La camisería Gala, la corsetería y mercería conocida como las Elviras, la droguería Villar, la floristería Consuelo Obdulia, el comercio de bisutería Tobaris... el tejido local de la ciudad tiene su historia a través de los grandes nombres que, por costumbre o por fidelidad, han ido quedando anexos a la memoria colectiva de la ciudadanía coruñesa de cierta edad. Muchos han ido desapareciendo o se han reconvertido; los menos son los que aguantan impertérritos ante el avance rápido de los tiempos. A todos ellos homenajea Jorge Blanco con sus creaciones: su trazo concede un lugar de honor entre sus láminas a los negocios que un día marcaron el pulso del barrio.

“A veces, acudo a bodas y a congresos como caricaturista, para dibujar en directo"

En contra de lo que cualquiera intuiría, Jorge Blanco no se dedica profesionalmente a la ilustración. Aunque trabaja en una empresa de servicios socioeducativos, la pintura es la afición que le acompaña desde siempre. “La formación que tengo es autodidacta. De pequeño me apuntaron a clases de pintura, pero me aburría. Yo no quería dibujar flores, lo mío eran las caricaturas”, asegura el propio artista, una destreza que se cobraría sus primeras víctimas entre sus compañeros de clase y profesores, y que ha ido puliendo y explotando con los años. “A veces, acudo a bodas y a congresos como caricaturista, para dibujar en directo. También he hecho algún encargo para amigos o revistas, algún manual...”, enumera. Eso es todo. Cuesta creerlo viendo sus obras, que tienen en las calles coruñesas a la mejor musa posible, algo que descubrió cuando era solo un niño, criado entre Rúa Nova y la calle Bailén. Allí descubrió que el comercio en A Coruña era más que un medio de vida. “Mi padre tenía la camisería Roma, y mi abuelo tenía la camisería Inglesa. El comercio pequeño empezó a aflorar aquí en los años 70. Eran lugares emblemáticos, tanto por su atención como por su arquitectura”, recuerda.

Caricatura de Jorge Blanco

El confinamiento y sus ratos muertos le brindaron la excusa perfecta para comenzar a recoger de forma gráfica la historia del comercio local coruñés, ayudado, afirma, “de fotografías antiguas y de mi propia memoria”, con un objetivo más allá de obtener una retribución económica. “No busco hacer negocio. Tampoco regalo los dibujos, pero la idea es que la gente se acuerde un poco de cómo fue un día A Coruña”, asegura.

La parte emocionante la ponen los admiradores de su trabajo, que ha despertado un gran interés en redes sociales, donde muchos han completado la historia de los negocios homenajeados con sus propias experiencias como clientes de un tipo de comercio que empieza a desaparecer, por desgracia, del callejero. “Ese tipo de lugares ya no se vuelven a hacer así. Han desaparecido muchos, es una pena. Podía haberse cambiado de negocio, pero conservando la estructura”, lamenta. El objetivo final de un proyecto que empezó sin querer también empieza a vislumbrarse: “Me gustaría hacer una especie de álbum que recoja todos estos lugares”, adelanta. Por ahora, como todo parece indicar que el confinamiento será largo, tiene claro el siguiente movimiento: posar su pluma sobre los cines y cafeterías más conocidos por los coruñeses. El cine París, la primera de las salas que tuvo la ciudad, ya inaugura la nueva remesa.