Hay que volver a las pantallas. Después de algo parecido a la normalidad, las academias, gabinetes de psicología, incluso los gimnasios han tenido que recuperar las clases online para compaginar las nuevas restricciones sanitarias con la supervivencia de sus negocios que, en algunos casos, son algo más que su forma de vida, son la tabla a la que se agarran sus clientes para aprobar un examen, para mejorar su salud física o para entender los mensajes que se dicen en el grupo de WhatsApp de clase.

Si en marzo todo parecía complicado e imposible de realizar, tras un año de ensayo y error, de encajar las clases o las sesiones en el calendario y de ver que hay alternativas a la presencialidad, los profesionales buscan en las pantallas un aliado.

Para el profesor de inglés Anthony Woollett suponen una manera de no perder a sus alumnos cuando estos se marchan de la ciudad a estudiar o a trabajar; a la psicóloga Rocío Salgado, las pantallas le permiten enseñar nuevos códigos a los niños y adolescentes con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) que acuden a su consulta, porque, en ocasiones, no conocen los emojis o las frases hechas que utilizan sus compañeros de clase en el chat.

Diego Fariña, del gimnasio Saúde Training, explica que le han pedido a sus usuarios que prueben las sesiones online para evitar que pierdan la forma durante estas tres semanas en las que tendrán que permanecer cerrados, ya que, volver, después, se hace más complicado.

“Es importante que adolescentes y niños puedan hablar con alguien más que con sus familias”

Para la psicóloga y terapeuta familiar Rocío Salgado, las nuevas restricciones para evitar contagios de coronavirus se solapan con la apertura hoy de su gabinete, en el primer piso del número 12 de la calle Rey Abdullah. Muchos de los niños y adolescentes que acuden a su consulta tienen Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), así que, la pandemia y la dependencia de las pantallas abrieron nuevos obstáculos para ellos en su interacción con el grupo. “Empecé a hacer un taller de WhatsApp, para que supiesen qué significan los emojis, o ciertas expresiones hechas a las que no saben cómo responder, para que supiesen identificar un “jijiji” como risas, por ejemplo y supiesen contestar”, explica la psicóloga Rocío Salgado.

En el caso de los niños pequeños, las sesiones han de hacerse con la colaboración de la familia porque, según explica, hay estímulos con la pantalla que despistan la atención de los pequeños y que, si bien en una consulta presencial son más fáciles de controlar, en una videollamada, es necesaria la intervención de alguien cercano, para seguir mejorando. Los adolescentes, ya más acostumbrados a comunicarse a través de las pantallas, y conscientes de lo acontecido desde marzo, con un confinamiento muy duro y con un aislamiento casi total, hacen ya las sesiones en solitario. “Es importante que puedan hablar libremente, sin que les escuchen sus familiares”, comenta y hace hincapié en la importancia de que los adolescentes con TEA tengan con quién hablar más allá de su núcleo de convivientes, porque se pueden sentir aislados si solo tienen contacto con sus compañeros por una vía, el WhatsApp, de la que no conocen sus códigos. En el caso de los adultos, las pantallas se convierten también en aliadas. “Las sesiones se pueden hacer en cualquier momento, sin que tengan necesidad de desplazarse o de cambiar de Concello”, relata. Para Rocío Salgado la pandemia ha significado no solo una nueva manera de atender a sus clientes sino también en un reto para poder abrir el gabinete en tiempo récord.

Diego Fariña nunha sesión ‘online’, na casa. | // ELIANA FERNÁNDEZ

“Moitas persoas, se non saben que imos estar agardando por elas, xa non se exercitan”

Diego Fariña Varela é adestrador en Saúde Training, no barrio dos Mallos. No seu caso, o ximnasio está pechado debido ás restricións decretadas a semana pasada pola Xunta, así que, para poder manter a actividade, esta vez, o equipo decidiuse polas clases online. “No anterior confinamento fixemos un programa adaptado a cada un dos usuarios e entregámosllo, tamén faciamos algún vídeo que subiamos ás redes, pero non obtivemos o resultado que queriamos, porque moita xente volveu cun estado de forma peor do que esperabamos”, explica Diego Fariña, que alerta tamén do perigo que supuxo para algunhas persoas terse intentado exercitar con vídeos que vían en internet e que non estaban deseñados para eles, xa que, nalgúns casos, este comportamento derivou en lesións.

Pensaron en seguir coas clases, tal e como se fan no ximnasio, pero en formato caseiro, servíndose de “garrafas de auga, unha cadeira, unha esterilla e pouco máis”, porque saben que, dese xeito, moitos dos seus usuarios seguirán facendo actividade física, aínda que o ximnasio estea pechado. “Moitas persoas se non teñen o compromiso de que imos estar agardando por elas, non se exercitan”, relata. A todos aqueles que tiñan a intención de abandonar, pedíronlles que, cando menos, probasen un día, e algúns decidiron xa que repetirán. Foi unha fórmula que empezaron a poñer en marcha cos peches perimetrais, para evitar desprazamentos. “Pensabamos que máis persoas se habían animar, sobre todo, porque despois custa volverse poñer en forma, pero aínda hai quen dubida de que poida chegar aos obxectivos marcados entrenando na casa. Porén, si que hai xente que, a pesar do peche, decidiu empezar a entrenar coas clases online”, comenta.

Anthony Woollett, en su academia. | // VÍCTOR ECHAVE

“Las clases ‘online’ permiten que les vea la boca a mis alumnos para corregirles la pronunciación”

Para Anthony Woollett impartir clases de inglés por videoconferencia es ya su día a día, algunos de sus alumnos no volvieron a la academia desde que lo implantó en marzo del año pasado, en pleno confinamiento. Otros decidieron volver a las aulas de English Language Co, en el cuarto piso del número 146 de Juan Flórez, mientras pudiesen, pero ahora, con las nuevas restricciones, ya casi todos prefieren las clases online.

“Hay personas que tienen que venir de otros concellos, entonces, prefieren las sesiones por Skype, para evitar romper el cierre perimetral y, así, también pueden encajar la clase mejor en sus horarios, sobre todos si están teletrabajando. Paran una hora, damos la clase y pueden seguir”, explica Woollett.

Para otros, sobre todo “estudiantes que viven con sus padres, ir a la academia supone una manera de poder salir de la rutina y poder hablar cara a cara —mascarilla a mascarilla— con alguien con quien no conviven”, explica el profesor de inglés. Entre sus alumnos se ha normalizado ya la combinación de clases online y presenciales dependiendo de las restricciones y de los horarios, así que, ya no supone un reto, como sí que lo era antes del confinamiento intentar avanzar en el temario, a través de la pantalla. Si tiene que decir cosas buenas de este método se le ocurren varias, como poder conservar a sus alumnos y alumnas aunque se cambien de ciudad, incluso de país, ya que una de ellas está en Italia y, otra, “poder verle la boca y la cara a sus estudiantes para corregirles la pronunciación”.