El autor, segundo por la izquierda sentado, con la directiva del Camping Caravaning Club de Galicia. | // L.O.

Manuel, el día de su Primera Comunión, con una de sus hermanas. | // LA OPINIÓN

La familia de los diez hermanos del barrio de A Cabana

Nací en la aldea de Ponte Carreira, en el municipio de Frades, donde vivían mis padres, Felipe y Amalia, hasta que cuando yo tenía nueve años ardió la casa de mi familia y decidieron trasladarse a la ciudad, donde ya residían mis abuelos. Nos instalamos en la zona de A Cabana, entre Ponte da Pedra y O Birloque, a la que entonces se conocía como la cheirenta por el olor que generaba la fábrica de harinas de pescado, que además vertía sus residuos al río de Monelos.

Nuestra casa estaba pegada al antigua campo de fútbol de la Granja, por lo que los diez hermanos de mi familia nos hinchamos a ver partidos de modestos, por los que en aquella época había que pagar para presenciarlos.

Los chavales de mi pandilla aprovechábamos cuando los equipos iban a entrenar para jugar con sus balones de cuero en el campo mientras se cambiaban de ropa, pero teníamos que tener cuidado porque eran muy duros y si te daban con ellos en la cabeza o la cara te podía salir un buen chichón o moratón.

En la ciudad estudié en el colegio Laxes de Orro, situado donde hoy está el complejo deportivo de la Xunta en Elviña y en el que me dio clase don Agustín. De allí pasé al instituto Masculino, donde hice el bachillerato elemental, tras lo que me puse a trabajar, ya que a mi padre, que trabajaba en Genosa y también hacía arreglos de fontanería en el barrio, no le daba para mantener a nuestra familia.

Mi primer trabajo fue de camarero en el local Los Porches, donde estuve cuatro años hasta que hice la mili. Como tenía el título de bachillerato, pude presentarme al examen para sargento en la Academia de Suboficiales de Toledo y lo aprobé, por lo que trabajé como militar durante años. En 1975 nos tocó el Gordo de Navidad a todos los integrantes de mi cuartel, por lo que con veintidós años pude casarme y tener dinero. Al poco tiempo pude venir destinado a la ciudad y hice por nocturno el bachillerato superior, tras lo que me presenté a la Academia de Oficiales y conseguí el empleo de teniente.

Llegué a ser comandante y a los 42 años dejé el Ejército para trabajar en mi propia gestoría en el Barrio de las Flores, en la que en la actualidad me ayudan mis hijos Daniel y Roi, quienes ya me dieron cuatro nietos: Nico, Ian, Luca y Yael, quienes llenan por completo mi vida debido a mi viudedad.

Mis amigos de la infancia en el barrio fueron Roberto Teixido, Rilo, Kake, José Antonio Eiriz, Luciano el del pendello, Cholas el del Relámpago de Elviña, el cartero, José Antonio y Gay el chapista, con quienes jugaba a la billarda, el che, las bolas y todo aquello que se nos antojara, ya que teníamos todo el campo y las calles para hacerlo sin problemas, ya que apenas había coches y tan solo pasaba el trolebús que iba a Monelos.

También hacíamos carritos de madera con ruedas de acero para hacer carreras por las cuestas de Eirís, A Cabana, Someso y O Birloque, aunque lo que más nos gustaba era ir al cine, pero como en mi casa éramos tantos hermanos, teníamos que hacer turnos. Los que más nos gustaban eran el Monelos, Gaiteira, Doré y España, en los que lo pasábamos bomba.

En verano solíamos ir a las playas del Lazareto y Santa Cristina, aunque cuando la marea estaba alta en la primera, nos quedábamos en la de las Cañas, junto al castillo de San Diego, en la que aprendí a nadar. También íbamos a todas las fiestas que se organizaban y a los bailes de carnavales para los chavales de la sala Saratoga, situada en Monelos.

De los catorce a los dieciséis años jugué al fútbol en el Deportivo Juvenil, aunque tuve que dejarlo porque me suponía un gran sacrificio, ya que en esa época trabajaba en Los Porches. Cuando entré en el Ejército jugué en un equipo de modestos, el Anguera, y al volver a la ciudad lo hice en el Río Seta, de fútbol sala, deporte que sigo practicando hoy en día. También tengo que destacar que fui presidente del Camping Caravaning Club de Galicia, que fue un referente a nivel nacional por el gran número de socios que tenía.

Testimonio recogido por Luis Longueira