A Vanessa Rubio, del estanco Monelos, 47, le hizo ayer “mucha ilusión” haber vendido un décimo del 43831, el penúltimo quinto premio que salió del bombo y que dejó una alegría de 18.000 euros —tres décimos— en la ciudad. No solo porque, como la mayoría de su clientela es del barrio, el agraciado o agraciada puede ser un conocido, sino porque muchos de los que juegan a la Lotería de Navidad sienten recelo al saber que no les dará el décimo impreso de toda la vida, con sus colores ocre y su reproducción de un cuadro, sino que será un papel, similar al del resguardo de La Primitiva, pero que puede contener la misma suerte que los demás.

“A ver si la gente se anima y compra más”, decía ayer Rubio, ya a punto de cerrar, tras posar con el cartel de repartidora de un quinto premio. Cuando habla de que “ojalá” le haya tocado a algún vecino del barrio lo hace desde el conocimiento de cómo es la realidad de Monelos y de la mella que ha hecho y sigue haciendo la pandemia en los hogares de los trabajadores. “Hace mucha falta”, decía ayer Vanessa Rubio, que no por llevar “toda la vida” en esto de repartir suerte, se acostumbra a la sensación de felicidad de saber que ha contribuido a que alguien pase unas mejores Navidades.

María Dolores Paredes tiene en el escaparate de su librería La Martina, en Vila de Negreira, un cartel de liquidación de artículos y, desde poco antes de las dos de la tarde de ayer, en sus manos también tiene el papel que la acredita como vendedora del 43831, el quinto premio que ha llevado 6.000 euros a algún hogar.

María Dolores Paredes, en su librería de Vila de Negreira. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

“Este es un barrio obrero en el que hay mucha inmigración y la inmensa mayoría de mis clientes son de esta zona, la gente que compra Lotería aquí se lleva un décimo o dos para repartir, así que, estoy muy contenta”, comentaba ayer Paredes, también a punto de echar el cierre para poder ir a comer y retomar la actividad por la tarde. Con este décimo consigue una parte de su sueño, que es, un día, poder dar “un premio muy grande y que esté muy repartido”,.

María Flores lleva desde 2017 al frente de la Papelería Riazor, en la calle Pérez Cepeda, antes estaba en la acera de enfrente, y es un establecimiento que ya regentaban sus padres, así que lleva toda la vida en este negocio.

María Flores, en su papelería de Pérez Cepeda. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

“Es la primera vez que doy un premio de Navidad”, decía ayer, aunque ya sabe qué es que pasen por sus manos premios mayores, como la Bonoloto de casi medio millón de euros que selló en 2017. No sabía ayer cuándo había salido de su máquina el 43831. “Pudo ser incluso en verano”, explicaba, poco antes de las dos de la tarde. La noticia se la dieron los medios de comunicación al llamarla, tenía puesto el sorteo en la televisión, pero no sabía que había sido ella quien había vendido el décimo. “Estoy muy contenta. Ni idea de a quién le tocó pero seguro que le viene bien, sobre todo en estos tiempos”, confesaba ayer.