad, y lo acreditan, del mismo modo, las obras de artesanía que salen de su taller en Veigue. Torres de Hércules, faros de Vilán, esqueletos o arañas esculpidos en hierro dan buena cuenta de la pericia con el metal que Iván de la Fuente, calderero soldador de profesión, lleva años cultivando.

“Me gustaba el metal, llevo toda la vida trabajándolo. Se me dio por comprar un grupo de soldadura, y, siempre en mi tiempo libre, voy cogiendo piezas de aquí y de allá y les doy forma”. Así resume los comienzos. Desde entonces, nueve años en los que nada se tira si sirve para crear, en los que ha ido probando sus destrezas y aprendiendo del elemento. Donde cualquiera ve chatarra, Iván ve una ventana al Atlántico. Cada pieza sobrante que cae en sus manos puede terminar convertida en una miniatura de lo que en el momento se le pase por la cabeza: desde un muñeco con la bufanda del Dépor hasta un pescador en su lancha.

“Vendo alguna que otra cosa, a veces tengo algún encargo de amigos de amigos, por boca a boca. Al final, termino regalando casi todo”, afirma. Por ahora, contempla la afición únicamente como eso, un hobbie para las horas muertas, pero no descarta la idea de desempeñarse en ese ámbito si las cosas se tuercen, en un futuro, en el sentido laboral. Por ahora, el escaparate en el que exhibe sus creaciones es su cuenta de Instagram, @arteyferro, donde uno puede hacerse a la idea de las piezas que moldea con sus herramientas, que, al margen de su carácter único, tienen algo en común: la impronta de su firma, Mintxi, apodo con el que se le conoce y, también, su particular marca de cantero.

Con todo, y pese a las horas de trabajo que se esconden detrás de cada pieza y lo espectacular del resultado, el joven tiene sus dudas con respecto a si la población general sabría apreciarlo. “Creo que, a día de hoy, la artesanía no se valora mucho aquí. Lo bueno es que es todo trabajo manual y son cosas únicas”, comenta. Singular en diseño y concepción es, sin duda, el portal que elaboró para sus padres en la finca donde trabaja, ornamentado con réplicas en planchas de hierro de la Torre de Hércules, o la vaca que decora la fachada del restaurante Rubia&Gallega, en Matogrande, salida, también, de su taller, en la que es difícil no detener la mirada cuando uno pasa por delante. “No hay dos piezas iguales”, resume.