A Lucas (nombre ficticio tras el que oculta su identidad un coruñés de 49 años) se le empezó a crear “una bola cada vez más grande” a su alrededor hace diez años, una carga que arrastró en este tiempo con las deudas que la vida le echó encima. Perdió un trabajo muy bien pagado, asumió el pago de las viviendas que ocupó con su mujer y sus dos hijos, se hizo autónomo para encontrar una salida laboral que se le resistió, no tuvo acceso a ayudas sociales y subsistió con lo básico para que a su familia “no le faltase un plato en la mesa”. Hasta que encontró una vía de escape en la Ley de Segunda Oportunidad, el mecanismo que permite a particulares y empresarios individuales renegociar o eliminar de forma total o parcial sus deudas cuando no pueden afrontar su pago. Hace tres días una sentencia le exoneró de su endeudamiento; “hace tres días que nací”, proclama Lucas hoy aliviado.

Abogados especializados en estos procesos concursales de familias y autónomos vaticinan un “aluvión” de casos, gran parte provocados por los dañinos efectos que la pandemia del coronavirus ha causado en las economías domésticas. En A Coruña, solo en el tercer trimestre de 2020 estaban en la fase judicial de los procedimientos o se habían resuelto 27 casos, casi la mitad de todos los contabilizados el año anterior, 58. El caso de Lucas, que llevaba en su espalda una deuda de unos 24.000 euros, aumenta una estadística que en un par de meses, actualizada, revelará su verdadera magnitud.

Ahora este hombre suspira desahogado, se “resetea” y mira al futuro con optimismo. Antes, la angustia de sentirse “más bajo que los bordillos”, de pasar noches sin dormir mirando por la ventana mientras fumaba tratando de pensar cómo salir del agujero, cómo pagar lo que debía para poder vivir con tranquilidad... sin hallar soluciones.

El relato de su desconsuelo arranca en 2011, cuando la empresa para la que trabajaba en el sector de montajes de estructuras metálicas se acoge a un expediente de regulación de empleo (ERE). Antes Lucas gozaba de un buen sueldo, se podía permitir “algunos lujos”, viajaba por trabajo y vivía a caballo entre A Coruña y otra ciudad a mil kilómetros de distancia, con dietas “muy buenas” que cobraba cada semana o cada quince días.

Todo aquello quedó atrás con el ERE. Cobró el paro y tuvo que echar mano del Fondo de Garantía Salarial para pagar con retraso el alquiler de la vivienda que ocupaba en la otra ciudad. Buscó trabajo en su campo, “recorriendo calles, entrando en tiendas y negocios”. “Mi mujer tampoco tenía empleo y a mi edad era difícil encontrar algo”, repasa Lucas, que hace cinco años se hizo autónomo para tratar de sacarle provecho a sus conocimientos en un ámbito especializado en el terreno de las reformas.

Había pedido un préstamo al banco unos años antes, pero llegó un momento en que no pudo hacer frente a más pagos. Solicitó ayudas sociales, sin éxito. “Con dos hijos, sin empleo y sin derecho a ayuda. ¿Por qué a unos sí y a otros no?”, se lamentaba. Iba a las cafeterías para poder tener conexión de internet y una vez le cortaron la luz en casa. Mientras, para Lucas la familia era lo más sagrado. “Gracias a Dios a mis hijos no les faltó la comida. Ellos están en el altar y no quería que supieran ni que pasaran por lo que yo estaba pasando”.

Hasta que en septiembre de 2020, con más de un acreedor y después de llamadas casi diarias del banco para cubrir los plazos de su préstamo, le llegó la citación de un juzgado que le daba veinte días para gestionar la deuda con la entidad bancaria. El mundo se le echó encima con el doble de su peso. “Busqué, investigué, y a través de un aviso que me llegó al móvil me enteré de que había un recurso llamado Ley de Segunda Oportunidad. ¿Era posible confiar en que con un concurso de acreedores podía anular mi deuda? Di con COAGA y me informaron”, cuenta.

Ahí encontró Lucas la puerta abierta a la esperanza y a una etapa más luminosa en su vida. Esta firma coruñesa de abogados, auditores y consultores lleva en la actualidad numerosos casos de particulares y pequeños empresarios acogidos a concurso de acreedores para quitarse de encima la presión de sus deudas. “Desde el principio tengo que agradecer todo el trabajo que han hecho por mí. Yo llegué avergonzado, pero sin otra opción, porque había llegado a un punto en que no podía permitir que mi familia se rompiese por una puñetera deuda. Empatizaron, me tranquilizaron, me explicaron lo que iban a hacer y me informaron puntualmente de todos sus pasos. Dieron la cara por mí”.

Y hace tres días, el fallo judicial: deuda exonerada. “He nacido otra vez”, repite Lucas, centrado con más optimismo en las reformas. “Confío en mí, en mi forma de trabajar. Mi padre siempre me dijo que no tuviera miedo a nadie. Ahora mi mujer tiene empleo y yo miro hacia adelante, tratando de asegurarme una cartera de clientes y de conseguir más” , dice.

Concursos

Desempleo, pérdida traumática de ingresos, negocios que acabaron en fracaso o “malas decisiones” explican muchos de los casos que llevan los despachos de abogados coruñeses especializados en concursos por la Ley de Segunda Oportunidad. Parte de estas situaciones afloraron en los últimos meses a consecuencia de los daños colaterales de la pandemia sanitaria.

Estos procesos se desarrollan en dos fases. En la primera se busca un acuerdo extrajudicial de pagos para renegociar la deuda con los acreedores, de manera que permita al deudor hacer frente a la mayor cantidad que le sea posible de la deuda, generalmente incluyendo quitas o esperas para hacer factible el pago. Si no hay acuerdo, se pasa a la fase judicial, en la que corresponde a un juez ponderar la situación de las partes y qué porcentaje de la deuda será exonerado y cuál permanecerá.