La prioridad de cualquiera, en tiempos de crisis, tiende a ser la de conservar el puesto a toda costa. La coruñesa Patricia Blanco ha decidido, en esta ocasión, nadar a contracorriente. Después de 12 años como empleada en una tienda de ropa, Patricia se levantó un día pensando que ya habían sido suficientes.

“Me di cuenta de que quería otra cosa, y de la noche a la mañana me fui del trabajo. Siempre me había interesado el mundo de la estética, así que me puse a hacer cursos de barbería”. Así relata los comienzos. Hace tres semanas se alinearon los astros: durante un paseo, por la calle Concepción Arenal, se topó con un bajo bien situado que no se podía ajustar mejor a lo que, casi sin saberlo, estaba buscando. “Siempre supe que, si abría un negocio, sería en esa zona, junto a la cervecería Estrella Galicia. Le mandé la ubicación a mi marido, y enseguida me contestó que él había pensado en el mismo lugar esa mañana. Al día siguiente, estaba firmando los papeles”, relata.

Hasta el momento, se había asegurado de estar avalada, en su nueva andadura, por su pericia, entrenada con cortes de pelo amateur a los trabajadores del puerto. “Mi marido trabaja allí. Me compré una silla, e iba con mi maletín al almacén y les cortaba el pelo allí a todos”, recuerda. Los días previos a la apertura de la que ya es La Barbería de la Estrella, entre la ilusión y los nervios, Patricia Blanco pudo experimentar, también, el hecho de que no todo el mundo está acostumbrado a tratar con una mujer que desempeña un oficio asociado tradicionalmente a los hombres.

“El local lo decoré yo a mi gusto, que es clásico, al estilo de la serie de los Peaky Blinders, y lo llevo yo, pero la gente se dirigía siempre a mi marido para preguntarle cosas sobre la obra”, recuerda. Aunque es nueva en el barrio, una buena muestra de jóvenes y mayores que han pasado ya por su navaja pueden demostrar que los prejuicios no son más que eso. “Estoy empezando, pero creo que la gente que ha venido se ha quedado contenta. Los chicos jóvenes de ahora son más presumidos, piden que les retoques las cejas, vienen más por estética y menos por obligación. Algunos tienen dudas al ver que soy yo la propietaria, y no un hombre”, aprecia.