En un año raro, como fue 2020, el ilustrador coruñés Alberto Vázquez ganó el festival de animación Annecy, con su cortometraje Homeless Home. Ese premio le da ahora el pasaporte para entrar en la carrera por los Óscar, ya que accede directamente a lo que se llama la long list, la lista de los proyectos de los que salen los nombres de las cinco películas nominadas. “No es mi liga”, reconoce Alberto Vázquez, que ya sabe qué es pasar este primer corte, porque Decorado, en 2016, ya se coló entre las seleccionables para los premios de la Academia. Dice que ve “muy difícil” que, finalmente, Homeless Home pueda competir por la estatuilla porque en la sección de cortometrajes de animación hay producciones realizadas en factorías “muy potentes”, como Disney, Pixar o que tienen el respaldo de Netflix.

“Estas producciones tienen casi plaza fija, después quedan otras dos para proyectos más independientes, por así decirlo”, relata Vázquez. Para este coruñés, que está produciendo su próximo largometraje, Unicorn Wars, en su estudio de la Ciudad Vieja, lo importante es seguir trabajando, paso a paso, dibujo a dibujo, y que su trabajo “se vea, que llegue a la gente” a pesar de las restricciones sanitarias y de las trabas derivadas de la pandemia.

“Todo lo que sea promoción y publicidad es bueno, porque hace que tu trabajo se conozca más. Para eso sirven los premios, para poder seguir trabajando, para seguir teniendo financiación y para darse a conocer”, admite.

Antes de los Óscar, Vázquez tiene otra cita con los premios, la de los Goya, en la que sí que cree que tiene más posibilidades de pasar el corte de las nominadas, porque hay diez proyectos y cuatro puestos para entrar en competición. En su haber tiene ya tres estatuillas, la primera la ganó por Birdboy, en 2012; las otras dos, en 2017, por Psiconautas.

“Yo trabajo desde un punto de vista del cuento, de la fábula, en Homeless Home, los protagonistas son monstruos, ogros, personajes fantásticos... pero sus problemas son muy humanos”, comenta y es que, el punto de partida de la historia es “lo que se llama la España despoblada”, aunque su foco y sus referencias están más centradas en Galicia. “Habla de la gente que tiene que volver a su pueblo de origen, por la crisis económica, por un problema familiar o personal dentro de un mundo fantástico, como de El señor de los anillos, pero en el que se habla de problemas muy actuales, como el alcoholismo o los problemas mentales”, relata. Y todo esto lo cuenta en quince minutos, aunque con un trabajo “tradicional”, de muchas horas e infinidad de dibujos.

“Es un trabajo muy artesanal, aunque usamos ordenadores y tecnología actual, la forma de enfocar el trabajo es la que se ponía en práctica hace cincuenta años”, relata, y es que, para hacer tan solo un segundo de metraje de un personaje en movimiento de Homeless Home, de media, tenían que hacer diez dibujos, más todos los necesarios para poner a ese personaje en contexto, en su barca, por ejemplo, o en un fondo de tierra firme. Así que, aunque su trabajo entre en la misma categoría de los cortometrajes producidos en Pixar o Disney, Homeless Home no es como la película Soul ni como Coco, es otra manera de hacer animación, con los trazos del lápiz sobre el papel dando vida a un mundo imaginario, pero en el que se cuelan los problemas que cualquiera, en este lado del universo, pueda temer.

“Mucha gente desconoce que producir animación es bastante más caro que hacer ficción”, dice Vázquez, con las ilustraciones de O meu Irmono, su última colaboración con Miguel López, El Hematocrítico, sobre la mesa. “Una película de ficción se rueda en un mes o en dos, pero una de animación lleva varios años y durante ese tiempo, hay que tener a 25 o 30 trabajadores contratados y una oficina”, ejemplifica.

Su próximo proyecto se está gestando en la Ciudad Vieja, aunque no haya sido una decisión premeditada. “Se dieron las cosas así, viví fuera, volví y ahora estoy aquí, aunque viajo mucho a Francia y País Vasco, porque tengo productores allí”, relata Vázquez, que no cierra la puerta a ningún proyecto que pueda venir en el futuro, aunque eso signifique dejar su ciudad o viajar más. Por ahora, toca acabar el trabajo empezado y, después, seguir dibujando, como siempre, las líneas que marcarán su futuro.